El cuarto de baño ecológico
Un aseo sostenible es aquél que en lugar de despilfarrar agua, la ahorra o la reutiliza. Además, se mantiene limpio gracias al empleo de productos amables con el entorno.
Un cuarto de baño mal equipado puede representar un auténtico despilfarro para la economía doméstica y para los recursos naturales. Si se tiene la intención de reformarlo o se disfruta de la oportunidad de diseñarlo en una obra nueva, vale la pena tener en cuenta algunas ideas para hacer de este espacio un auténtico oasis de bienestar.
La gestión del agua es el tema clave desde el punto de vista ambiental y económico. En un hogar medio, por la cisterna del váter se va un tercio del agua consumida, y eso si el tanque no pierde ni una gota, algo que no suele ocurrir.
Un goteo imperceptible puede representar un gasto de agua de 2.800 litros al mes, así que se recomienda asegurarse de que la cisterna no pierde. Para ello, se tiñe el agua con un poco de zumo de remolocha y esperamos 20 minutos para comprobar si el agua de la taza cambia de color.
Reemplazar o modificar la cisterna
Aunque no haya una pérdida, si el modelo es antiguo, puede ser buena idea reemplazarlo por uno más moderno que descargue menos agua. Los depósitos actuales se llenan con unos seis litros, mientras que en las cisternas antiguas caben hasta 20 litros o incluso más. A veces, es posible que no haga falta cambiar toda la cisterna, sino solamente adaptar una válvula nueva que permita interrumpir la descarga. De hecho, las cisternas nuevas vienen con mecanismos de interrupción voluntaria o de doble descarga. Otra opción para reducir el volumen de la descarga es meter botellas llenas de agua.
El baño será aún más amistoso con el entorno si lo dotamos de un sistema de aprovechamiento de las aguas grises. Cada vez que tiramos de la cadena del inodoro se van de cinco a diez litros de agua potable por el desagüe, y muchos más se desperdician al lavarse las manos, ducharse, lavar los platos o la ropa. Teniendo en cuenta que el precio del litro de agua para beber se acerca al de la gasolina y que el cambio climático traerá en el futuro mayor escasez, utilizar siempre agua potable es un auténtico derroche de recursos.
Lo sensato es que a cada hogar lleguen dos tipos de suministros de agua, uno con calidad para beberla y otro para los demás usos. O que las casas incorporen obligatoriamente sistemas de reciclaje de las aguas grises. Actualmente, no ocurre ni lo uno ni lo otro: se compra agua embotellada para beber y se tira la potable.
Hasta que las cosas cambien, la única solución es instalar individualmente un sistema de recuperación que puede ahorrar hasta 45 litros de agua por persona y día; es decir, la mitad de la consumida normalmente. Además, la reutilización disminuye la carga de trabajo de las depuradoras municipales y, por tanto, ayuda a reducir los costes de la potabilización.
Las ideas para reciclar las aguas grises van de lo improvisado y artesanal a las instalaciones que permiten olvidarse del tema. Un equipo completo que incluya depósitos y tuberías con el fin de recuperar las aguas procedentes de duchas, bañeras y lavabos para su uso en la cisterna del inodoro, la limpieza de suelos y el riego puede costar menos de 1.500 euros, mientras que una instalación que incluya depuradora vale unos 4.500. En las casas con jardín o huerto es posible reutilizar las aguas grises directamente para el riego, pero la mejor opción es completar el sistema con una depuradora biológica a base de arenas y plantas que absorban contaminantes. El sistema suele constar de un filtro, un conjunto de tres depósitos –de sedimentación, de degradación biológica o esterilización con luz ultravioleta y de almacenamiento– y una bomba.
Soluciones caseras
Los sistemas completos de reutilización resultan difíciles o imposibles de instalar en los pisos. En éstos hay que aplicar la inventiva. Nada nos impide colocar una palangana en el lavamanos para recoger el agua y, después, reutilizarla. En realidad, todos hemos recurrido a este sistema en un momento y u otro esperando a que vinera el fontanero a arreglar la cisterna. Otra posibilidad es utilizar un simple tubo para desviar el agua que sale del lavamanos hacia la cisterna del váter.
Uno mismo puede fabricarse una manguera con bomba de mano –se compran en tiendas de marinería– para reutilizar el agua de la bañera en el jardín o trasladarla a cualquier lugar de la casa o fuera de ella. ¿Y por qué no usar ese agua para lavar la bicicleta o el coche?
Por otra parte, la filosofía de la reutilización puede incorporarse en muchas situaciones cotidianas. Por ejemplo, el agua que se ha empleado en la cocción de alimentos y que está enriquecida con vitaminas, minerales y otras sustancias nutritivas resulta excelente para el riego de las plantas (cuidado, no la eches mientras esté caliente).
Reciclar agua con total seguridad
• No todas las aguas pueden reciclarse sin tratamiento previo. Se consideran aptas las procedentes del lavamanos, la bañera, la ducha y la lavadora. Las de la cocina necesitan filtrado y las del retrete son aguas negras que deben ir al desagüe o a una depuradora.
• Hay que usar productos de higiene y detergentes ecológicos, es decir, que sean biodegradables y que no contengan sustancias nocivas para el entorno. Esto es especialmente importante cuando se emplea el agua para el riego.
• Cuidado con el huerto. No hay que regar con aguas grises el huerto del que se obtienen alimentos, a menos que hayan recibido un tratamiento biológico. Por otra parte, es necesario señalizar las salidas de aguas grises para que nadie las beba por error.
La ducha
Las duchas de cinco minutos consumen unos 130 litros de agua y representan la quinta parte del gasto doméstico. Si pensamos en las veces que usa al día la ducha una familia de cuatro miembros, se nos ponen los pelos de punta. Para reducir este gasto a la mitad, basta con instalar un teléfono de ducha dotado de perlizador –mezcla de aire con agua– que, además, hace que el chorro resulte más agradable sobre la piel.
Efectos secundarios de las siliconas
Fontaneros, albañiles, marmolistas y demás profesionales entran siempre en el baño armados con un pistolón de silicona para evitar que el agua se filtre por los rincones. La intención es buena, pero puede tener efectos secundarios. A veces, en un exceso de confianza, usan dentro de la casa productos que están pensados para exteriores, como ciertas siliconas que liberan compuestos contaminantes para la atmósfera interior. Otras llevan fungicidas que favorecen la aparición de bacterias resistentes al tratamiento con antibióticos. Las mejores elecciones como materiales para el sellado son los productos a base de látex, que se lavan sin problema con agua y jabón, seguidos de los selladores acrílicos y de las siliconas de interior y libres de fungicidas.
Suelo y paredes
La opción clásica –el alicatado– es también recomendable desde los aspectos ecológico y sanitario. Es cierto que la producción industrial de cerámica consume mucha energía, pero resiste muy bien la humedad. En caso de reforma, si los azulejos existentes no están en malas condiciones, se puede pensar en dejarlos y darles una lechada nueva que repare las grietas. Con un poco de imaginación, el baño adquirirá una imagen retro o rústica que resulte más atractiva que el típico aseo impoluto. Otra alternativa es adquirir azulejos reciclados o usarlos sólo en los puntos más sensibles y pintar el resto del baño con métodos y productos impermeabilizantes.
Por otra parte, para evitar la aparición de mohos entre los azulejos y en los rincones, es importante que la humedad se elimine rápidamente después de utilizar el baño. Una manera de comprobar si la humedad permanece demasiado tiempo es contar cuántos minutos dura el cristal empañado tras una ducha caliente. Si dura más de diez minutos, puede ser interesante instalar un pequeño extractor de aire que acelere la ventilación.
La bañera
Antes de comprar una bañera nueva, ¿por qué no hacer una visita a los anticuarios? Quizá una pieza descartada por otro nos seduzca. Ahora bien, si acabamos decidiéndonos por una nueva, el hierro o el acero con acabado de porcelana son las mejores opciones. Pueden durar 50 años o más, aunque si se usa mucho, estos materiales tienen el inconveniente de que pierden el calor rápidamente. Las bañeras acrílicas lo retienen mejor, pero su vida es mucho más corta y se agrietan con relativa facilidad.
Los muebles del baño deberían ser de madera maciza –con sello FSC que garantice la producción sostenible, si es posible– porque resiste mucho mejor la humedad que los contrachapados, que se encolan con pegamentos que pueden liberar gases tóxicos. Los muebles reciclados son una alternativa excelente.
Finalmente, si hay suficiente luz natural, es buena idea colocar alguna planta que disfrute de la humedad. El baño verde se completa con bombillas led que poseen muchas ventajas sobre compactas fluorescentes y halógenas.
Sin cloro
El cloro es una de las sustancias más tóxicas que existen y lo malo es que entramos en contacto con él todos los días en nuestras propias casas. Las industrias que lo utilizan alegan que es una sustancia natural y que no genera grandes problemas, pero en la naturaleza no se encuentra puro, sino formando parte de compuestos inocuos como la sal común (cloruro de sodio). Es al aislarlo de forma artificial cuando se convierte en un problema.
El proceso de producción del cloro, que tiene el honor de haberse convertido en la primera arma química durante la Primera Guerra Mundial, ha significado la liberación al entorno de toneladas de mercurio y otros contaminantes ambientales altamente tóxicos que a menudo acaban en los alimentos humanos, sobre todo en el pescado y en productos de origen animal.
Al ducharnos, el cloro, los trihalometanos y otros compuestos se volatilizan y favorecen los ataques de asma, además de que el contacto directo del agua clorada con la piel y el cabello altera su delicado equilibrio natural. Para resolver este problema, disponemos de los filtros de resina KDF (Kinetic Degradation Fluxion), que transforman el cloro del agua en inofensivo cloruro de cinc. Se combinan con filtros de carbón activo para aumentar la eficacia y reducir la dureza del agua. Estos filtros no sólo eliminan el cloro, sino que, además, reducen los metales pesados como el plomo y el mercurio y elementos como las bacterias y las algas.
Reluciente sin química
La excesiva limpieza del baño se ha asociado tradicionalmente con la higiene compulsiva y el uso innecesario de potentes productos químicos que en sí mismos son una amenaza para la salud y el entorno.
• La popular lejía es hipoclorito sódico, una sustancia altamente irritante para la los ojos, la nariz, la garganta y los pulmones que cada año causa miles de intoxicaciones al ser ingerida accidentalmente por los niños. Es cierto que tiene prestigio popular como desinfectante, pero su empleo en la mayoría de los casos no está justificado. Por otra parte, contiene cloro, una de las sustancias que se trata precisamente de evitar en el hogar sano y en la higiene sostenible del baño. De hecho, éste se halla en todos los productos que la incluyan como ingrediente. Además, los detergentes, al entrar en contacto con sustancias orgánicas, favorecen la aparición de dioxinas cancerígenas y sustancias precursoras de las dioxinas, clorofenoles y trihalometanos.
• Las alternativas naturales y caseras son perfectamente capaces de dejar el baño reluciente sin necesidad de recurrir a productos sintéticos:
– Con unas gotas de aceite de almendras dulces, el mismo que utilizamos para hidratarnos y cuidarnos la piel después de la ducha, podemos eliminar las huellas del agua en las mamparas de cristal y en los espejos.
– Una mezcla de agua caliente y vinagre blanco, mezclados a partes iguales, hace que los azulejos brillen. Sólo hay que pulverizar el detergente casero y secar inmediatamente con un paño. Para las superficies más sucias, se puede usar el estropajo con una mezcla de agua con percarbonato sódico.
– El vinagre caliente sin diluir se emplea también en los sanitarios y la bañera. Después de esparcirlo, se frota con un paño seco.
– Los espejos y ventanas del cuarto de baño se lavan simplemente con agua y jabón y, luego, se seca con papeles de periódico, de la misma manera que lo hacían nuestras abuelas en el pasado. Eficaz y ecológico.