La timidez positiva

28.02.2014
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Lejos de ser una limitación, a menudo, un carácter reservado permite a la persona desarrollar otras capacidades que le aportan valor en el mundo laboral, en la amistad o en la pareja.

En la competitiva sociedad occidental en la que vivimos, a menudo la timidez es vista como una carencia, un obstáculo que nos aleja de nuestros objetivos y nos empuja a aislarnos. De hecho, la visión negativa de la timidez surge ya de la propia etimología del término, el cual procede de la voz latina “timidus”, que significa “temeroso”. Sin embargo, la psicología actual demuestra que las personas con timidez cuentan con otras ventajas que las hacen atractivas a la hora de relacionarse, de prosperar en el mundo laboral o de encontrar pareja.

Lo primero que deberíamos hacer es dejar de considerar la timidez como un lastre o una disfunción. Según el doctor en Psicología Philip G. Zimbardo, habría que empezar distinguiendo entre tres grupos o dimensiones:
Las personas con pánico a la interacción social ante el temor de defraudar las expectativas de los demás.
Las que tienen una baja autoestima y, por lo tanto, se enfrentan a un sentimiento de vergüenza a la hora de relacionarse con su entorno.
Las que no temen el contacto con los demás, pero prefieren la soledad porque se sienten más cómodos con sus ideas y actividades personales que con la gente.

A esta última categoría pertenecen las personas que no viven la timidez como un problema, sino como una opción personal. Ahora bien, antes de profundizar en las ventajas de este nivel de interacción, vamos a revisar la tipología de personalidades desarrollada por Carl Gustav Jung en la década de 1920.

Las relaciones sociales

Al establecer una distinción básica en dos grupos, el psiquiatra y psicólogo suizo afirmaba que “las personas introvertidas prefieren su mundo interno de pensamientos, sentimientos, fantasías, sueños y demás, mientras que las extrovertidas prefieren el mundo externo de las cosas, las actividades y las personas”.

Los sujetos centrados en su mundo interior suelen ser más maduros que los que gastan sus energías en el mundo exterior

La introversión no implica necesariamente timidez y falta de sociabilidad, aunque sí es cierto que las personas extrovertidas se caracterizan por su facilidad para relacionarse con los demás. En cualquier caso, para Jung los sujetos centrados en su mundo interior suelen ser más maduros que los que gastan sus energías en el mundo exterior, aunque estos últimos sean más valorados socialmente en nuestra cultura.

En términos generales, los introvertidos suelen ser reservados y se mueven en un círculo social pequeño en el que se producen pocas incorporaciones. No necesitan la excitación del contacto con los otros porque encuentran suficiente estimulación con su propia intimidad. Según los especialistas, desde la edad de 1 año ya es posible observar este rasgo del carácter, aunque eso no implica que el niño vaya a desarrollar necesariamente una timidez patológica.

Tanto si nuestra timidez es innata como si no, ésta no tiene por qué ser negativa, pues está comprobado que la timidez patológica depende directamente de las vivencias sociales acumuladas en nuestro proceso de evolución personal.

Así como el aislamiento en la infancia frena el desarrollo de las habilidades emocionales, un estudio llevado a cabo entre los hijos de soldados y oficiales norteamericanos demostró que estos niños presentaban una tasa de timidez más baja que el resto de población de niños su edad. Eso era debido a los frecuentes cambios de domicilio, que les habían obligado a desarrollar una mayor capacidad de adaptación para establecer relaciones con otras personas. Muy resumidamente, podemos afirmar que la timidez tiene un componente innato, pero se desarrolla de forma distinta según las experiencias personales acumuladas desde la infancia.

Conducta de un tímido patológico

Antes de llegar a las ventajas de la timidez para establecer relaciones de confianza y profundidad, veamos cómo reacciona el tímido patológico ante una situación de contacto interpersonal:

Responde con cautela e incluso desconfianza ante cualquier novedad social.
En un nivel de conducta, retira la mirada, se muestra silencioso e incluso puede verse paralizado ante el temor que le produce la situación.
Fisiológicamente, suele reaccionar con ruborización, a la que en casos extremos se suman la sudoración y los temblores. Esto  puede generar una dinámica de evitación que conduzca a una fobia social.
Cuando la timidez no es producto del miedo, sino que es asumida naturalmente como un rasgo de nuestra personalidad, la introversión presenta aspectos positivos de los que podemos sacar partido.

Las personas tímidas son deseables socialmente porque no invaden el territorio de los demás, son cuidadosas con las emociones ajenas y tienen una visión y comprensión más profunda del mundo

En su libro El don de la timidez, el doctor Alexander Ávila expone que esta característica personal es una garantía de gentileza, sensibilidad y autoconciencia. Dicho de otro modo, las personas tímidas son deseables socialmente porque no invaden el territorio de los demás, son cuidadosos con las emociones ajenas y tienen una visión y comprensión más profunda del mundo. “Para que puedan ser felices–señala–, estas personas deben aprender a respetar su naturaleza sensible, por ejemplo, evitando los entornos rudos y las personas intrusivas. Por desgracia, a algunas de ellas las aconsejan en sentido contrario: ciertos programas de citas las alientan a que salgan más; a que vayan a fiestas, clubes nocturnos o bares para encontrarse con gente. En realidad, estos lugares congestionados, ruidosos y agresivos son los peores para los tímidos, porque trastornan su delicado equilibrio emocional y los dejan convertidos en jirones.”

Por consiguiente, para aprovechar los dones de la timidez positiva es importante elegir personas, lugares y situaciones donde van a ser comprendidas y valoradas, sin que ello implique desarrollar un sentimiento de pánico hacia otros entornos que no les sean propicios.

Las virtudes más valoradas

En su libro, el doctor Alexander Ávila invita a considerar la timidez como un valor social en lugar de un miedo paralizante. Para ello, es importante tomar conciencia de cuáles son las virtudes que hacen especiales a las personas introvertidas. Concretamente, él habla de siete dones que hacen de los tímidos personas altamente deseables, tanto emocional como socialmente:

1. Sensibilidad. Se ha definido como la capacidad de absorber la esencia de otras personas y reaccionar a un nivel emocional profundo. Esto permite a la persona tímida comprender y cuidar los sentimientos ajenos, lo cual es un don muy apreciado en muchos ámbitos y situaciones; desde una cita romántica hasta una reunión de negocios.

2. Fidelidad. Al interaccionar de forma más discreta con otras personas, los tímidos son menos proclives a cometer infidelidades y, por lo tanto, promueven la pareja de larga duración. También en el nivel de la amistad son leales al círculo íntimo y se muestran solidarios en los momentos de dificultad.

3. Atención. Un estudio sobre la actividad vocal y la capacidad de escuchar demostró que las personas muy locuaces no son percibidas como buenos interlocutores. Dicho de otro modo, quien habla mucho deja poco espacio –y tiene poca paciencia– para escuchar a los demás. El oyente sensible, en cambio, atiende al otro y entiende sus anhelos y motivaciones personales.

4. Reflexión. Las personas introvertidas son más profundas a la hora de analizar las paradojas de la existencia y desarrollar nuevas ideas. Por eso, una vez conocidas, acaban resultando más interesantes que las que expresan con gran facilidad una visión superficial de la vida.

5. Modestia. Esta virtud no debe ser confundida con la falta de recursos personales, es más, a menudo refleja todo lo contrario. El tímido realiza su trabajo sin ponerse medallas, pero con un alto grado de exigencia. Del mismo modo, en la amistad o en la pareja puede renunciar al protagonismo y ganarse el respeto y el amor del otro.

6. Misterio. Es una característica que puede chocar a primera vista, pero que es muy apreciada socialmente. Las personas que exhiben de manera muy obvia sus capacidades y emociones pierden en seguida la fascinación que generan en un primer momento. En cambio, las que se muestran cerradas despiertan la curiosidad de los demás, que adivinan en ellas un valioso mundo interior.

7. Suavidad. Otro don de los tímidos que debe subrayarse es su incapacidad de cometer actos gratuitos de agresión y violencia. Por su naturaleza sensible, no intentan imponer su punto de vista ni ofenden a los demás con sus actitudes. Al contrario, se muestran gentiles, tiernos y cariñosos con su entorno, con lo que cosechan el aprecio de los demás.

Humildad y su afán de superación

El psicólogo y terapeuta familiar Carl D. Schneider afirma que un sentimiento  tan denostado como la vergüenza, en realidad, resulta muy útil socialmente, ya que promueve valores tan importantes como la humanidad y la humildad. De alguna forma, nos ayuda a poner límites entre nosotros y el resto de las personas, con lo que afianzamos nuestra intimidad y aprendemos a distinguir la esfera privada de la pública.

La vergüenza también es un indicador de que hay algo en lo que tenemos que superarnos. Como ejemplo, la novelista Carmen Posadas explicaba en un artículo cómo se valió de este sentimiento para fijarse metas: “Cuando de niña no lograba expresar en público lo que quería (…), cuando un chico me miraba por la calle y yo, como una imbécil, me chocaba contra una farola –es cierto, me pasó una vez en Sitges–, cuando en clase me preguntaban la lección que sabía de memoria y no lograba balbucear ni mu, yo decía para mis adentros: ‘Ya verán’. No era un ‘ya verán’ vengativo ni resentido, yo nunca le he echado a los demás la culpa de mis debilidades. Era más bien una forma de poner en marcha mi voluntad.”

Muchas veces se identifica timidez con falta de ambición, pero ser tímido no significa en ningún caso no ser ambicioso, más bien todo lo contrario. Significa que se está llevando a cabo un intenso trabajo interior, como la crisálida que espera pacientemente en el capullo a que le crezcan las alas para poder levantar el vuelo.

Si entendemos que de puertas adentro se puede vivir con intensidad, aventura y profundidad, tendremos un mundo que ofrecer a las personas de nuestra confianza. En este sentido, los tímidos no son pobres en emociones y experiencias. Simplemente, guardan un tesoro que sólo ponen al alcance de las personas que se hagan dignas de ellos.

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