"Destruimos el planeta por pura estupidez humana"
Entrevista a Edward O. Wilson, padre del concepto "biofilia".
A los ocho años sus padres le regalaron su primer microscopio, a través del cual descubrió su pequeño universo personal, completamente salvaje, sin límites, sin guías y sin nada previsible. De esta forma, Edward O. Wilson se dedicó a escudriñar gotas de agua, mariposas y todo lo que pudo. No lo sabía aún, pero aquello era ciencia pura. Y aquel universo minúsculo se hizo enorme. Con los años llegaron un montón de premios y distinciones, entre ellos dos premios Pulitzer o el premio Crafoord de la Real Academia Sueca y el reconocimiento unánime de que nos encontramos ante uno de los científicos más notables de nuestro siglo. Conservacionista, padre de la sociobiología, investigador, teórico, naturalista, experto en hormigas... Son múltiples etiquetas bajo las que se esconde el alma inquieta y afable de un explorador de la ciencia y de la vida.
¿Qué significa la naturaleza para alguien como usted?
Imagino que como para cualquier persona, para mí la naturaleza es aquella parte del mundo que puede separarse de lo que es la actividad humana inmediata.
Conocemos tan sólo un 10% de la vida que hay en el planeta en el que vivimos
Alguna vez ha dicho que sabemos más del planeta Marte que de la Tierra. ¿Tan ignorantes somos?
Marte no tiene vida sobre su superficie y, por lo tanto, es relativamente fácil de estudiar. La superficie de la Tierra, en cambio, está cubierta por una especie de sábana de microorganismos que es la biosfera y que sólo estamos empezando a descubrir ahora. Si a estos microorganismos les sumamos las bacterias y los insectos, entonces podemos decir con bastante certeza que conocemos tan sólo un 10% de la vida que hay en el planeta en el que vivimos.
¿Por qué es importante conocer la biodiversidad de nuestro entorno?
Para nuestro bienestar y también para nuestra supervivencia. La creciente e insostenible actividad del ser humano causará un nuevo cataclismo antes de que acabe este siglo si no ponemos remedio. Cuidar de la vida que nos rodea es parte de nuestra responsabilidad para mantener nuestra continuidad. Conocer sólo este 10% de las especies de organismos que hay en la Tierra es, por poner un ejemplo, como si un médico intentara curar a un paciente del que conoce sólo un 10% de sus órganos.
Si todo lo que comemos y un tercio de nuestros medicamentos provienen de la biodiversidad y en ella podemos encontrar la solución a problemas futuros, ¿por qué somos tan destructivos?
Por pura estupidez humana.
¿Diría que es más urgente ocuparnos de la pérdida de biodiversidad que de la falta de agua potable?
Ambas cosas están relacionadas. La pérdida de sistemas econaturales provoca la falta de lluvia y la sequía, la pérdida de vegetación en el subsuelo.
¿Qué podemos hacer para preservar la biodiversidad? ¿Crear reservas naturales como arcas de Noé?
Lo mejor y, a veces, la única solución posible, es crear reservas naturales lo más grandes posible.
Pero eso depende de los gobiernos.
La única solución es votar a aquellos políticos que presenten propuestas en esta línea y que puedan implementar este tipo de políticas. Por desgracia, en muchos países, incluidos los Estados Unidos, la gente no está suficientemente concienciada de este problema.
¿Cree que la Unión Europea se muestra más receptiva a la conservación?
Creo que Estados Unidos y Europa apuntan en la misma dirección. Han de llegar a ser actores muy importantes en la lucha para el mantenimiento de la biodiversidad global, sobre todo en áreas tropicales como el Amazonas, por ejemplo, que es donde se concentra la mayor riqueza. Sólo una inversión de 50 billones de dólares sería suficiente para frenar la extinción de más de la mitad de animales y especies amenazadas de nuestro planeta. Si sólo dependiera de los países industrializados y se pudiera pagar en un periodo más o menos largo de años, sería una ganga. Por lo tanto, no estamos pidiendo una gran inversión, sino las migas que sobran.
Sin embargo, la mayor riqueza en biodiversidad está en los países con menos recursos, donde, además, vive el 80% de la población del planeta.
La mayoría de las acciones para la conservación del medio ambiente en países en vías de desarrollo se han podido llevar a cabo cuando han resultado económicamente provechosas y han generado algún tipo de negocio. Existen organizaciones internacionales líderes en conservación medioambiental, como World Wild Life y Conservation International, que han emprendido proyectos para que estas acciones sean provechosas y para que la creación de estos espacios de conservación en países del Tercer Mundo resulte económicamente viable. En algunos casos, estos proyectos se han vinculado al ecoturismo; en otros, funcionan en el marco de subsidios de los países ricos a los pobres o mediante la permisividad de cultivos no agresivos en algunas de estas reservas. El intercambio de deuda externa a cambio de poner en marcha políticas ecologistas es también uno de los caminos que se pueden seguir. Otra posibilidad es el intercambio de las cuotas de efecto invernadero entre países ricos que emiten mucho y países pobres que emiten menos. Por lo que respecta a los subsidios, muchas veces, una cantidad de dinero que nosotros consideramos mínima, para los países con menos recursos puede comportar un cambio importante. Una nación que es capaz de gastarse 2,4 trillones de dólares para financiar una guerra en un lugar equivocado bien ha de ser capaz de pagar un subsidio para salvaguardar una reserva en otra parte del mundo. Estas medidas medioambientales no provocarán la bancarrota de los países industrializados, pero sí otras cosas.[pagebreak]
¿A qué se refiere?
No creo que la conservación de la biodiversidad suponga un cambio radical en la manera de vivir de los países occidentales, lo que sí demanda es un cambio radical para poder vivir dentro de nuestras posibilidades y, a la vez, hacer que nuestro modo de vida sea sostenible. Esto hará más fácil a posteriori la conservación de la biodiversidad. Lo que será bueno para nosotros será bueno también para el resto de la vida. No es que la biodiversidad esté en peligro y tengamos que sacrificarnos, sino que nosotros tenemos que cambiar porque es la única manera de que estemos bien.
¿Qué opina de la gente que piensa que datos como los que usted y otros científicos aportan son demasiado alarmistas, incluso pesimistas?
Los discursos que hacen los científicos sobre la conservación medioambiental están basados en la mejor investigación científica que se ha realizado en los últimos 20 años.
Un país que es capaz de gastarse 2,4 trillones de dólares para financiar una guerra en un lugar equivocado ha de ser capaz de pagar un subsidio para salvaguardar una reserva en otra parte del mundo
Ciencia y religión difieren sobre el origen de la vida, sin embargo, parece que usted tiene esperanza en que se alíen para conservarla.
Creo que este entendimiento es posible. De hecho, en los Estados Unidos esta cercanía entre las dos esferas, la científica y la religiosa, está triunfando. En mi libro La Creación: salvemos la vida en la Tierra, me dirigía al sector de la Iglesia católica de Estados Unidos más radical y conservador, el de los evangelistas, pensando que si puedo convencerles a ellos será más fácil con el resto. Me he aproximé a ellos con respeto, hablándoles de tú a tú y dejando a un lado las cuestiones más espinosas, como la creación. Les decía: “Os necesitamos”. Y parece que la alianza funciona porque cada vez se hacen más actividades conservacionistas dentro de los grupos religiosos y es mayor el diálogo entre las autoridades religiosas y las científicas con el objetivo de tender puentes comunes. La gente puede tener puntos de vista encontrados e incompatibles, pero es posible salvarlos cuando hay un proyecto en común y una base de respeto mutuo. Son aspectos fundamentales de la naturaleza humana y de la realidad política que muchos ecologistas olvidan. No hay suficiente con la buena voluntad de querer cambiar el mundo, a veces tienes que abrirte a otros criterios.
Además, según usted ha dicho más de una vez, ser naturalista, más que un compromiso, es un estado espiritual.
Exactamente. Para ser un auténtico naturalista es necesario tener un cierto pálpito espiritual y una cierta reverencia hacia la naturaleza, que no implica necesariamente una creencia religiosa, pero sí una reserva espiritual interior para abordar la naturaleza. Para mí, la biodiversidad es mi templo y las generaciones futuras, mi religión.
¿Por dónde se pierde cuando quiere sentir la biodiversidad?
Voy a los trópicos, a la selva, que es donde he realizado la mayor parte de mi investigación. En términos de biodiversidad, la diferencia entre los trópicos y un bosque cualquiera es la misma que existe entre Manhattan y una granja perdida en cualquier rincón del mundo.
Nadie conoce mejor a las hormigas que usted. ¿Qué ha aprendido de ellas?
He extraído muchas lecciones científicas, pero nada en cuestiones de ética. Las hormigas son las criaturas más belicosas que hay sobre la Tierra. Sus colonias siempre están en plena guerra. Y lo peor de todo es que están compuestas sólo de hembras, porque los machos aparecen sólo una vez al año y, cuando han fecundado a las hembras, son destruidos. ¡Esto, para los hombres, es terrible!
La obra de un científico brillante
El mayor punto de inflexión en la carrera de Wilson vino a raíz de la publicación en 1975 del volumen Sociobiology: The New Synthesis, en el que bajo el nombre de "sociobiología", el autor proponía una teoría consistente en el estudio sistemático de las bases biológicas de toda conducta social. Su pretensión de valorar la conducta social humana de la misma manera que la de los animales chocó entonces con una violenta oposición.
Otro concepto que debemos a Wilson es el de "biofilia", el placer espontáneo que sentimos en contacto con la naturaleza salvaje y que desarrolló en su libro Biophilia, en 1984. Después siguió el de "biodiversidad", título de un libro colectivo de 1988 y preludio de The Diversity of Life, que pronto se convirtió en el título más influyente en este campo. En 2007 publica La Creación: salvemos la vida en la Tierra, donde Wilson escribe una carta a un pastor baptista alertándole sobre las consecuencias de la contaminación, el calentamiento global y la rápida destrucción de la diversidad en la Tierra, sugiriendo que ciencia y religión han de actuar conjuntamente para resolver uno de los problemas más graves del siglo que acaba de empezar.
Su obra La conquista social de la Tierra: ¿De Dónde Venimos? ¿Quiénes Somos? ¿Adónde vamos? se basa en su notable conocimiento de la biología y el comportamiento social para demostrar que la selección de grupo, no la selección de parentesco, es la principal fuerza impulsora de la evolución humana.
Su último libro es El sentido de la existencia humana.