El apicultor de la City
La apicultura en los tejados de Londres empezó siendo un hobby para Dale Gibson y hoy es su segundo trabajo y una auténtica pasión.
La miel de sus colmenas es muy apreciada por sus vecinos y numerosos chefs.
A las siete de la mañana, Dale Gibson es un "stockbroker" perfectamente trajeado en las oficinas de una firma financiera en la 'City 'de Londres. Pero a las cinco de la tarde, el corredor de bolsa se afloja el nudo de la corbata y se pone el "buzo" de apicultor, listo para completar su segunda parte de la jornada entre las ocho colmenas diseminanadas por la terraza de su casa al sur del Támesis, con el aguijón del Shard marcando el horizonte.
Tal día como hoy, Dale acude a la cita con el inseparable ahumador y va preparando a las abejas para la 'invernada', con un sirope medicinal que les servirá al mismo de tiempo de alimento y protección contra los hongos en los meses fríos. El apicultor de la 'City' se mueve casi como un astronauta ingrávido, procurando no interferir excesivamente en la vida hacendosa de sus abejas, que en el 2011 contribuyeron a convertir 'Bermondsey Street Honey' en la mejor miel de Londres.
En la capital británica hay ya 645 apiarios en un radio de 10 kilómetros. Pero la fama de ciudad-jardín no es suficiente, y de hecho la producción local ha caído este año. La miel de la Calle Bermondsey -en el sur industrial, victoriano y 'dickensiano'- se ha mantenido sin embargo en torno a las 700-800 jarritas, muy cotizadas por los restaurantes y tremendamente apreciadas por los vecinos. Todos los sábados se agotan las existencias en el mercado callejero del barrio.
Lo que empezó como un hobby, hace apenas ocho años, se ha convertido no ya en el segundo trabajo sino en la auténtica pasión de Dale Gibson, que a sus 58 años ha descubierto una misteriosa conexión entre los oficios de 'beekeeper' y 'stockbroker'...
"Las abejas son unas excelentes indicadoras ambientales: intuyen cuando hay una amenaza o un riesgo. También son unas auténticas maestras de economía colaborativa: actúan como un auténtico 'supraorganismo'. Calibran muy bien hasta dónde pueden llegar, no más allá de cuatro kilómetros, para conseguir un buen néctar y obtener un buen retorno".
"La función de un 'stockbroker' tiene algo en común", advierte Gibson. "Se trata de un trabajo de alto conocimiento y alta frecuencia: cada diez minutos tienes que tener una idea nueva que pueda ser interesante para un inversor".
Llegados a este punto, Dale Gibson rompe una lanza por la ética del 'stokeborker', que debería ser la misma que la ética del apicultor: "Del mismo modo que no puedes "jugar" alegremente con el dinero ajeno, no puedes venir a jugar a las colmenas. Hay que ser tremendamente respetuoso con las abejas y con su entorno. Tienes que hacer lo posible por lograr una colmena feliz, interfiriendo lo mínimo y procurando sobre todo que a las abejas no le falte alimento en su entorno. Aquí tenemos la suerte de contar con islas de vegetación en los tejados, y en el parque cercano plantamos árboles frutales y plantas aromáticas. Conviene tener en cuenta un principio muy simple: una abeja con hambre es una abeja cabreada".
A la caída de la tarde, mientras extrae cuidadosamente las alzas de sus colmenas para introducir el sirope medicinal, Gibson nos invita a meternos en la piel de las melíferas: "Es lógico que estén alteradas porque lo que hacemos es irrumpir sin permiso en su hábitat. Donde antes tenían oscuridad ahora tienen un fogonazo de luz. La temperatura de 33 grados cae en picado, y encima les movemos los 'muebles'". Yo me pregunto cómo reaccionaríamos los humanos si alguien entrara así en nuestra propia casa".
Dale Gibson ve la apicultura casi como una "danza" entre el hombre y la abeja... "Es un trabajo físico y duro, que requiere a además una capacidad de observación y grandes dosis de paciencia. Yo lo comparo un poco con la ganadería: el principal objetivo es que los animales estén bien alimentados, y partir de ahí puede empezar el mutuo entedimiento".
El apicultor de la 'City' no lleva la cuenta personal de los picotazos, tampoco son tantos. Su mujer, Sarah, es alérgica a las picaduras de las abejas; se diría casi que ellas lo saben y prefieren no adentrarse en casa, aunque las puertas y las ventanas estén abiertas. Las colmenas están emplazadas a los dos lados del tejado de dos aguas, en la planta superior y sobre la calle Bermondsey, cita obligada del Londres gastronómico.
Allí echó raíces el chef extremeño José Pizarro, que utilizó la dulce producción local para su receta del cordero al horno con miel. "José es un gran fan, y también el chef Tom Kerridge. Hacemos lo que yo digo una 'miel honesta'. Los mismos principios de lentitud y trato gentil de las abejas lo aplicamos al proceso de extracción y fliltrado. En el Soho House ayudamos a crear su propio apiario, y vendemos miel artesanal no sólo de la ciudad (Metro) sino de las colmenas que tenemos también en el campo (Union)".
Tras ocho años pluriempleado con sus abejas, Dale Gibson ha acumulado la suficiente sabiduría como para animar o disuadir a quien esté pensando en dedicarse a la apicultura urbana, sin necesidad de ejercer de siete a cuatro como 'stockbroker'... "Lo fundamental es asegurar que las abejas tengan que comer, igual que nos preocupamos para que no le falte pasto al ganado. No basta dedicarse a las abejas por entretenimiento, como si fuera un hobby cualquiera. La miel no cae del cielo ni sale automáticamente del grifo".