La "batalla" del clima

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Glasgow es la hora "H" del clima, seis años después de la cumbre de París

Mucho ha llovido desde el Acuerdo de París. Los termómetros han subido a la par que las tensiones internacionales, la ola de los nacionalismos y la sacudida de la pandemia. El mundo está mucho más fragmentado y dividido que hace seis años: bajo el espectro de una nueva "guerra fría" entre Estados Unidos y China, con países como Brasil y Australia alimentando el negacionismo del clima y con la Unión Europea en crisis, tras el "zarpazo" de un Reino Unido que asumió el timón de la COP26 en plena tempestad del Brexit y antes de tocar puerto en la escena internacional.

    "Un posible fiasco en Glasgow no solo sería una mala noticia para la frágil ecología del planeta, sino que mandaría una preocupante señal geopolítica", advertía un reciente editorial de The Times, recalcando el alcance que puede tener la cumbre más allá de la cuestión ambiental. El "plantón" del presidente chino Xi Jinping se interpreta como presagio y síntoma: ¿Cómo será posible un acuerdo sobre el clima en ausencia del líder del país que más CO2 emite a la atmósfera?

     Joe Biden ha anunciado que estará en Glasgow "tocando la campanas" e intentando dejar atrás la cabalgada solitaria de Donald Trump. Pero la rivalidad creciente entre Washington y Pekín (espoleada por Londres con la firma de la reciente alianza militar  Aukus en el Indo-Pacífico) hacen casi impensable un consenso como el sellado por 196 países en el 2015.

     "Biden y Xi necesitan hacer lo que solían hacer con Obama: el Acuerdo de París no habría sido posible sin los dos países", ha recordado estos días el ex secretario general de la ONU Ban Ki-Moon. Pero los dos mayores emisores mundiales no están por la labor, como tampoco lo está el presidente Vladimir Putin, el primero en anunciar que no irá a Glasgow, decidido a interpretar el papel de "outsider" y con la sartén del gas por el mango, en plena crisis energética.

     La cumbre de Glasgow llega en un momento en el que se están moviendo las placas tectónicas de la geopolítica. El péndulo oscila hacia Asia, y allí hay 1.500 millones de personas viviendo en los trópicos, gran parte de ellas en ciudades costeras amenazadas por el cambio climático. La dependencia del carbón sigue siendo un lastre no solo para China, también para India, con Narendra Modi apuntándose al doble lenguaje que practican tantos líderes mundiales ante el clima.

      La ONU ha vuelto a dar esta semana la señal de alarma: el mundo avanza hacia un aumento de las temperaturas de 2,7 grados con los compromisos adquiridos ante la COP26. Las emisiones de CO2 se reducirán tan solo un 7,5% en la próxima década cuando habría que llegar el 55% para evitar una subida superior a 1,5 grados: la línea de flotación de los países más vulnerables (que fueron precisamente los que elevaron el listón en París y volverán a hacerlo en Glasgow).

     "Mantener viva la meta de 1,5 grados" será el principal cometido de los más de 30.000 delegados de 200 países que se darán cita de 31 de octubre al 12 de noviembre en la segunda ciudad escocesa, donde las protestas y las huelgas rivalizarán con la previsible falta de acción. De puertas hacia dentro se hablará de la financiación internacional de la acción climática, de la ampliación del club de "emisiones cero" para el 2050 (al que pertenecen ya más de 130 países) y de la necesidad de cumplir con los "deberes" de París y subir la ambición en las contribuciones a nivel nacional. 

     Hace seis años, y a pesar de las dificultades, fue posible un acuerdo en medio de un clima de multilateralismo. Las fricciones son ahora el pan de cada día, como lo demuestra el conflicto pesquero entre el Reino Unido y Francia que ha empañado la cumbre en la misma línea de salida. Incapaz de limar asperezas con sus propios vecinos, embarcado como está en la odisea de la "Gran Bretaña global", Boris Johnson se verá además en el papel de árbitro en las "batallas" del clima. El país que inventó la revolución industrial nunca se vio en otra igual.

LOS AUSENTES. El "plantón" de Xi Jinping a la COP26 ha sido más que significativo. El persidente chino no solo decidió ausentarse, sino que no se dignó a mandar siquiera un vídeo grabado y remitió sin más un mensaje escrito reiterando sus compromisos anteriores; neutralidad de carbono antes del 2060 y abandono de la financiacion de proyectos de carbón fuera de sus fronteras.

     Muchos se preguntan qué sentido tiene la COP26 si China, el mayor emisor mundial, responsable del 27% del CO2 de carácter "antropogénico", no estará representado al más alto nivel. El presidente de la cumbre, Alok Sharma, mantuvo sin embargo una reunión previa con la delegación china en Glasgow y expresó su intención de arrancar nuevos compromisos, como anticipar el "pico" de emisiones antes del 2030.

    Aun así, China ha dado señales ambivalentes en las últimas semanas y ha puesto el énfasis en la "seguridad energética ante la crisis", reservándose el derecho a seguir abriendo centrales térmicas, "optimizando la capacidad de producción de carbón" e intensificando las prospecciones de petróleo y gas dentro de su territorio.

    El presidente ruso, Vladimir Putin, fue por su parte el primero en anticipar su ausencia de Glasgow, aunque no descarta la posibilidad de intervenir por vídeo. Rusia tiene una fuerte dependencia de los combustibles fósiles y es responsable del 50% de la importaciones de gas natural de la Unión Europea. Como contrapunto, el país se está calentando 2,8 veces por encima de la media mundial, con las temperaturas récord y los incendios que asolan cada verano Siberia, y el riesgo de derretimiento de la capa de permafrost que podría liberar cantidades ingentes de metano.

LOS "VILLANOS". Lejos quedan los tiempos en que Arabia Saudita ejercía en solitario el papel de "oveja negra" del clima. La irrupción de Donald Trump, y su decisión de renunciar ruidosamente al Acuerdo de París, provocó una reacción en cadena entre líderes populistas y más o menos "negacionistas": de Jair Bolsonaro en Brasil a Andrés Manuel López Obrador en México, pasando por Scott Morrison en Australia.

     Australia, principal exportador mundial de carbón, sufrió entre el 2019 y el 2020 los incendios más devastadores de su historia, que afectaron a 18 millones de hectáreas. El "apocalipsis de los koalas", no fue suficiente para que le conservador Scott Morrison acabara de tomarse en serio el desafío del cabio climático, pese a los informes que demuestran que el país se ecuentra en primera línea de fuego, con un aumento de las temperaturas superior a la media mundial.

    En vísperas de la cumbre de Glasgow, las 270 islas del estrecho de Torres (que separa el país de Papúa Nueva Guinera) decidieron llevar a los tribunales al Gobierno australiano por la falta de acción climática. Scott Morrison se anticipó sin embargo a la ola y anunció repentinamente el compromiso de su país con el objetivo de "emisiones cero" en el 2050.

     Morrison, que llegó a insinuar que no estaría en Glasgow, fue sin embargo llamado a capilla por el "premier" Boris Johnson, que eligió a conciencia Australia para sellar el primer acuerdo comercial post-Brexit. La "conversión" de Morrison ha sido el mayor éxito aparente en la antesala de Glasgow. Eso sí, reservándose el derecho a hacer la transición "a nuestra manera" y sin tener que soportar "lecciones de otros países que no entienden Australia" (y sin revisar de momento su "escasa ambición" a corto plazo, con una reducción de emisiones del 26% al 28% en el 2030).

     "El anuncio de 'emisiones cero' nos sigue dejando a la cola de los países industrializados, a no ser que exista un esfuerzo mucho mayor para reducir las emisiones en esta década", advirtió Simon Bradshaw, director de investigación de Climate Council. "Estamos ante el momento definitivo y Australia sigue siendo el villano, un desertor de la comunidad internacional. La partida se acabará, y nadie nos tomará en serio si permitimos que sigan adelante decenas de proyectos contaminantes de combustibles fósiles".

     Jair Bolsonaro, que hace un año acusó a la comunidad mundial de "avaricia hacia la Amazonia", también ha moderado últimamente su discurso. En un compromiso alcanzado con el presidente Ivan Duque, vaticinó que Brasil y Colombia llegarán a Glasgow "unidos para abordar un asunto muy importante y querido para todos nosotros: nuestra querida, rica y deseada Amazonia". Aun así, se espera que Bolsonaro no acuda en persona a la cumbre; ni siquiera lo hará su ministro de Exteriores.

      El grupo de abogados AllRise, especializados en litigios climáticos, ha reclamado entre tanto al Tribunal Internacional de la Haya que investigue las acciones del presidente brasileño por "posibles crímenes contra la humanidad" por sus "ataques continuados contra la Amazonia".

     La organización Carbon Brief ha otorgado Brasil el cuarto lugar en el ranking mundial de países por sus emisiones de CO2 desde el arranque de la revolución industrial (detrás de Estados Unidos, China y Rusia). Se estima que el 80% de las contribuciones de Brasil han sido causadas por la deforestación (acelerada desde la llegada al poder de Bolsonaro en el 2019) y por la ganadería.

     Brasil, Australia y Arabia Saudita figuran precisamente en la "lista negra" de países que han ejercido presiones para "rebajar" las conclusiones de los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (IPCC). Según una filtración de 32.000 documentos a los que ha tenido acceso la BBC, los grandes productores de carbón y petróleo hicieron causa común para reclamar modificaciones en el informes científicos.

   Un asesor del Ministerio de Petróleo de Arabia Saudita llegó a exigir la eliminación de frases como 'la necesidad de acciones de mitigación urgentes y aceleradas a todas las escalas". Por aquello de lavar la cara de su país, el príncipe heredero Mohammed bin Salman se adelantó a la cumbre anticipando el compromiso de llegar a "emisiones cero" antes del 2060.

LOS "BUENOS". Volverán a ser, probablemente, los héroes invisibles de Glasgow, como ya lo fueron en París. La Alianza de Pequeños Estados Isla -donde se dan la mano naciones como Fiji, Kiribati, Nauru o Tuvalu- fueron responsables de la inclusión final de la cláusula "persiguiendo los esfuerzos" para mantener el aumento de las temperaturas en 1,5 grados, cuando los países desarrollados se conformaban ya con los dos grados. Pese a las restricciones del Covid, el Reino Unido ha puesto un especial énfasis en que los pequeños países vuelvan a tener voz propia e influir como lo hicieron hace seis años en las negociaciones.

     Tras el "apagón" de la era Trump, Estados Unidos vuelve al primer plano. Joe Biden ha anticipado esta semana "el maryor esfuerzo para combatir el cambio climático en la historia de América", con el destino de más de medio billón de dólares a incentivos, inversiones y exenciones fiscales para el impulso de las renovables, más la creación de un "Cuerpo Civil del Clima", integrado por 300.000 personas para intervernir en desastres como incendios, huracanes e inundaciones. El embajador del clima John Kerry será una presencia ubicua en Glasgow y chupará primer plano, en competencia con los anfitriones británicos.

    La Unión Europea, que tuvo un gran protagonismo en París, acude a Glasgow como convidada de piedra y en medio de una crisis interna por cuenta de Polonia, con un  frente post-Brexit por cuenta de los pesca y con la "patata caliente" del Protocolo de Irlanda que puede salir el horno en plena cumbre. Aun así, la UE se jactará de ambición colectiva con el compromiso de recortar las emisiones al menos un 55% en el 2030 y la meta de la neutralidad de carbono en el 2050.

LOS ANFITRIONES. El Reino Unido, en calidad de anfritrión, decidió por su cuenta y riesgo ir más allá, y se ha propuesto llegar a una reducción de emisiones del 68% en esta década. Tras reconocer que fue en tiempos un "escéptico" del clima, Boris Joohnson ha confirmado su conversión al "credo verde" y ha puesto de paso en guardia al ala dura del Partido Conservador con su plan de "emisiones cero".

   En la línea de sus anuncios gradilocuentes, Johnson anunció su intención de atraer atraer 90.000 millones de libras (más de 105.000 millones de euros) de inversiones y crear 440.000 empleos "verdes" en la próxima década. La fuerte apuesta por la energía eólica, el impulso al coche eléctrico y las bombas de calor en los hogares, se dan la mano con la energía nuclear, al hidrógeno y la captura de carbono en su particular "mix".

   Los grupos ecologistas han criticado de entrada al Gobierno Johnson por la brecha entre la ambiciosas metas y los insuficientes fondos públicos. Los ecologistas denuncian también inconsistencias como el continuado apoyo a los combustibles fósiles, con la explotación petrolífera que no cesa en el Mar del Norte y la polémica mina de carbón de Cumbria.

     Obligado a predicar con el ejemplo, los analistas se preguntan si el "nirvana verde" que promete Johnson acabará estrellándose contra la realidad de la crisis energética este mismo invierno. En cualquier caso, el país apadrinó la revolución industrial ya ha marcado hitos como la casi total relegación del carbón de la tarta energética, la prohibición del "fracking" y su condición de impetuoso líder mundial en eólica marina.

LAS PROTESTAS. Algo más que el viento azotará en las dos próximas semanas las costas de Escocia. La falta de acción por parte de los líderes puede encender la mecha de las protestas, con grupos combativos de nuevo cuño como Extinction Rebellion o Insulate Britain prestos a causar una disrupción sin fin y a poner el foco sobre el efelante en la habitación: los combutibles fósiles.

     En Glasgow estará también Greta Thunberg, con la comitiva de Fridays for Future, calentando motores para el día de acción del 6 de noviembre. En contraste con París, donde los atentados de noviembre del 2015 que causaron 130 muertos provocaron el "cerrojazo policial", la calle tendrá esta vez un protagonismo especial. Más de 10.000 agentes vigilarán para que las aguas del río Clyde no se desborden metafóricamente a su paso por Glasgow. El pronóstico del tiempo es de nubosidad invariable de principio a fin de la cumbre.

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