Genocidio
Con un carro tirado por una mula, en el Sur de Chile, la familia de Germán acompaña a la abuela tehuelche en su viaje final. Ascienden serenamente hasta la cima del volcán Chaitén, la noche que da paso a la primavera. Junto a la caldera de fuego, abierta como una boca antes de dar un beso, y divisando a poca distancia el mar, Germán pregunta.
–Padre, ¿cómo se formó el mar?
–Fue el volcán que lo parió, de una sola vomitera.
Mientras repiten cantos nunca olvidados dejan caer suavemente el cadáver de la abuela envuelta en una manta de colores azules, rojos y amarillos; con mucho cuidado hasta saberla engullida.
No lloran, saben que así es que todas las mujeres tehuelche, pocos días después, reaparecen en el mar; así es que, empujadas por una enorme aleta, reinan en las profundidades de los océanos, así es que, de tanto en tanto, salen a la superficie y echando tremendos soplidos avisan que todo está bien.
Hoy los nietos lloran. Están asesinando a las abuelas del mundo.
100.000 voces por las ballenas, antes del 31 de marzo 2014
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