El mensajero de la nieve

09.01.2013
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Simon Beck es un artista nada convencional, usa como lienzo el manto virgen de la nieve en la montaña para realizar gigantescos dibujos geométricos.

Simon Beck, ante una de sus obras en los Alpes.

La nieve es el silencio. La nieve es el sosiego. La nieve es la cobija sigilosa, el embozo de la vida que se nos ha ido escapando entre el rumor incesante del año... La nieve es también la página en blanco, esperando la huella deleble que como mucho durará hasta la próxima nevada.

Quiero usar el arte en la nieve como un modo de mostrar a la gente la belleza natural

Atraído precisamente por la cualidad quebradiza y efímera de la nieve, Simon Beck se calza a diario sus raquetas de “pisar” y se dedica a trazar inmensos dibujos sobre el manto blanco. Hay quien llama al topógrafo británico “el loco de las nieves”, allá en el Valle de Saboya, en los Alpes franceses. Pero a sus 54 años, Beck sigue inquebrantable con su “misión” invernal, consagrado en cuerpo y alma al arte de la nieve desde el 2004, y lo que aún le queda.

Cuando le preguntan que por qué lo hace, él responde de un modo natural: “Porque amo la naturaleza y me preocupa mucho el calentamiento del planeta. Los inviernos son cada vez más cortos y las primaveras se anticipan. Es algo que llevo notando en los últimos 30 años. Las carreteras que antes estaban cortadas durante meses ahora están abiertas”.

Aunque lo que más le inquieta al “mensajero” de la nieve es la destrucción causada por el hombre en los hábitats... “Me gustaría ver la mayor parte posible de la naturaleza intacta: montañas, bosques o desiertos. Quiero usar el arte en la nieve como un modo de mostrar a la gente la belleza natural, aun en zonas que han sido severamente degradadas por el esquí, que es una industria como otra cualquiera”.


Entretenido con sus casquitos, orientándose siempre con una brújula y siguiendo el trazo imaginario que él mismo concibió en papel, Simon Beck puede pasarse medio día dando vueltas y más vueltas hasta abarcar una superficie equivalente a la de tres campos de fútbol.
 Vistos desde las cumbres cercanas o desde los telesillas la estación de esquí de Les Arcs, los dibujos en la nieve de Simon Beck recuerdan a los misteriosos círculos de las cosechas. Aunque muchas de sus obras son diseños geométricos o fractales matemáticos que parecen tridimensionales cuando se observan desde las alturas, aprovechando el juego de brillos y sombras creado por la nieve.

Él mismo los diseña de noche y los lleva a la práctica durante el día, aunque a veces trabaja también en la oscuridad, iluminado con linternas y eligiendo siempre a conciencia el lugar, no sólo para amplificar el efecto artístico. También para evitar las avalanchas o los hundimientos en los lagos helados que le sirven muchas veces de lienzos.

“Empecé los dibujos porque no podía correr como lo hacía en tiempos, por un problema que tengo en los pies”, recuerda Beck. “Siempre he sido muy activo, me apasiona la bicicleta de montaña y el esquí. Caminar sobre la nieve es ahora la manera menos dolorosa de seguir haciendo ejercicio. De hecho, he calculado que algunas de mis caminatas para hacer las obras más grandes equivalen a la mitad del trayecto para escalar el Mont Blanc”.

“Llego siempre con una idea muy clara del dibujo que quiero hacer”, confiesa el artista de la nieve. “Las primeras dos horas sobre el terreno las dedico a medir y a dejar marcas que luego me servirán como referencia. Acabada la preparación, ya sólo me queda trazar líneas, orientándome con una brújula y concentrándome en las pisadas, pero teniendo siempre presente la totalidad del dibujo”.

El “mensajero” de la nieve nos invita no sólo a admirar lo que nos rodea en invierno, sino a mirarnos también hacia dentro, a hacer un alto y respirar a pleno pulmón

Antes de acoplarse las raquetas de nieve, Simon Beck toma un gran plato de porridge, precedido de una buena ración de hidratos de carbono (preferiblemente pasta) la noche anterior… “Los dibujos más grandes me pueden llevar diez horas y no regreso hasta que cae la noche, así que tengo que asegurarme de que no me flaquean las fuerzas”.

“Puede parecer aburrido, pasar horas y horas pisando la nieve, pero yo me lo tomo como un trabajo”, reconoce Beck, cuya experiencia como topógrafo fue vital para su forja como artista. “Escucho música sobre la marcha, y sólo me resulta realmente monótono cuando oigo la misma canción muchas veces”.

El necesario epílogo a su obra es la fotografía de sus obras fugaces, que pueden durar días o como mucho un par de semanas. Su idea es vivir tarde o temprano de su arte, y este invierno ha recibido ya varias invitaciones para exponerlas, y ha dado definitivamente el salto al vídeo, con un equipo de televisión siguiéndole ocasionalmente los pies.

Pero la mayor parte de su faena discurre en soledad y en silencio. En el fondo, el “mensajero” de la nieve nos invita no sólo a admirar lo que nos rodea en invierno, sino a mirarnos también hacia dentro. Hacer un alto y respirar a pleno pulmón. Salir al encuentro del “pulso silencioso”. Buscar el ritmo más o menos perfecto que existe dentro de cada uno de nosotros y que seguramente está más cerca de los cambios de estación que del pálpito impetuoso que nos marcan a diario las máquinas.

La nieve es el silencio...

 

 

Sobre el autor
Carlos Fresneda lleva media vida de corresponsal para el diario El Mundo en Italia, Estados Unidos y Gran Bretaña. En El Correo del Sol nos cuenta todo lo que se cuece en la trastienda de la actualidad diaria. Ha publicado un libro, La Vida Simple (Ed. Planeta).
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