Lewis Dartnell: “La Tierra hizo al hombre, y ahora es a la inversa”

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Entrevista a Lewis Dartnell, astrobiólogo y autor de “Orígenes”

El británico Lewis Dartnell fue capaz de condensar en 350 páginas todo lo esencial para volver a empezar desde cero si algún díá nos quedamos sin “civilización” (“Agítese en caso de apocalipsis”). Ahora vuelve a sorprendernos con “Orígenes” (Debate), un viaje a las fuerzas geológicas que se determinaron la aparición de nuestra especie y la evolución de la humanidad, proclive desde tiempos inmemoriales a asentarse en los peligrosos límites de las placas tectónicas. A sus 38 años, este profesor de Astrobiología de la Universidad de Westmisnter, conocido por sus aparariciones en el Canal de National Geographic, está revolucionando la manera de contar de la ciencia.

La Tierra hizo al hombre ¿Pero no empieza a ser el revés? ¿Hasta qué punto los humanos hemos dado la vuelta a la ecuación?
Esa fue precisamente la razón por la que escribí el libro. La Tierra hizo a la humanidad, y ahora es a la inversa. Hemos llegado a un punto en que la humanidad es la fuerza dominante del planeta, más allá de las fuerzas naturales que han regido durante millones de años. Con razón llaman los geólogos a esta época el Antropoceno… Ahora bien ¿Cuándo arrancó realmente ese proceso? Algunos pueden argumentar que con la llegada de la agricultura, hace 10.000 años, cuando el hombre aprendió a domesticar las plantas y los animales y a alterar el uso de la tierra (una tercera parte de la superficie terrestre se dedica a los cultivos). Otros dirán que hace dos siglos, con el advenimiento de la revolución industrial, cuando la madera dejo paso al carbón y después al petróleo, que son otros dos productos de la geología de los que nos hemos beneficiado durante un tiempo.

¿Hasta cuándo podemos seguir quemando combustibles fósiles?
La humanidad ha avanzado con soluciones a problemas causados por las “soluciones” anteriores. Y en esa fase estamos: hay que dejar de llenar la atmósfera de CO2. Hay que descarbonizar urgentemente nuestras economías para evitar un cambio climático catastrófico. La energía solar y la eólicas son grandes herramientas en la transición en la que estamos Cerraremos le círculo posiblemente con la fusión nuclear, cuando seamos capaces de crear energía abundante y limpia imitando al sol.

Usted advierte en su libro que la humanidad puede posponer la próxima Edad del Hielo. Muchos pensarán que es una buena noticia…
La Tierra ha evolucionado así últimamente así, con períodos relativamente cálidos entre edades del hielo. El clima ha oscilado como un péndulo a lo largo de milenios. Vivimos ahora en un período interglacial, que ha permitido el florecimiento de las civilizaciones. Ahora bien, el hecho de postergar o cancelar la próxima edad del hielo no debería ser motivo de celebración, sino más bien de preocupación. Un aumento de las temperaturas de más de dos grados va a dar problemas a la agricultura, va a afectar a la producción de alimentos, a los ciclos del agua… Vamos a tener más episodios extremos, más sequías, más olas de calor, más inundaciones. El planeta se va a volver incómodo y hostil en muchos lugares. Y las poblaciones humanas se van a desplazar, como ha ocurrido en otros momentos de nuestra historia (en la antesala de la caída del imperio romano, sin ir más lejos).

Viajemos a nuestros “orígenes” en el Valle del Rift ¿Por qué saltó allí la chispa de nuestra especie?
Por una combinación de factores geológicos, climáticos y cósmicos. Hasta cierto punto somos hijos de las fuerzas geológicas y del cambio climático. El Rift surge como un proceso de desgarramiento de la Tierra en el Africa oriental. Debido a su formación tectóncia, se convirtió en un ambiente muy complejo, con ecosistemas muy diferentes entre sí: bosques, praderas, cordilleras, llanuras… Nuestros antepasados se hicieron bípedos para dejar atrás los bosques cada vez más escasos y adentrarse en la sabana herbácea. Y este proceso se produjo en un contexto de gran variabilidad climática y en circunstancias cósmicas como la elongación de la órbita de la Tierra.

En su libro destaca cómo casi toda las civilizaciones surgieron en los límites de las placas tectónicas, pese a los riesgos de terremotos, volcanes y tsunamis ¿Cómo se explica esa peligrosa tendencia de los humanos?
Es curioso porque todas esas civilizaciones no sabían seguramente nada de la tectónica de placas y sin embargo prosperaron de una manera instintiva en esos enclaves, que era también los más fértiles, como el valle del Indo o la confluencia del Tigris y el Éufrates. En Mesoamérica, los mayas y los aztecas elegieron también los límites entre placas. Y los minoicos, los griegos, los etruscos y los romanos prosperaron en el complejo entorno tectónico del Mediterráneo, donde casi todas las civilizaciones (salvo la egipcia) surgieron en el norte, por lo accidentado de sus costas y por sus puertos naturales.

¿Qué nos dice de la correlación entre la democracia y las colinas en Grecia?
La orografía de Grecia es muy peculiar. Sus terrenos escapardos fueron un obstáculo no solo para la agricultura, sino también para la guerra. Los ejércitos convencionales no valían, todo quedaba en manos de la infantería, de los soldados con escudo y espada… Este contexto geográfico propició el surgimiento de la ciudad-estado, y de la idea política de cooperación y “trabajar” juntos que es la raíz de la democracia. Ya sabemos cómo acabó la rivalidad entre las dos alianzas de ciudades-estado y la guerra entre Atenas y Esparta, pero esa es ya otra historia.

¿El Brexit tiene también una explicación geológica?
Sí la tiene. Hace medio millón de años, Gran Bretaña no era una isla, sino que estaba conectada con Francia a través de istmo entre Dover y Calais. El puente continental se rompió con una megainundación catastrófica a la salida de una edad del hielo, hace unos 425.000 años, a la que siguió posiblemente otra hace 200.000 años, cuando se formó el Canal de la Mancha. Ese fue el primer Brexit, y eso ha protegido a Gran Bretaña de sucesivas “invasiones”, de Napoleón a Hitler. Aunque también ha contribuido a esa mentalidad insular con el resultado que todos sabemos.

¿Podemos hablar de un “determinismo” geológico o geográfico?
Yo no estoy diciendo que estamos predeterminados por la geología. Hay muchos otros factores culturales, sociales y políticos, que son los que normalmente tienen en cuenta los historiadores. Solo estoy recordando la importancia de las fuerzas geológicas, que es algo que no se ha tenido muy en cuenta en el relato de la historia de la humanidad. Empezando por algo tan simple como que estamos hechos de Tierra (sal, agua, calcio, hierro, azufre). Como diría Carl Sagan, somos “polvo de estrellas”.

Su campo de investigación es precisamente la astrobiología. ¿Encontraremos algún día la prueba irrefutable de vida más allá de nuestro planeta?
Creo que sí. Esa es la meta última de la astrobiología, donde se dan la mano muchas otras ramas de la ciencia no solo para estudiar la vida en el universo, sino para conocer mejor los orígenes de nuestro planeta. El 2020 puede ser un año clave para la astrobiología por las dos misiones robóticas a Marte de Agencia Espacial Europea y de la NASA, esta vez con la meta de traer muestras a la Tierra y buscar la evidencia de moléculas orgánicas. Otra misión que está levantando muchas expectativas es la del Dragonfly, la misión al satélite más grande de Saturno, Titán, para estudiar su evolución química y su habitabilidad extraterrestre.

Agítese en caso de apocalipsis

Pongamos que nuestra civilización colapsa de un día para otro. Que un meteorito, una pandemia o una sucesión de desastres dejan nuestro mundo irreconocible. Que unos pocos privilegiados consiguen sobrevivir y que tienen ante sí la titánica tarea de reconstruir desde cero eso que conocimos como «humanidad»...

Y ahora dejemos de ponernos apocalípticos. Porque a pesar del título -Abrir en caso de apocalipsis (Editorial Debate)-, el libro del biólogo Lewis Dartnell no es precisamente una apología del desastre, sino todo lo contrario. Es más, en inglés se titula The Knowledge (El Conocimiento). Su intención es condensar en apenas 350 páginas todo lo que sería esencial para volver a empezar.

«Hoy por hoy estamos totalmente desconectados de los elegantes principios y procesos que nos permiten vivir como vivimos», apunta Dartnell. «El mundo está cada vez más especializado y hemos perdido muchos conocimientos básicos en apenas dos o tres generaciones», asegura.

Y lo que es peor: todo ese conocimiento podría perderse en un «agujero digital», como vaticina el propio vicepresidente de Google, Vint Cerf. «De modo que más nos vale condensar todo lo que sabemos y ponerlo en esa vieja e imperecedera tecnología que sigue siendo un libro», advierte Dartnell. «Lo difícil de la tarea es por dónde comenzar y cuándo ponerle fin, teniendo en cuenta que publicar Wikipedia nos llevaría unos mil libros de 1.200 páginas cada uno... Eso no es nada práctico», argumenta el autor.

Fiel al espíritu de Diderot, aunque dos siglos y medio después, el biólogo británico concibió su propio «depósito seguro del conocimiento humano» en unas 100.000 palabras y siguiendo una premisa: «Fue la ciencia la que construyó el mundo moderno y será la ciencia la que nos ayude a construir uno nuevo», sostiene.

Al esfuerzo considerable por condensar la esencia, se unió su propio empeño como científico: verlo (y probarlo) para creerlo.