¿Por qué no hacemos “clic” con el cambio climático?

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George Marshall, fundador del Climate Outreach, ahonda en las razones por las que nuestros cerebros no "despiertan" ante la amenaza del cambio climático. 

Estos días publica en el Reino Unido la versión de bolsillo de Don't ever think about it (“Ni se te ocurra pensar en ello”).

¿Por qué no hacemos "clic" con el cambio climático? ¿Por qué se nos cruzan los cables y torcemos el gesto ante la fatídica combinación de palabras? ¿Cuál es la razón de fondo de esta pasividad que nos rodea, pese a todo lo que está en juego? A todas estas preguntas incómodas responde el activista y "comunicador" del clima George Marshall...

“Nuestros cerebros están programados para responder a amenazas concretas, visibles y urgentes. Somos capaces de vislumbrar el futuro, pero no reaccionamos hasta que tenemos el peligro delante. Y por eso una amenaza abstracta, invisible y hasta cierto punto “lejana” como el cambio climático no provoca una acción colectiva”.

George Marshall, fundador del Climate Outreach, ha adoptado una postura autocrítica y no siempre bien comprendida hacia el tema. Estos días se publica en el Reino Unido la versión de bolsillo de Don't ever think about it (“Ni se te ocurra pensar en ello”), su manera personalísima de ahondar en las razones por las que nuestros cerebros no "despiertan" ante lo que se nos viene encima... “El cambio climático es como un punto ciego, como ese espacio que no vemos cuando estamos conduciendo y miramos con el rabillo del ojo por el espejo retrovisor”.

Nuestros cerebros están programados para responder a amenazas concretas, visibles y urgentes. No reaccionamos hasta que tenemos el peligro delante

La clave, en el arranque del libro, se la da a George Marshall el psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman, autor de “Pensar rápido, pensar despacio”... "Para que la gente se movilice por una causa, ha de existir un componente emocional. Sea lo que sea, tiene que percibirse como respuesta a un asunto inminente y prominente, que sobresalga con fuerza propia sobre todos los demás".

“No es precisamente éste el caso del cambio climático”, atestigua George Mashall, con quien coincidimos en plena estación londinense de Paddington. “Mira a tu alrededor y pregunta a cualquiera: estoy seguro de que nadie incluiría el tema que nos ocupa entre sus diez prioridades en este momento”.

“En todo caso, alguien mencionaría el cambio climático si le preguntas por sus preocupaciones “ambientales” o si proyectas el tema hacia el futuro”, recalca Marshall. “Pero nadie lo ve como la Gran Amenaza del momento. Ese es un hándicap con el que partimos y que tenemos que asumir… Estoy seguro de que si alguien dijera ahora mismo por megafonía que el cambio climático es un problema existencial, le arrestarían sin contemplaciones”.

Con grandes dosis de autocrítica y humor, lejos de cargar las tintas sobre los escépticos del clima, George Marshall propone en su libro un inusitado punto de encuentro: "Estamos ante una decisión colectiva y no podemos excluir de esa decisión a la "otra" mitad de la población. Más bien al contrario, hay que tender puentes, encontrar líderes sensibles al mensaje en el "otro" lado y cambiar necesariamente de narrativa".

Estamos ante una decisión colectiva y no podemos excluir de esa decisión a la "otra" mitad de la población

Ni se te ocurra pensar en ello traza el camino hacia ese "cambio de narrativa". Marshall no nos abruma con estadísticas irrebatibles ni con advertencias apocalípticas, sino más bien con apelaciones emocionales y al sentido común… "La ciencia ya se ha pronunciado mayoritariamente, pero la gente se mueve ante todo por señales sociales. Tenemos que derribar las barreras ideológicas que han convertido el problema en un arma arrojadiza de la izquierda y en una bestia negra de la derecha. Necesitamos crear un debate robusto y avanzar hacia un movimiento inclusivo, que no deje a nadie fuera".

Algo se mueve en el aire, y la entrada en juego del Papa puede haber sido en su opinión el factor que altere la dinámica, a tiempo para la cumbre del clima de París: “Francisco no sólo se ha desmarcado con una Encíclica histórica, sino que ha invitado a la Iglesia Católica a una conversación inspirada por su mensaje y que ahora mismo se está teniendo en todas las parroquias del mundo. Y estamos hablando de más de 1.200 millones de personas”.

Según Marshall, la otra parte fundamental que también hay que incorporar a la conversación es el poder económico, y en ese sentido también percibe los primeros movimientos: “Hasta ahora se consideraba el cambio climático como un problema ambiental, pero las empresas están despertando y empiezan a asumir que estamos principalmente ante un problema económico que puede comprometer su propio futuro”.

La campaña de Desinversión en combustibles fósiles es un síntoma de que las cosas están cambiando en las altas esferas: “Lo que hasta ahora existía era una profunda desconexión psicológica entre las causas y los efectos de nuestro comportamiento en el planeta. Parece que las cosas están cambiando”.

Ahora bien, conviene no poner todas las apuestas en el casillero de París, como si fuera la última oportunidad para “salvar el planeta”… “Me preocupa la repetición del mismo lenguaje que en la cumbre de Copenhague”, advierte Marshall. “París es importante, y están pasando cosas muy interesantes, pero los activistas no pueden volver a jugarse el todo por el todo sin tener en cuenta a la “otra mitad”. Hasta que la mayoría de la población no se comprometa, no vamos a tener el impulso que necesitamos. La presión popular será la que haga actuar a los políticos”.

Los nuevos “mandamientos” del clima

• Crear una narrativa de cambio positivo, que la adaptación al cambio climático no se limite a una manera de "protegernos" sino de oportunidad para crear un mundo más sostenible, equitativo y justo.
• No alimentar las divisiones ni caer en la trampa de la negatividad, impulsar una dinámica de cooperación (no necesariamente de unidad) y aceptar un amplio espectro de actitudes hacia el problema.
• Crear momentos simbólicos de proximidad para aumentar la conciencia de la opinión pública (como la resistencia al oleoducto entre Alberta y Texas).
• Ser honestos sobre el peligro, pero hacer al mismo tiempo la conexión entre las "soluciones" al cambio climático con las fuentes de felicidad humana, y no con la privación material.
• Mantener una mente abierta, no convertir el ecologismo en una religión (y estar dispuestos a aprender incluso de las religiones).
• Contar historias personales y reconocer el peso de nuestras decisiones individuales en el aumento de las emisiones.
• Reconocer la ansiedad y el "dolor" por lo que queda atrás: apreciar lo que aportó la era de los combustibles fósiles -pese a sus negativos efectos sobre el medio ambiente- y celebrar los "nuevos placeres" del mundo bajo en emisiones (entre los que no estará el rugido del Ford Mustang V8).

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