En defensa de Greta 

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Se está produciendo un intento de desacreditar a la joven activista Greta Thunberg para reactivar el negacionismo del clima.

Los americanos usan dos palabras, “character assassination”, para definir cualquier intento sostenido de dañar la reputación o “asesinar” la credibilidad de un personaje (normalmente, alguien que haya adquirido fama o notoriedad). Otra frase hecha, “shooting the messenger”, se utiliza para describir el acto de culpar o “disparar” contra el portador de malas noticias (con la intención de matar de paso el mensaje).

Las dos estrategias, muy usadas en política, han confluido en los últimos meses para intentar no solo desacreditar a Greta Thunberg, sino para reactivar contra viento y marea el negacionismo del clima. Los mismos “think tanks” ultraconservadores que en su día intentaron desacreditar a Al Gore (Cato Institute, Heartland Institute) están disparando ahora bajo la línea de fotación de la niña sueca, declarada también “enemiga pública” por la Climate Intelligence Foundation, por la Global Warming Policy Foundation y otros grupúsculos surgidos con la inconfensable misión de defender los intereses de la industria de los combustibles fósiles.

Atacan a Greta por estar siendo manipulada por sus padres, por haberse convertido en “títere del corporativismo verde” (movida por los hilos del emprendedor Ingmar Rentzhog), por haberse convertido en punta de lanza de la “izquierda climática”. Se burlan de ella, la insultan, la llaman “bruja”, “psicótica”, “apocalíptica” y cosas mucho peores. Los medios contribuimos al linchamiento general y los columnistas la zarandean día tras día como si fuera un pelele.

Pero Greta no parece inmutarse (será por su Asperger). Tampoco se dan por aludidos los miles de adolescentes y jóvenes que han decicido secundarla y sumarse los viernes a la huelga. Los padres y los profesores les secundan cada vez más, pese a esas voces ancacrónicas que claman por encerrar a los niños en el cole y encajonarlos en sus pupitres. Y esa cosa abstracta y aburrida que era el cambio climático salta por fin a las portadas de los periódicos y pone contra las cuerdas a los políticos que ya no pueden ignorar el problema.

Seguirán atacando a Greta por todos los flancos, y más ahora que la tienen cerca. Pero nadie -ni siquiera sus más acérrimos odiadores- podrá negar lo que ha conseguido la “mensajera” sueca en pocos meses: agitar las conciencias y convertir la acción ante la emergencia climática en algo inaplazable.