Germina tus propias semillas en 4 sencillos pasos

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Los germinados son una fuente extraordinaria de energía vital y no deben faltar en la dieta de los vegetarianos y veganos.

Germinar semillas o granos en casa es muy fácil, incluso sin germinadora.

Contrariamente a lo que se suele pensar, hacer germinados en casa es muy fácil, con o sin germinadora. Si nos organizamos bien, seguimos ciertas reglas y les dedicamos 5 minutos por la mañana y 5 minutos por la noche, tendremos los mejores y más sabrosos suplementos naturales que existen en forma de una variada selección de germinados que complementarán nuestra dieta durante todo el año.

Tenemos al menos cinco posibilidades en función de nuestro presupuesto o el espacio en la cocina que van desde la autosuficiente germinadora eléctrica, que va a encargarse de todo el proceso, perfecta para personas con posibles y muy ocupadas, hasta el humilde plato hondo y colador de plástico que todos tenemos en casa. Este último sistema es uno de los menos recomendables desde el punto de vista de la higiene de nuestros brotes ya que van a estar más expuestos a microorganismos. Entre estos dos sistemas de germinar tenemos otros bastante prácticos y efectivos entre los que cabe destacar al menos cuatro:

La germinadora de bandejas apilables

El germinador de barro

El tarro de cristal de boca ancha

La bolsa de algodón

Podemos ir probando varios sistemas para encontrar el que más nos guste pero para empezar, y sin necesidad de invertir en costosos aparatos, una forma eficiente y segura de germinar es con un bote de cristal. Podremos reutilizar cualquier tarro de cristal de boca ancha de nuestra cocina y para proteger los germinados usar la misma tapa muy agujereada o un trozo de tela de mosquitera. Es mejor utilizar un bote de al menos medio litro y empezar germinando poca cantidad hasta que nos familiaricemos con las proporciones ya que, en cuanto las semillas empiecen a germinar y expandirse, van a necesitar mucho espacio. También es importante que el bote tenga una boca muy ancha ya que va a convertirse en una tarea titánica sacar los brotes sin romperlos. Todo el proceso se puede resumir en cuatro pasos muy fáciles:

Paso 1: El remojado

Este primer paso es importante y no debemos saltárnoslo o acortarlo ya que al hidratar bien las semillas o los granos logramos que se ablande su capa exterior y que le cueste menos romperla cuando intente germinar. También con el remojado disolvemos y eliminamos las sustancias que impedían el proceso de germinado.

No existen unos tiempos de remojado exactos ya que la calidad y la edad de la semilla puede hacer oscilar en varias horas el tiempo de hidratación, pero es siempre mejor quedarse cortos que pasarse ya que un contacto prolongado con el agua puede hacer que la semilla se pudra.

El agua del remojado deberá estar tibia y a ser posible filtrada o destilada para asegurarnos que esté libre de metales pesados. Usaremos agua caliente en el caso de las legumbres con una piel más dura como la soja verde o la azuki.

Para un tarro de un litro, dejaremos unas tres cucharadas de la misma variedad de semillas remojando en al menos 3 veces su contenido en agua y las removeremos bien dentro del agua para que no se peguen entre sí.

Todas las semillas que floten al final del tiempo estimado de remojado deberemos quitarlas con un colador pequeño ya que no nos valdrán para germinar y pueden crear mohos y levaduras en el proceso de germinación. Ciertas semillas con gran cantidad de mucílagos como la chía, el lino, el amaranto o los berros no necesitarán remojado.

Una vez en el agua, las dejaremos las horas estimadas en un lugar oscuro o tapadas con una mosquitera oscura.

Paso 2: La preparación

Pasado el tiempo de remojado, colamos las semillas y las enjuagamos.

Colocamos las semillas dentro del tarro de boca ancha, que habremos lavado previamente con un poco de vinagre.

La mejor tapa posible para nuestro tarro y una que no nos va a dar mucho trabajo de fabricar sería un cuadrado de mosquitera plástica que cortaremos en función del ancho del tarro y sujetaremos con una banda elástica.

Este tipo de “tapa” además de permitir que entre el aire sin problema nos servirá de colador cada vez que enjuaguemos las semillas y es reutilizable.

Cuando las hayamos escurrido dejaremos el bote inclinado con la obertura hacia abajo sobre una bandejita para que termine de escurrir el agua restante.

Paso 3: El cuidado

 Esta es la parte más fácil y también la más delicada. Fácil porque todo el trabajo lo van a hacer las semillas, pero delicada porque si nos pasamos con el agua o las colocamos en el lugar con poca ventilación o a una temperatura inadecuada terminarán desarrollando mohos indeseables y deberemos tirarlas.

 Hay que buscarles un espacio en nuestra cocina, despensa o salón donde tengan una temperatura suave y constante que ronde los 20º C y resguardar el bote de la luz hasta que empiecen a brotar.

 Para asegurarnos de darles a las semillas el agua justa, sólo hay que enjuagar los brotes cada 8-12 horas y retirarles todo el exceso de agua agitando bien. Esto lo podemos hacer sin necesidad de quitar la tapa agujereada o de mosquitera.

 Si hacemos brotes en verano y hace más calor dentro de casa, debemos enjuagar los brotes más a menudo.

 En el momento que los brotes tengan al menos 2 centímetros, algo que puede tardar entre 1 o 5 días, ya podemos exponerlos a la luz solar pero siempre indirecta.

 En este punto del proceso bastaría con vaporizar las semillas una vez al día para minimizar su exposición al agua. Si lo que germinamos son semillas de las aliáceas (ajo, cebolla o puerro) deberemos armarnos de paciencia, ya que pueden tardar en empezar a germinar más de una semana y estar listas en dos.

Paso 4: La conservación


Cuando los brotes hayan germinado totalmente y tengan sus hojitas, los sacaremos del tarro y los guardaremos en la nevera.

Un truco para que los germinados nos duren más tiempo y no se nos pudran por la humedad residual de la base es meterlos en un recipiente hermético muy limpio donde hemos colocado en el fondo dos o tres capas de papel de cocina o hemos puesto un paño fino y limpio de algodón. De esa forma el papel o la tela recogerán la condensación que vaya hacia el fondo.

Es importante que el recipiente sea grande para que los brotes tengas espacio y no estén comprimidos. Bien guardados los germinados nos pueden durar sin estropearse o perder muchas propiedades entre una y dos semanas, en función de la variedad.

Es conveniente que el mismo día que estén listos los germinados y liberemos el tarro, vayamos empezando con el remojado del siguiente cultivo para tener asegurada la reserva de brotes de la semana siguiente.

Consejos y trucos para optimizar su uso

La calidad de las semillas es tan importante como el proceso de germinado y por eso debemos utilizar unas que sean biológicas y frescas.

Nunca debemos usar unas semillas que hayan sido tostadas, irradiadas ni tampoco a ser posible transgénicas.

Las semillas que no germinen y que podamos apartar sin mucho trabajo debemos desecharlas ya que tienen un alto contenido en antinutrientes.

No hay que confundir con moho la “pelusilla” blanca que se forma durante la germinación en la raíz de algunas semillas como las de la variedad de las brássicas.

Hay que intentar tomar siempre los germinados crudos ya que es la mejor forma de aprovechar todas sus propiedades. En el caso de los brotes de legumbres se pueden escaldar o saltear uno o dos minutos para asegurarnos de inactivar sus antinutrientes o suavizar su sabor.

Los germinados deben comerse enteros, incluyendo las raíces y las hojas. Sólo si tenemos problemas digestivos ponemos sumergir en agua los brotes de ciertas legumbres, removerlos bien y colar las pieles que floten para retirarlas.

Si no solemos comer legumbres porque tenemos problemas para digerirlas una solución es tomarlas siempre pre-germinadas. Ocho horas de remojo y un día de germinación bastarán para cambiarles la estructura y multiplicar sus propiedades. En este caso importa menos que pierdan nutrientes en la cocción porque se compensa con los que se ganan en la germinación y además eso es mejor que no comerlas.

En las ensaladas siempre que podamos es conveniente sustituir la verdura por su versión germinada, ya que nos aportará hasta 10 veces más propiedades y ayudará a mejorar nuestra digestión de todo lo que comamos durante o después de ellos.

Los brotes de sésamo se vuelven amargos si se dejan más de 48 horas germinando.

Las semillas más picantes como la mostaza, los rábanos o los berros podemos combinarlas con otras de igual tiempo de germinación en una proporción 20-80 para que den así den sabor sin anular el sabor de los otros germinados y además protejan de los mohos a las otras semillas con sus poderosas cualidades bactericidas.

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Sobre la autora
Laura Kohan (@thefoodtherapy) es coaching nutricional, cocinera bío y escritora. Su espíritu emprendedor le ha llevado a viajar por el mundo y a trabajar como cocinera en diferentes situaciones. Es autora de varios libros, como Alimentos saludables para el siglo XXI, Cocina bio de temporada invierno y Cocina bio de temporada verano (N.E.Ed Ediciones). En su blog The Food Therapy, ofrece recetas, consejos y planes semanales, con planes completos y equilibrados, para comer mejor y ser más feliz. Dispone también de una página en Facebook: The Food Therapy.