La “incubadora” de las ecoaldeas

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Arterra Bizimodu, entre Pamplona y Jaca, se ha convertido en el corazón latente de las ecoaldeas.

El antiguo internado/hotel rural de Artieda se proyecta hacia el futuro con ideas como la “incubadora” de ecoaldeas.

A los pies de los Pirineos, en lo que fue un internado católico reconvertido luego en hotel rural en Artieda, ha surgido en poco tiempo un espacio único –Arterra Bizimodu- que se ha convertido en corazón latente de las ecoaldeas. Allí se congregaron hace unas semanas decenas de representantes del “movimiento ecoaldeano” de la península ibérica. Y allí se celebrará el próximo verano su encuentro, la red global de ecoaldeas europeas: veinte años y sumando…

Arterra Bizimodu surgió en poco más de un año gracias al impulso de sesenta entusiastas y a la experiencia acumulada al cabo de tres largas décadas, desde que arrancó el proyecto de Lakabe, el “pueblo alternativo” por excelencia en nuestra ancha geografía…

“Entonces no existía la palabra ecoaldea, pero el concepto existía en el imaginario colectivo”, recuerda Mauge Cañada, pionera del movimiento. “Lakabe se convirtió en símbolo de lo posible, con pocos medios y mucha ilusión… Como urbanitas que éramos, allí aprendimos a trabajar el campo, a materializar nuestros sueños, a gestionar en grupo, a confiar y resolver los conflictos, y vivir con los no resueltos”.

Lakabe fue la primera piedr de la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE), donde se dan la mano 22 proyectos de comunidades muy diversas (de Los Portales a Los Guindales, de Arcadia a Selba, de Pemacultura Caña Dulce a El Valle Despierta, de Tamera al “ecohousing” de Valdiélagos) aunque unidas por un deseo de vivir de otra manera, en una relación más respetuosa y directa con la Tierra.

“Si has construido castillos en el aire, ahora pon los cimientos”… La máxima de Henry David Thoreau, el autor de Walden, es la que inspira a esta tribu de “idealistas prácticos” que están reinventando la vida en comunidad y proyectándola además hacia el futuro.

Todas las ecoaldeas tienen algo de laboratorio vivo, pero Arterra Bizimodu (a medio camino entre Pamplona y Jaca) se ha propuesto ir aún más allá. El antiguo internado/hotel rural de Artieda (y sus cuatro hectáreas de terreno cultivable para las huertas) ha puesto los cimientos materiales al proyecto de co-housing, que ha decidido proyectarse hacia el futuro con ideas como la “incubadora” de ecoaldeas.

“Muchas de las nuevas iniciativas ecoaldeanas que surgen en la península ibérica naufragan al cabo de sus dos años primeros años de vida”, advierte Mauge Cañadas. “La incubadora es una iniciativa desarrollada por miembros de la RIE para dar respuesta a ese desafío. Se trata de un proceso de acompañamiento vivo y dinámico, con la meta de capacitar a los grupos que inician un proeycto comunitario. Aportamos la experiencia de muchos años para hacer más llevadero y feliz el camino colectivo”.

La “incubadora” hace de entrada un diagnóstico de la “salud” del proyecto en todas sus dimesiones (social, cultural, económica y ecológica), se utilizan una serie de “indicadores” y a partir de ahí diseña un “mapa” para que el grupo pueda prestar atención a sus puntos más frágiles.

“Creamos así un itinerario para cada proyecto”, explica Mauge Cañadas. “Y prestamos el apoyo necesario para poder actuar en consecuencia e intervenir cuando haga falta… En estos momentos estamos participando en una iniciativa europea con otros ocho socios, para aprovechar la experiencia de la RIE y de la Red Italiana de Ecoaldeas y crear una marco común de apoyo a los proyectos colectivos.

La “innovación” y el “emprendimiento” han servido para dinamizar desde dentro el mundo de las ecoaldeas, que aspiran a funcionar como “sistemas vivos” (una idea que está propagando también ya por los “ecobarrios” y por las “ecociudades).


Otro paso hacia el futuro de Arterra Bizimodu es la incorporación del concepto de “Sociocracia”: un modelo de gobernanza que rompe con las jerarquías al uso, que toma decisiones por “consentimiento” y aspira a sacar el máximo partido de la “inteligencia colectiva”.

La ecoaldea tiene también una dimensión internacional con la oficina de GEN Europa y con proyectos de investigación como el de crear biogás para la cocina a partir de los propios desechos vegetales. Los recién llegados han tendido puentes con el centenar de vecinos de Artieda, que traen sus residuos orgánicos al gallinero-compostador. La escuelita ha estrendo curso este años con los primeros niños, y en el horizonte despunta la idea de crear una Universidad para la Transición…

“Arterra Bizimodu nace con la propuesta de estar, crear, participar e influir”, sostiene la incansable Mauge Cañada. “Aspiramos a reunir aquí los saberes para seguir indagando más allá. Queremos explorar los próximos pasos de este movimiento ecoaldeano que confía en ese otro mundo posible… porque ya lo vive”.

De norte a sur
Un espacio para el “azprendizaje”
Las aves migratorias se suelen quedar “colgadas” sobre el viejo Molino del Guadalmesí, esperando la próxima corriente térmica antes de cruzar el estrecho de Gibraltar. En este casi milagroso punto de nuestra geografía, allá donde acaba el Parque Natural de los Alcornocales y casi se puede tocar Africa, ha surgido un singular “espacio de aprendizaje en vida en común” (o “azprendizaje”, como prefieren llamarlo Johnny Azpilicueta y Alicia Comenge, confundadores de la ecoaldea).
Johnny se dedicaba a la “comunicación creativa” con su propia empresa, ThinkSmart, hasta que decidió venderlo todo (hasta el coche) y echar raíces en esta pequeña finca lejos del mundanal ruido en Tarifa. Contra viento y marea, construyeron su propio sueños de simplicidad con la naturaleza, compartido ahora con varios compañeros de viaje y con la idea de dar nueva vida a la aldea que en sus tiempos existió en la vera del Guadalmesí (el río de las “mujeres”, donde cristianas y árabes hacían la colada mientras sus marido guerreaban).
El Molino del Guadalmesí se ha convertido en el referente más septentrional de nuestro movimiento de las ecoaldeas. El Dragon Dreaming, la creatividad, la bioconstrucción, la ecología profunda y la economía consciente se dan la mano en un espacio compartido con 15 gallinas, 26 cabras y ocho colmenas. La ecoaldea, nutrida con paneles solares, es casi autosuficiente, aunque su propósito en abrirse al mundo y polinizar ideas de norte a sur.

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