Esplendor en la granja
Carlos Fresneda y Manolo Vílchez siguen su viaje por los rincones más estimulantes y sugerentes de la Gran Bretaña verde.
Nos sumergimos en el Summer Festival de Daylesford, la avanzadilla del agroturismo británico con más de 4.000 visitantes, donde lo ecológico se funde con lo gastronómico.
Un millón de huevos al año. A Richard Smith, granjero-en-jefe de Daylesford, no se le ocurre otro número mejor para ilustrar la auténtica dimensión de este paraíso orgánico a hora y media de Londres, en el corazón de Gloucestershire, a tiro de piedra del caserón en la campiña inglesa donde David Cameron practica el arte del “chillaxing” (desconexión total) cuando rebosa el vaso del estrés urbano.
Seis mil corderos. Tampoco está mal la cifra. Todos los años, en el mes de abril, Daylesford abre sus puertas y sus corrales para el esperadísimo día del cordero. Cientos de niños acuden en colegios o con sus padres para ver la naturaleza en acción: hasta 150 nacimientos en 24 horas, el 98% de ellos sin complicaciones.
Cuatro mil doscientas cincuenta ovejas, otro dato para la posteridad. Ahí las tenemos, pastando a sus anchas por un mar de lomas verdes que comparten con 530 vacas, 300 gansos, cien patos y hasta 2.500 pavos cuando llega la Navidad. En verano o en invierno, la granja mantiene milagrosamente su pulso con un río incesante de actividades que la convierten en la gran atracción local.
Daylesford, donde lo ecológico se funde con lo gastronómico, es la avanzadilla del agroturismo británico, con un largo centenar de granjas certificadas por la prestigiosa Soil Association que abren de par en par sus puertas entre la siembra (en abril) y la cosecha (en octubre).
Pese al bajón de la crisis, las vacaciones en la granja se han convertido en la tendencia del momento
Pese al bajón de la crisis, las vacaciones en la granja se han convertido en la tendencia del momento, a la medida las familias “urbanitas”, de las parejas de “foodies” (aficionados a la comida) o de los turistas extranjeros que se escapan un par de días de Londres para adentrarse en la campiña inglesa, en las colinas de Gales, en las costas de Cornualles o en las Tierras Altas de Escocia.
“Pasábamos por Oxford y no lo pudimos resistir”, reconocen los norteamericanos Frank y Linda Hamilton, vecinos de Chicago y rondando la cincuentena, que oyeron hablar de Daylesford gracias a la serie Saturday Farm de la ITV y decidieron planear el viaje para coincidir con el anticipadísimo Summer Festival.
"La tentación de la campiña inglesa es casi tan irresistible como el de las colinas de Toscana o los campos de Provenza”, asegura Linda. “Es como un viaje mágico en el tiempo, el reencuentro con lo mejor de Europa… Y encima esta irresistible producción gastronómica de quesos, encurtidos, panes, salsas, conservas ¿Quién dijo que los ingleses no saben comer?”.
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El chef Jamie Oliver tiene mucho que ver en esta explosión gastronómica que sacude el Reino Unido. Aunque en el planeta orgánico los auténticos protagonistas son sin duda Dick y James Strawbridge, autores de La guía completa para una vida autosuficiente.
Tal día como hoy, padre e hijo muestran cómo cocinar un perfecto pudding de ruibarbo bajo el lucernario de la Escuela de Cocina de Daylesford. Hablaremos con los Strawbridge más tarde, cuando dejen de firmar a dos manos sus famosos libros de la serie Hecho en Casa, traducidos a una decena de idiomas (y publicados en España por Blume).
Digamos que hoy es el día para gozar, disfrutar y saborear la campiña inglesa, con el permiso del sol siempre esquivo que juega al escondite con las nubes. Más de 4.000 visitantes llegan al Summer Festival, el festival del verano anticipado tras una primavera fría como pocas.
“Nunca he visto nada igual en esta zona en los últimos 30 años”, certifica el granjero-jefe Richard Smith. “La siembra se ha retrasado tremendamente por la lluvia y las heladas. Algo muy raro está pasando con el clima, por más que algunos se obstinen negarlo”.
El sol golpea sin embargo con fulgor inusitado las placas fotovoltaicas, que cubren los inmensos graneros y proporcionan hasta un 30% de la energía necesaria para mantener activa la granja (con una potencia instalada 250 kilovatios). Una escultura colgante de zanahorias, tomates y apios da la bienvenida a los visitantes, que podrán disfrutar de entrada de un concierto de jazz, o dejarse caer por la “spa” donde dan masajes gratis en las manos, por aquello de aliviar el síndrome del túnel carpiano.
Curiosa mezcla ésta del jazz y la “spa” antes de ver en su salsa al toro manso de Gloucester o de asistir al esquilado en vivo de las ovejas. Los críos disfutan entre tanto en el tiovivo de la entrada, o se entretienen en el “dog show”. Aunque la atracción favorita es el tour arrastrado por tractores, a lo largo y ancho de más de 900 hectáreas de Daylesford.
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El convoy de tractores se detiene en la primera curva. Richard Smith se baja con destreza al reclamo de Glen, el perro pastor. Ante el deleite de grandes y pequeños, el perro corre raudo y pone en vereda a cuatro ovejas que se habían escapado del rebaño. Otras dos que aspiraban a saltar una cerca dan marcha atrás en cuanto ven a aproximarse a Glen, que esta misma semana participará con Richard en el concurso nacional de pastoreo.
Desde su impecable altura, habitudado a vérselas con las cámaras en Saturday Farm, Richard ejerce de auténtico “showman” en la granja. La pasión va por dentro, y sobre la marcha pedirá a los visitantes que hagan un esfuerzo y comparen el “credo orgánico” de Daylesford con la agricultura y la ganadería intensivas que han diezmado nuestros campos y nuestros platos…
“Mejor para nuestra salud, mejor para el medio ambiente y mejor para los animales”, así resume Richard los beneficios de los productos orgánicos, libres de pesticidas, fertilizantes químicos o semillas modificadas genéticamente. “Hay además un cuarto e irresistible factor: todo sabe mucho mejor. No hay nada como degustar los productos biológicos, locales y de temporada”.
Nuestra meta es llegar a la total autosuficiencia
En los ocho años que lleva gestionando Daylesford y su granja hermana (Staffordshire), Richard Smith ha decidido no sólo ser fiel a los principios biológicos que rigen desde hace treinta años, sino dar incluso un impulso innovador a lo realmente ecológico: “Nuestra meta es llegar a la total autosuficiencia. Captamos y aprovechamos el agua de lluvia. Compostamos el estiércol y lo usamos como fertilizante. Tenemos una plan de reducción de emisiones y hemos reducido al máximo el empaquetamiento de los productos para acercarnos al objetivo de residuos cero”.
Richard es mucho más que un granjero, digamos que un gran comunicador y un educador ambiental único en su especie: “Los niños tienen la llave del futuro, y nada mejor que una inmersión en la granja para dejar esa semilla que con el tiempo dará sus frutos. Una vida saludable no será posible sin una tierra saludable y unos alimentos saludables”.
Dejamos a Richard Smith con sus particular caravana de tractores, rumbo al verde inabarcable, y nos acercamos a la Escuela de Cocina donde el bigotudo Dick Strawbridge y su hijo James preparan un salpicón de mariscos ante los expectantes de una larga veintena de “foodies” (aficionados a la comida).[pagebreak]
“No es fácil ser verde” daba título a una de las primeras series televisivas de los Srawbridge, el puente ideal entre la ecología aplicada y la gastronomía. Su Guía para la vida autosuficiente es un manual impagable para una vida más sencilla, sostenible y práctica, con consejos que van desde cómo hacer tu queso y tu pan a cómo reducir al máximo los desechos, cómo capturar el agua de lluvia o cómo construir una miniturbina eólica.
En Daylesford, Dick Strawbridge ejerce además como asesor ambiental. Bajo sus auspicios se ha construido la cocina-jardín que integra prodigiosamente el huerto y los fogones en una pequeño edificio con cubierta vegetal, sistema de captación de aguas y lo último en sistemas de compostaje. Allí asistimos a la preparación de una salsa al pesto con albahaca, piñones y un toque de ajo silvestre, recién arrancado de la tierra.
Estamos asistiendo a una auténtica revolución en torno a la comida
“Comer sano está muy bien, pero hay muchas otras cosas que están a nuestro alcance y que podemos hacer sin grandes esfuerzos”, sostiene Dick Strawbridge, guía insustituible de miles de “rurbanitas” que están intentando llevar lo mejor del campo a las ciudades británicas. “Cada vez hay menos excusas para no cultivar o para no comprar unos huevos orgánicos. Estamos asistiendo a una auténtica revolución en torno a la comida que ha vuelto a unir el campo y la ciudad”.
Daylesford tiende un puente imaginario y único entre las colinas de Gloucestershire, Londres, con la tienda, café y restaurante a donde llega a diario el cargamento con lo mejor del campo. Una vez al año, la tienda de Pimlico Road se convierte en una mini-granja urbana, con las ovejas y las gallinas al alcance de los niños y no tan niños sobre el asfalto urbano. Pero no hay experiencia comparable a la del día completo en la granja, enfilando hacia Oxford y desviándose lo justo para degustar el futuro de lo ecológico y lo gastronómico.
Fotos de Carlos Fresneda |
Fotos de Daylesfordfam en Instagram
Dos entre cientos de impactos granjeros
Uno pequeño, con instantánea, el otro más intenso, con libro. Todavía recuerdo la composición que se presentó valorando a media distancia el lustre de un portentoso árbol, al poco se situaba un elegante espantapájaros y, de golpe, apareció ella, cámara en ristre. No lo pude resistir, yo mirando al ser vivo vegetal, allá plantao y frondoso, sin pájaros a la vista y ella disparando al culpable del presunto asustadizo momento. Vi vida por todos laos, vi interferencias interespecies, vi captura del momento al mismo tiempo que yo capturaba ese preciso y coincidente cuadro de una gustosa jornada visitando vida por todos laos.
En mis manos la Guía completa para la vida sostenible, que puede sonar al mítico Manual para la vida autosuficiente que tanto miramos, joer y hasta con él soñamos hacernos fuertes y valederos ante cualquier cosa que se cruzara en lo vital, hablo de los que tenemos edades de parto de cuando los humanos pisamos la Luna. El padre Dick y el hijo James de apellido Strawbridge (pongo traductor y me sale “puente de paja”) ya no dibujan, solo, si no que se fotografían con las manos en la masa, en la tierra, en el colector solar, en las conservas, vermiciomposteando y tantas tan buenas cosas como el mítico y actual libro estimulan, y lo hacen en su casa. Pero los Puente de Paja, como son del ahora, van y subtitulan el libro con: Técnicas tradicionales y últimos avances y le sigue Consejos prácticos para disfrutar de una vida más sencilla, más verde y más sostenible. Vaya, me acabo de leer lo último de Serge Latouche en la prensa sistémica y coinciden en mucho. La foto de la introducción, con los dos paisanos entre lechugas y con una cara de felicidad, de esas que se ponen cuando uno realmente se siente bien y donde tiene que estar, ya prepara el camino al paso de hojas. Acaba la intro con un “No olvide divertirse: si no sonríe, es que algo va mal”. Ahora les entiendo.
Las fotos panorámicas que les hice repartiendo recetas mano a mano con un porrón de seguidores se quedan en poco cuando venga imágenes de los ecopuenteros en acción, que si con los cerdicos, que si recogiendo plantas, que pisando barro o trenzando fibras, que tendiendo ropa, que soldando tubos, anda, probando un ariete hidráulico (aquí hay nivel). Me voy corriendo al apartado energía y residuos, qué emoción, dibujos de todo lo último e imágenes comentadas de realidades, vuelvo a los dibujos de espacios idealizados rurales, urbanos y suburbanos, no puedo remediarlo, busco por lo menos un horno solar, y me preparo para pegar un bote como salga una cocina parabólica. Nada, no pasan de barbacoa, no es extraño, con el poco sol que llega a esa Inglaterra hermosa. Entiendo la barbacoa con leña frondosa, la entiendo. Pero vamos, dura poco la desilusión cuando aparecen las propuestas de gestión y mejora de agua, el water compostero tiene lugar de honor, y yo que me siento agua, en la sección filtraje, aquí como que me lanzo a una de las balsas. Pero bueno, sí que aparecen deshidratador, ducha y colector de agua solar, ya emocionao llego a la sección microaerogeneradores, y siguen microturbinas hidráulicas. Aprobados, y un consejo, si te saliere a poco, te coges el Energía Solar Práctica de Iñaki Urkia de Pamiela, y te sacas el máster.
Me llevan al huerto, entran de lleno en la productividad del terreno, y lo primero el bosque comestible, de golpe aparece Julio Cantos (esto es mi mente) diciendo, no está mal el diseño. Se atreven con la hidroponía, que meten los mendas en un invernadero geodésico, mientras a la siguiente página el paso a paso de un fertilizante de consuelda. Anda, esquema de un disipador térmico para invernaderos, ya no lo dudo, la familia va en serio. Pero llego a la doble página de jardinería en armonía con la naturaleza y no falta de nada, busco abejas, busco murciélagos, y allá están, para bien de la vida nuestra. En la sección comida, como ellos comen de todo, hasta con el despiece de animales se atreven, paso rápido y llego a la conservas del huerto, después por supuesto de la extensa guía de variedades. En la cría de animales, volao a tomar el nivel en la sección gallinas, 8 páginas completas, planos de gallinero móvil incluido. No sé, pero tiene huevos la cosa cuando enseñan a comérselos, a estos y a las que los ponen. En fin, que lo mismo que me paso con el Manual, me miro la Guía de los Strawbrigde y me digo, al primero que se haga el 20% de lo propuesto le invito a paella sin emisiones, nos hacemos una foto y se la mandamos para que vean, que aquí en el sur también le damos, como podemos, y le daremos mucho más, a eso de vivir mejor con menos, trabajar menor y todos y siempre promoviendo el sonreír. Esto, una queja, ¿y la bici que? sólo media página para enseñar a reparar pinchazos, aquí vamos más avanzaos, por lo menos eso me creo.
Por Manolo Vílchez