La bici plegable 'made in England'
Carlos Fresneda y Manolo Vílchez siguen su viaje a cuatro manos por los rincones más estimulantes de la Gran Bretaña verde.
Visitamos la fábrica londinense de la mítica Brompton y hablamos con su inventor, Andrew Ritchie.
Mil corredores imperfectamente trajeados corren disparados hacia sus bicicletas Brompton. El primer reto es conseguir desplegarlas en cuestión de diez segundos. Una vez en el sillín, sin quitarse la chaqueta ni aflojarse el nudo de la corbata, deberán dar vueltas y vueltas al circuito de Goodwood hasta completar los 15,2 kilómetros de rigor, como si pedalearan a toda prisa rumbo a una imaginaria oficina.
Por tercer año consecutivo, el ganador del hilarante campeonato mundial de la bicicleta plegable “made in London” ha sido Michael Hutchinson, en 23 minutos y 44 segundos, y a bordo de una Brompton S6L Barcelona, edición limitada. La ganadora, Isabel Hastie, también pedaleaba en un modelo Barcelona, por algo será…
Se calcula que en Barcelona circulan hasta 9.000 Brompton, o al menos eso es lo que estima Koos Kroon, distribuidor de la marca en España y organizador del famoso campeonato que ha catapultado la imagen de la bicicleta plegable hasta cotas impensables. A pesar de la crisis, este año se espera vender unas 2.400 Brompton en España, el doble que en el 2009.
En la fábrica de Brentford en Londres, donde se llevan fabricando desde hace 35 años, han pisado entre tanto el acelerador y confían en poder llegar este año a las 40.000 unidades, fabricadas con un esmero y una calidad que las ha convertido en parte indisoluble de la mitología británica. Por algo se conoce a las Brompton como las “Rolls Royce” de las bicicletas plegables, aunque en el polígono industrial del oeste londinense se codean nada menos que con Mercedes.
Andrew Ritchie, inventor de la Brompton. |
El inventor de la Brompton, Andrew Ritchie, asegura sin embargo que su idea era más bien “crear una bici de bolsillo, algo así como el “mini” de las dos ruedas”. Ritchie estudió para ingeniero Cambridge y más tarde fue programador y horticultor, antes de que el magnate australiano Bill Ingram le propusiera hacer unos diseños para la Bickerton, pionera de las bicis plegables.
Lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en una obsesión… Brompton debe precisamente su nombre al famoso oratorio londinense que veía desde su ventana Andrew Ritchie mientras le daba vueltas y más vueltas al diseño original, allá por 1975. Un año después, con la ayuda de diez amigos que pusieron cada uno 100 libras, fue capaz de construir su propio prototipo. El resto es historia…
“Mi empeño al principio era hacer una bici lo más pequeña posible”, reconoce Ritchie. “Luego fui adaptando la idea, sacando todo el partido posible a las ruedas de 16 pulgadas. También quería hacerla más liviana, pero vi que era muy difícil bajar de los nueve kilos”.
“La prioridad fue entonces que se pudiera plegar de una manera fácil y lo más rápidamente posible, entre diez y veinte segundos”, añade el inventor de las Brompton, reconocibles tanto por su plegado ultracompacto como por la curvatura característica del cuadro. “Había un tercer requisito: la bici tenía que resultar atractiva y divertida de conducir, que ha sido siempre otro de los hándicaps de las bicis plegables”.
Las tres reglas de oro –tamaño, portabilidad y versatilidad- se fueron adaptando con los tiempos. Pero la idea básica sigue intacta, alimentada con la misma pasión de hace casi cuatro décadas por Andrew Ritchie, que a sus 66 años sigue pedaleando todos los días los 10 kilómetros que separan su casa en South Kensington hasta el polígono de Brentford, que es como su segundo hogar.
“He soltado las riendas de la compañía (Will Butler Adams ejerce como gerente) y me he propuesto dejar de venir cinco veces a la semana, pero me resulta difícil”, reconoce Ritchie, capaz de recorrer con los ojos cerrados la fábrica de Brompton, donde se diseñan y se fabrican hasta un 70% de los 1.200 componentes de la bicicleta. “La fábrica es el alma de lo que hacemos y de lo que somos: nuestro compromiso con la calidad empieza y acaba aquí”.
Le preguntamos a Ritchie si el “made in London” es intransferible… “Nuestras bicicletas serían a lo mejor un 20% más baratas si las hiciéramos fuera de Londres, pero no sería lo mismo. Quien compra una Brompton lo hace sabiendo que hay un 'valor añadido' (de los 979 a los 2.000 euros en España). Dos terceras partes de nuestra producción se exportan, sobre todo a países como Alemania, Japón o Corea del Sur, donde el hecho de estar fabricadas aquí es un garantía”.
El aumento de la producción ha obligado a externalizar algunas tareas, pero básicamente las bicicletas se producen y se esamblan aquí, en Brentford, desde la primera a la última pieza, “personalizadas” a gusto del cliente y plegadas en la recta final en el espacio “imposible” de 56 por 54 centímetros (y apenas 27 de ancho).
“Te la llevas puesta en el tren o en el metro, la puedes poner debajo de la mesa, o en un rincón del dormitorio”, explica Ritchie. “Nuestros modelos se pueden sin duda mejorar, y en ello estamos años tras año. Nuestro gran reto ahora es crecer al ritmo de la demanda. Puede que este año lleguemos a fabricar 40.000 bicicletas y la fábrica se nos puede quedar pequeña. Siempre hemos crecido en tiempos de crisis, aunque me pregunto si esta última subida tiene que ver también con un cambio profundo en la sociedad y con la pujanza de la bicicletas en las ciudades”.
“Por su calidad y su tamaño compacto, es una bici ideal para combinar con el transporte público y moverse por la ciudad”, asegura Koos Kroon, el distribuidor de la marca en España. “El auge de las dos ruedas, pese a las presiones del lobby automovilístico y la poca ayuda de algunos ayuntamientos, es ya imparable en España. También nos ha ayudado la introducción de bicicletas plegables de baja calidad que en cierto modo ha allanado el camino a la Brompton, que es esencialmente una bicicleta buena y compacta, hecha con mucho cariño y con la garantía del 'made in England”.
Fotos y vídeos: Brompton, Carlos Fresneda y Manolo Vílchez.
Un tecnosueño realizado
Uno que se dedica a comprar materias primas valiosas, gestiona la mecanización de estas, y las mete en una caja plana cuidando todos los detalles para que una cocina solar parabólica brille por sí sola en los arduos campos de la cultura energética, uno tiene sus tecnomitos. Porque cuando eres ciclista por amor al aire limpio y la movilidad inteligente, y sobre todo cuando tienes el privilegio de montar a lomos de un Brompton, querer, como sea, visitar el lugar donde una máquina verde perfecta, potente y hasta sensual, se fabrica, monta y manda al mundo, no es menos que un sueño a realizar.
Allá, con los ojos bien abiertos, recorriendo la nave de producción donde un montón de humanos con sus utillajes, las soldadoras y prensas convierten la materia prima en una de las joyas de la corona del mundo sostenible, allá disfruté como un niño. Y vi a los profesionales a gusto con sus labores, y vi un modelo de empresa que no para de subir en ventas, y creí, en el lugar, entender por qué eso ocurría, y es que las cosas que hacemos convencidos de que son buenas para el mundo, son antes buenas para quien las crea y comparte. Eso intuí recorriendo esa nave donde, de la materia prima a la caja de expedición, las Brompton de colores salen para llenar de servicios inteligentes y belleza las calles de este mundo necesitado de cientos de millones de máquinas pacíficas donde, subidos en ellas, pensemos que a la velocidad de las mariposas igual permanecemos mucho más tiempo en este hermoso planeta ciclable.
Por Manolo Vílchez