Tejados verdes en las escuelas
Las cubiertas vegetales se propagan por los colegios de Nueva York como laboratorio de ecología urbana
Manhattan empezó a ponerse verde por el tejado. Primero fueron las granjas en las azoteas, con los tallos de las coles y los palos de las tomateras formando el “skyline” vegetal en Eagle Street y en Brooklyn Grange. Ahora le llega el turno a escuelas, con la cubierta vegetal del Greenwich Village School (PS41) marcando el horizonte de la educación ambiental a cielo abierto.
Nos fuimos de Nueva York cuando el proyecto pionero del PS41 echaba alas y regresamos a tiempo para verlo en todo su esplendor, gracias al trabajo infatigable de Vicki Sando, profesora y madre, que al cabo de una larga década está recogiendo la cosecha.
“A las nuevas generaciones les esperan tiempos duros por nuestra propia indolencia”, advierte Vicki. “Y la mejor manera de despertar su conciencia es exponiéndoles al medio ambiente desde pequeños y en las ciudades, que es donde más se va a sentir el impacto del cambio climático”.
Vicki empezó como madre concienciada, cuando su hijo Marcus estaba en preescolar y en el 2003 creó el primer jardín comestible en el patio de la escuela. En el 2006 se subió a la azotea y calibró lo que haría falta para convertirla en un tejado verde “extensivo” de 1.400 metros cuadrados, con un sustrato de 11 a 17 centímetros y una cubierta compuesta sobre todo por crásulas, gramíneas y plantas nativas de Nueva York (y aderezada con plantas medicinales de flores vistosas como las milenramas o las equináceas).
Cuatro años le costó lograr los fondos (1,5 millones de euros) para ver reverdecer el proyecto de sus sueños, gracias a la colaboración de una larga decena de empresas y organizaciones, y a la implicación de la asociación de padres (capitaneada por Michelle Farinet) y de la propia directora de la escuela, Kelly Shannon.
En el 2012, el tejado verde del PS41 (con el Empire State marcado el norte y el World Trade Center en el cercano sur) se convirtió en referente obligado y en punta de lanza de un movimiento que está transformando desde lo más alto las escuelas de Nueva York.
“Hay 1.500 escuelas públicas en la ciudad, y si una parte de ellas contara con tejados verdes, el impacto sería muy significativo a la hora de reducir el consumo de energía, combatir el efecto de 'isla de calor' y capturar el agua de las tormentas”, explica Vicki Sando. “Y eso por no hablar de la creación de hábitats naturales para la vida silvestre, que son también marcos ideales para la educación ambiental”.
“Es increíblemente importante que los niños reconecten con la naturaleza para despertar su interés ante los problemas ambientales que les dejamos en herencia y vislumbrar las soluciones”, recalca Sando, convertida ahora en profesora de Green STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).
Entre otras cosas, sus alumnos han contribuido a calcular los aproxidamente 700.000 litros de agua de tormentas que la cubierta vegetal contribuye a “amortiguar” al año. O el 22% de ahorro de energía en el edificio por la mejora del aislamiento. Los paneles solares y la mini-turbina eólica sirven de paso para introducir a los chavales en los intersticios de las energías renovables.
“El tejado es también un laboratorio al aire libre para medir la contaminación ambiental, para la observación de las aves, para estudiar la vida de los insectos o para pequeños proyectos de ingeniería”, explica la profesora del PS41, que ocasionalmente se lleva a sus alumnos al antiguo ferrocarril elevado del High Line, convertido ahora en parque en la alturas (y en aula a cielo abierto para más de 20.000 estudiantes, que recorren con perplejidad los dos kilómetros de hierro y vegetación entre rascacielos).
Nueva York tiene sin duda algo que te impulsa a mirar hacia arriba y a apuntar bien alto. En eso está hora Vicki Sando, mano a mano con Emily Fano (directora del programa de Eco-escuelas de la National Wildife Federation), diseñando una guía práctica sobre cómo impulsar y construir tejados verdes en los colegios: “A nosotros nos llevó tiempo porque fuimos de algún modo pioneros. Pero con las herramientas que tenemos ahora y con la conciencia ambiental cada vez más mayor, cualquier colegio debería ser capaz de reverdecer su tejado en tres años”.
El aula en el invernadero
New York Sun Works da nombre a uno de los proyectos más innovadores de educación ambiental en al Gran Manzana. Son ya 86 los invernaderos, gran parte de ellos instalados en escuelas públicas, que hacen las veces de laboratorios urbanos donde más de 26.000 estudiantes le toman la medida a los retos de las grandes ciudades en el siglo XXI. En el Greenhouse Project, todo gira alrededor de los cultivos hidropónicos (usando agua con disoluciones minerales en vez de tierra), uno de los métodos más avanzados de agricultura urbana. Los estudiantes se familiarizan con la selección de semillas, con la combinación de nutrientes, con el control del crecimiento de las plantas, con el compostaje, con la captura del agua de las lluvias, con las piscifatorías de agua dulce… Una vez al año, los estudiantes comparten sus experiencias en la Conferencia de la Juventud, que apadrina proyectos para dar continuidad a toda la sabidurá “natural” acumulada. El objetivo es fomentar “mentes sostenibles” en “ciudades sostenibles”, en pleno proceso de adaptación al cambio climático.
Greenhouse Project, centro de aprendizaje práctico para escolares. Foto: ©Isaac Hernández