Jane Goodall: "La falta de respeto al mundo natural ha causado la pandemia"
Con 86 años cumplidos y en pleno confinamiento, la primatóloga asegura que “nuestra falta de respeto hacia los animales no tiene límites” y que la pandemia es una consecuencia por nuestro abuso sobre el mundo natural
“Cuando sea mayor quiero ir Africa y estudiar de cerca a los animales”… Jane Goodall formuló ese deseo a su madre, cuando era niña y leía los libros de “Tarzán” y “Dr. Dolittle”. A los 26 años, su sueño se hizo realidad y recibió el encargo personalísimo del paleontólogo Louis Leakey: “Ve a Tanzania y observa la conducta de los chimpancés”. Sin bagaje científico, pero con una infinita capacidad de asombro (luego estudiaría Etología en Cambridge), Jane Goodall llegó al parque nacional de Gombe Stream el 14 de julio de 1960. El resto es ya historia.
La primatóloga británica celebra estos días los 60 años de aquella incursión que le llevaría a ser la primera representante de la especie humana integrada en una comunidad de chimpancés. David, Goliat, Mike, Humphrey, Gigi, Flo o Frodo fueron algunos de los nombres que ella misma puso a algunos de su “objetos” de estudio, con los que llegó a entablar una conexión emocional que fue clave para algunos de sus descubrimientos científicos.
Jane Goodall mira ahora hacia atrás, con los 86 años cumplidos en pleno confinamiento y en la casa familiar de Bournemouth, donde pasó los días abrazada a su mono de peluche “Mr. H”. Habituada a viajar más de 300 días al año, en gira permanente por alguna de las 25 sedes del instituto que lleva su nombre, la venerada primatóloga asegura que la pandemia es fruto de “nuestra falta de respeto hacia el mundo natural” y expresa su esperanza en un giro radical en nuestro comportamiento hacia los “otros animales”.
P: ¿Qué se siente al mirar por la ventana y recordar aquella fecha?
R: Es completamente extraordinario que en julio se cumplan 60 años desde que pisé las playas de Gombe. Parece muchísimo tiempo… Comenzamos en 1960, pero la investigación de la comunidad de chimpancés en Tanzania continúa ahora a través del equipo del Instituto Jane Goodall (IJG) y es uno de los estudios documentados más largos de una población de animales salvajes jamás registrada. Compartimos con los chimpacés el 98,6% nuestro ADN. Hemos descubierto, entre muchas otras cosas, que los chimpancés fabrican y usan herramientas, y hemos podido reconocer muchos comportamientos que tenemos en común, y también las diferencias. Todavía estamos aprendiendo cosas nuevas, ya que los chimpancés pueden vivir de 50 a 60 años. Me encanta volver a Gombe y recuperar la sensación de cuando llegué. Tantos descubrimientos y cosas importantes han sucedido desde entonces.
P: ¿No ha sentido la tentación de regresar y volver a la investigación de campo?
R: Hace muchos años decidí dejar la investigación de campo y me convertí en activista por los chimpancés y el medio ambiente. Este año estaba programado con mucho eventos y conferencias para celebrar el “60º aniversario de Gombe” en todo el mundo, para crear conciencia sobre la difícil situación de los chimpancés y sus hábitats, y buscar apoyo para protegerlos. Pero con la pandemia de la Covid19, mis viajes se han cancelado e incluso mi visita a España, programada para mayo, tuvo que ser suspendida. Lo celebraremos virtualmente con nuestros seguidores, socios y personal de las muchas oficinas del IJG en todo el mundo. Y ojalá mucha gente se sume a nuestra misión de trabajar por un mundo mejor.
P: Usted solía pasar 300 días al año viajando y de pronto se ha visto obligada a hacer el gran parón ¿Qué lecciones ha aprendido en este tiempo y cómo las piensa aplicar en el futuro?
R: Ha sido un reto difícil pero hemos podido sobrellevarlo. Los programas que empezamos para la conservación de los chimpancés, para velar por su bienestar en cautiverio, para proteger a los huérfanos que pierden a sus madres en el comercio de carne, para proteger los bosques, para aliviar la pobreza en sus entornos en siete países africanos y empoderar a los jóvenes están teniendo éxito. Hemos hecho esfuerzos para crear una especie de “Jane virtual” en todo este tiempo y creo que ha dado sus frutos. He estado muy ocupada atendiendo las redes sociales, entre entrevistas y conferencias, casi más que cuando me pasaba el tiempo viajando.
P: En pleno confinamieto, y en el Día de la Tierra, estrenó un nuevo documental con National Geographic, “Jane: la gran esperanza”, como antídoto contra el pesimismo. Este año con Greta Thunberg en Davos ¿Los jóvenes son la última esperanza?
R: Los jóvenes están de hecho cambiando el mundo, y entendiendo que cada uno de nosotros puede marcar la diferencia… En los años ochenta empecé un movimiento, Roots & Shoots (Raíces y Brotes), que posibilita que los niños y los jóvenes (de la guardería a la universidad) trabajen por un mundo mejor para los humanos, para los otros animales y para el medio ambiente. Se ha propagado por 68 países y es bastante fuerte en España. Lo empecé porque cuando viajaba por el mundo, intentado crear conciencia, me encontré con muchos jóvenes que habían perdido la esperanza. En cuanto los chavales se embarcan en un proyecto, se suben las mangas y pasan a la acción, se sienten empoderados y entusiastas. A lo largo de los años, muchos jóvenes que han pasado por R&S se han convertido en líderes en muchos campos.
P: ¿No existe acaso el riesgo de que la acción ante el cambio climático pase a segundo plano ante la emergencia sanitaria y la urgencia económica?
R: Ojalá los Gobiernos hubieran actuado ante la crisis climática de la misma y enérgica manera que lo han hecho ante la Covid-19… Esta epidemia pasará, aunque el desastre económico será un problema. Pero no debería hacernos desviar la atención del cambio climático. Estamos hablando de una crisis con implicaciones a largo plazo: si no actuamos, el planeta será inhabitable para la vida tal y como la conocemos. Estamos en medio de la sexta extinción masiva: si no encontramos una manera mejor de vivir en el planeta, combinando el intelecto, el amor, la compasión y la preocupación por las generaciones venideras, nosotros mismos estaremos entre las especies extinguidas. Necesitamos el alimento, el aire fresco y el agua como todos los animales.
P: El común de la gente no hace aún la conexión entre la salud y el medio ambiente ¿Será esta una de las lecciones de la pandemia?
R: Durante el confinamiento, las industrias contaminantes cerraron, hubo muchos menos coches en las calles, muy pocos aviones volando. Hemos visto con cuánta rapidez se ha limpiado el cielo y miles de personas han disfutado del placer de respirar aire limpio. La gente no quiere volver a los días de la contaminación que amenaza nuestra salud. Por desgracia, hay muchos empresarios y líderes políticos que quieren volver a lo de antes. Y miles de personas que han perdido el trabajo y que están pasando hambre pueden sentir lo mismo. Y es muy probable que la contaminación vuelva… Pero la gente ha tenido la oportunidad de tener un atisbo de cómo debería ser el mundo. Espero que haya presión para repensar cómos hacemos las cosas, y una derterminación para que las energías renovables sean la norma y el resto de los combustibles fósiles se queden en el subsuelo.
P: Muchos expertos han dado también la voz de alarma por los riesgos de las granjas industriales…
R: Sí, creo que las granjas industriales deberían cerrarse por su crueldad y por la demanda insostenible que imponen sobre el medio ambiente, con la emicisón de grandes cantidades de metano y un gran riesgo para la salud humana. Las condiciones de hacinamiento de las granjas industriales que han brotado por todo el mundo han creado las condiciones ideales para que los patógenos salten a la población humana, como ya ocurrió por ejemplo en la pandemia de “gripe española” de 1918 que se cobró más de 30 millones de muertos… El problema es que mucha gente depende de esas prácticas como modo de vida, y es importante darles alternativas.
P: Seis de cada diez enfermedades son “zoonóticas” ¿Hasta qué punto lo ocurrido es un reflejo de nuestro propio comportamiento con los animales?
R: Lo más chocante es que esta pandemia la habían previsto desde hace muchos años los expertos en enfermedades zoonóticas, trasmitidas por virus o por bacterias de los otros animales a los humanos. El Covid-19 se ha propagado entre nosotros por nuestra continua falta de respeto hacia el mundo natural y hacia los animales con quienes compartimos el planeta. Cuando destruimos una zona de bosques tropicales, especies que antes no estaban en contacto se ven forzadas a compartir el mismo espacio. Un virus que ha existido en armonía con “especies huéspedes”, a lo mejor por cientos de años, puede de pronto saltar a otras especies. Y cuando los humanos se adentran más en sus hábitats, tienen contacto directo con esos animales y dan la oportunidad al virus para saltar a un “huésped humano”, y crear una nueva enfermedad e infectar a otros. Así es como se producen las epidemias y ocasionalmente las pandemias.
P: ¿Nos obligará la Covid-19 a cambiar radicalmente nuestra relación con el mundo natural?
R: Definitivamente tenemos que cambiar nuestra aproximación hacia la naturaleza y otras especies. Nuestra falta de respeto hacia los animales no tiene límites. Los matamos, los comemos, traficamos con ellos. Muchas especies acaban en mercados de carne de animales silvestres en Asia o en África. Otras –juntos con sus virus y bacterias- son vendidas en condiciones de hacinamiento terriblemente crueles y sin ninguna higiene, con el vendedor y el comprador expuestos al contacto con la sangre, la orina y las heces. Así es como se general el ambiente perfecto para que los virus y las bacterias puedan saltar de los animales a los humanos, como parece que ocurrió en China… Por ejemplo, la pandemia de VIH/SIDA se originó en dos partes de África central donde los humanos mataban a los chimpancés para comérselos. El mortífero ébola es también un virus que saltó desde otros animale a los simios y a los humanos en diferentes partes de África.
P: ¿Qué medidas hacen falta para prevenir todo esto? ¿Es suficiente la prohibición de la venta y el comercio de animales silvestres?
R: China ha impuesto una prohibición en el comercio, la cría y la venta de animales silvestres para la alimentación, al igual que han hecho otros países asiáticos. Hay una presión creciente para que esa prohibición sea permanente y se impida también el uso de animales silvestres para la medicina (como ocurre con las escamas del pangolín, el cuerno del rinoceronte o esa práctica tan horrible y cruel de ordeñar la bilis de los osos).
P: ¿Qué está haciendo su instiuto para evitar la propagación del coronavirus entre los chimpancés y los grandes simios en Africa?
R: Los chimpancés son biológicamente muy parecidos a nosotros: compartimos el 98.6% del ADN y en principio son vulnerables a los coronavirus. No es difícil proteger a los chimpancés en los santuarios del Instituto Jane Goodall como el Chimp Eden en Suráfrica o Tchimpounga en Congo, dirigido por la veterinaria española Rebeca Atencia. Pero proteger a los simios en la naturaleza es muy diferente. No hay vallas que impidan que sus poblaciones pueden entrar en contacto con humanos en cualquier sitio. En Gombe (Tanzania) hemos reducido el personal y cualquiera que entre al parque tiene que estar en cuarentena dos semanas; una o dos personas con mascarilla y equipo de protección comprueban la salud de los chimpancés.
P: Usted tiene un vínculo muy directo con equipo español en Senegal ¿Cuál ha sido su labor durante la pandemia?
R: El equipo español se quedó efectivamente en Senegal para hacer frente a la pandemia. El Instituto Jane Goodall España (IJGE) está llevando a cabo allí programas de investigación y conservación, con una aproximación holística. La infraestructura sanitaria allí es muy básica: hemos distribuido jabón y lejía en 27 aldeas, y repartido mascarillas, y relizado educación puerta a puerta. En la Comunidad de Dindefelo hemos puesto en marcha programas de seguridad alimentaria, con atención especial a las mujeres. Paramos temporalmente las actividades de campo, aunque hemos vuelto a monitorizar el hábitat y la salud de los chimpancés con cámaras trampa. Si una sola persona resultara infectada y contagiara a un chimpancé no habría nada que hacer. La subespecie que vive en Senegal, Pan troglodytes verus, esta severamente amenazada, con menos de 500 individuos en todo el país. Estoy muy orgullosa del trabajo del IFGE en Senegal, de todo lo que hacen por la gente y por los chimpancés, y por proteger su entorno.