Tras los pasos de Buda, por el camino de la moderación

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Transitar a una distancia equidistante de las pasiones para vivir con serenidad y moderación no solo sana nuestras emociones sino que también nos libera.

SXC

Si observamos la historia de la humanidad, comprobaremos que hemos avanzado a base de bandazos entre extremos. En la era moderna, el bloque del Este ha pasado de la austeridad del comunismo a un desenfreno capitalista que ahora ha paralizado el embate de la crisis. De la religiosidad dogmática de nuestros abuelos hemos saltado a un mundo sin creencias. ¿Por qué está tan poco transitado el camino del medio?

El camino de Buda

El príncipe Siddhartha Gautama, que acabaría siendo conocido como Buda, vivió una infancia y primera juventud rodeado de todos los placeres y comodidades imaginables. Debido a un oráculo que, a su nacimiento, había pronosticado que devendría un místico, su padre lo mantuvo alejado de los dolores y miserias del mundo. Sin embargo, en una breve escapada de palacio, tuvo cuatro encuentros que contrastaban con el mundo de lujo y delicias que había conocido: un viejo, un enfermo, un muerto y un asceta. Tenía 29 años cuando descubrió el sufrimiento. Decidió entonces abandonar a su esposa y raparse el pelo para lanzarse a los caminos a buscar la verdad a través de las privaciones. Casi desnudo, ayunaba hasta la extenuación porque pensaba que en el sacrificio encontraría la sabiduría, cosa que no logró.

Después de llegar a la iluminación bajo un árbol, llegó finalmente al camino del medio. Es decir: la felicidad y la sabiduría no se encuentran en el exceso ni en la privación de las cosas buenas de la vida, sino en un punto medio que nos permita disfrutar sin hacernos daño. Cuando hablaba de la importancia de huir de los extremos, Buda no se refería solo a placeres sensoriales como la comida o la bebida, también apuntaba a excesos de origen espiritual o psicológico tan vigentes como:

 La adicción a la felicidad y el terror al sufrimiento. La creencia de que estamos obligados a ser felices permanentemente nos crea angustia y nos lleva a caer en el extremo opuesto: la depresión y el pesimismo. Nuestro propio miedo al sufrimiento hace que seamos incapaces de disfrutar de los momentos de felicidad que nos procuran los placeres sencillos.

· El anhelo de riqueza más allá de nuestras necesidades. La actual crisis es producto de la fijación por acumular el máximo de ganancias con el mínimo esfuerzo. Las consecuencias de esta actitud nos han llevado al otro extremo: un estado de pavor generalizado que ha paralizado inversiones y proyectos.

· La necesidad de alabanzas y el horror ante las críticas. La cultura de los extremos también está presente en nuestra propia imagen. Frente a las personas con baja autoestima que se desprecian, están los narcisistas que necesitan ser admirados y ensalzados constantemente y que reciben cualquier comentario como un ataque.

·  La lucha por obtener fama y renombre. El deseo de estar en la cima y mirar a los demás desde lo alto ha propiciado una competitividad feroz en todos los ámbitos sociales, hasta llegar a la humillación de los reality shows televisivos, en los que los participantes están dispuestos a hacer el ridículo para gozar de unos minutos de protagonismo.

La vía natural del Tao

En la misma época en la que Buda descubría la vía media para hallar la sabiduría y la liberación, Lao Tsé sembraba las claves del taoísmo a través del Tao Te Ching. En este pilar de la espiritualidad oriental encontramos el ideal de moderación para evitar los conflictos y alcanzar nuestras metas: “Quien se pone de puntillas no estará de pie mucho tiempo. Quien da largos pasos no llegará muy lejos. Quien se exhibe demasiado es porque no tiene luz. Quien se alaba a sí mismo no es brillante. Quien se enaltece no merece honores. Quien se glorifica no llega a meta. Para el Tao, estos excesos son como excrementos y restos de comida que a todo el mundo repugnan. Por eso, quien posee el Tao no se detiene en ellos”.

Este enfoque de la realidad ha resistido el paso de los milenios hasta la actualidad, ya que en la cultura china está muy mal visto que una persona muestre emociones extremas como enfado, pasión o entusiasmo en público.

Desde un punto de vista psíquico, la discreción con la que el pueblo chino ha llevado su desarrollo explica que lideren la economía sin que tengamos noticia de grandes personalidades que se ponen la medalla, como es el caso de Occidente.[pagebreak]

El último patriarca del budismo chan, que en Japón pasaría a llamarse zen, el maestro Hui-Neng, recomendaba en el siglo VII las siguientes medidas para devolver a los demás a la vía del medio:

Cuando alguien os pregunte sobre el Ser, contestadle con el No-ser.
Si os preguntan sobre el No-ser, contestad con el Ser.
Si os preguntan acerca del hombre corriente, responded en términos de sabio.
Si os preguntan por el sabio, hablad en términos de un hombre corriente.A cada pregunta, responded siempre con su opuesto, pues a través de este método de opuestos complementarios surge la comprensión del Camino del Medio.

Fórmula del mitad y mitad

Siguiendo con la evolución de la moderación en el pensamiento chino, nos encontramos en el siglo XVI con un texto muy lúcido de Li Mi-an. En su Canción de  mitad y mitad vemos condensada de forma práctica la filosofía que descubrió Buda bajo el árbol de la iluminación:
Lo mejor suele ser en este mundo
descubrir lo que está entre los extremos;
el mitad y mitad, fórmula mágica,
te dará mil y mil satisfacciones.
En mitad de la vida es cuando el hombre
con más fuerza y mejor siempre se siente.
Vastas esferas entre cielo y tierra.
La casa tenla entre ciudad y campo.
Tu granja entre los montes y las riberas.
En una mitad sabio, en otra hidalgo,
vive a medias de esfuerzo y de reposo.
Sin aislarte; no des muchas confianzas.
Procura que en tu casa haya de todo,
sin nada de ostentoso ni que imponga.
Tus criados, ni tontos ni muy listos.
Bonita tu mujer, mas con mesura.
Te sentirás así mitad un Buda,
mitad un santo que en el Tao se complace.
Con medio ser regresa al Padre Cielo;
la otra mitad entrégala a tus hijos;
piensa a medias en los que llamas tuyos
y a medias en que Dios nos pide cuentas.
Cuando te embriagues, hazlo siempre a medias;
la flor abierta a medias es más linda;
con medias velas bogan bien las naves
y a medias riendas trotan los caballos.
Quien pasa la mitad añade angustias,
quien la mitad no tiene siente celos.
Si todo en nuestra vida es agridulce,
tomarlo todo a medias es lo justo.

Esta canción es un buen mantra contra la era de los extremos, como definió Eric Hobsbawn el siglo XX. Según este historiador británico, la modernidad se ha caracterizado por la violencia y por los desequilibrios grotescos que nos han llevado al actual estado de colapso.

Los medios de comunicación nos transmiten a través de las noticias una visión del mundo llena de opuestos aparentes, lo cual sólo agita el odio y el deseo de destrucción del supuesto enemigo.

Ante los problemas globales que aquejan nuestro planeta, sin embargo, la única solución es hallar un camino del medio en el que quepamos todos y podamos sumar un esfuerzo común para mejorar el mundo.

No obstante, para hallar esa vía del medio entre culturas es necesario que cada persona se modere individualmente y, como sugiere Li Mi-an, descubra las ventajas del mitad y mitad.

El medio dorado

Hemos dedicado la mayor parte de este artículo a examinar la vía media desde un punto de vista oriental, pasando por India, China y Japón, que nos servirá para cerrar estas páginas. Los antiguos griegos, sin embargo, también se ocuparon de esta fórmula para una vida armónica. Aristóteles hablaba del medio dorado y llegó a afirmar que “toda virtud es un punto medio entre dos extremos, cada uno de los cuales es un vicio”.

Sobre esto, el catedrático de filosofía Eduardo Saxe Fernández afirma que cada persona debe descubrir por sí misma su propio término medio entre estos extremos perniciosos: “Es posible sentir las emociones del miedo, la confianza, el deseo, la cólera, la compasión, el placer, el dolor, demasiado o demasiado poco, y en ambos casos erróneamente (…) El vicio es o bien lo extremo, el exceso o el defecto, y la virtud es el término medio. Es mediante el poder racional del alma que se pueden controlar las pasiones y orientar la acción (…) La virtud es un estado adecuado para realizar selecciones razonadas, ubicándose en el bien relativo, determinado por la razón y la sabiduría práctica. Virtud es el acto de realizar una elección de acuerdo con un término medio”.

Saxe Fernández pone por ejemplo el caso de la comida, que lógicamente es distinta para un atleta adulto que para un niño pequeño, pero la templanza señala los extremos (glotonería, exceso, y muerte por hambre, carencia o ausencia) de lo que constituiría un vicio para esa determinada persona. “Igualmente –dice– cuando uno regala dinero, buscando un medio entre prodigalidad y avaricia, la cifra que obtenemos no es una cifra absoluta sino relativa al dinero que se posea o disponga”.

Volviendo a los griegos, los hedonistas buscaban los placeres y el lado soleado en la vida, pero recomendaban moderación para poder continuar disfrutando sin tener que sufrir.

Séneca también prevenía del peligro que comportan los excesos, no solo en la comida y la bebida, sino también en la oratoria. Aquello que se da en una cantidad desmesurada, también las palabras, acaba por empachar y produce un efecto contrario al buscado: deja de ser un placer para convertirse en una molestia.[pagebreak]

El secreto último

Un cuento tradicional zen cuenta la historia de un hombre muy rico que no soportaba gastar ni siquiera un céntimo de su dinero. Un día, el maestro de zen Mo Hsin fue a visitarlo y le dijo:

– Suponga que mi puño estuviera cerrado así para siempre, desde el nacimiento hasta la muerte, sin cambio; ¿cómo llamaría a esto?
– Una deformación.
– Suponga que esta mano estuviera abierta así para siempre, desde el nacimiento hasta la muerte, sin cambio; ¿cómo llamaría a esto?
– Eso también sería una deformación.
– Entonces, solo es preciso que usted comprenda lo que acabamos de conversar para que se convierta en una persona rica y feliz.

Esta fábula nos enseña que la vía del medio no es una opción conservadora ante la vida, sino que se trata de aplicar la inteligencia en la gestión de nuestros propios recursos. Implica hallar un equilibrio entre el dar y el retener, entre la actividad y el descanso, entre el ruido y el silencio.

Al final, como decía el propio Buda, conviene ser moderados incluso con la moderación.

 

Propuestas para vivir el camino del medio

En una sociedad que promueve los extremos resulta difícil encontrar la senda de la moderación. Para ello, las siguientes propuestas pueden ayudarnos a encontrar el equilibrio para vivir en armonía:

No emitir juicios. Toda opinión sobre terceras personas es una sentencia que nos sitúa en un extremo del espectro. Para librarnos de dictaminar que alguien es bueno/malo, justo/injusto, etc. lo mejor es no pronunciarnos.

Practicar “lo contrario es lo conveniente”. En momentos de crispación, una buena terapia es hacer justamente lo contrario de lo que nos pide el cuerpo. Si la indignación nos mueve a insultar a alguien, dedicarle unas palabras amables. Si estamos tristes, salir a la calle como si el corazón estuviera de fiesta.

Huir de las dietas salvajes. Así como hay que evitar los atracones fruto de la ansiedad, la vía del medio desaconseja castigarnos con privaciones extremas que, además, no son duraderas, ya que el cuerpo tiende a recuperar lo que le hemos quitado, a no ser que sigamos una dieta basada en la moderación.

• Introducir el sí, pero. Un antídoto contra la visión en blanco y negro es trabajar los matices. En lugar de posicionarnos de forma radical, para empezar a ver la gama de grises hay que distinguir lo malo de lo bueno y lo bueno de lo malo.

Diversificar las compañías. Otra manera de huir del pensamiento único es frecuentar personas variopintas que nos aporten una mirada diferente. Cuanto más amplio sea el abanico en el que nos movamos, más fácil será resistir la tentación de caer en los extremos.

Evitar los debates políticos y las polémicas. En privado y en público, son un acto de autoafirmación y búsqueda de enemigos que nos aleja de la equidistancia con las personas y acontecimient

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