El abuelo de los tejados verdes cumple 99 años

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Con casi un siglo a sus espaldas, Joan Carulla, el payés urbano, desprende amor y positividad.

Todos los días son el día del medio ambiente para Joan Carulla.  El "abuelo" de los tejados verdes acaba de cumplir 99 años, y uno de los secretos de su longevidad es ese "intercambio de vibraciones positivas" con las plantas, desde su Juneda natal en Lleida hasta su azotea y sus terrazas del barrio del Clot en Barcelona: un vergel de 260 metros que lleva cultivando desde hace más de cincuenta años y donde siguen creciendo las patatas, los tomates y los pimientos, y también los limones, los nísperos y las uvas (con la ayuda de sus hijos Joan y Antoni).

El payés urbano avanza con paso firme hacia el siglo, apoyado en su bastón pero con una agilidad mental que sorprende a sus propios hijos, sus cuatro nietos y nueve bisnietos. Está escribiendo sus memorias una vieja Olivetti. Y por fin tiene la sensación de ser profeta en su tierra, homenajeado por la asociación Replantem por "su experiencia inspiradora cultivando en las junglas de cemento" y entrevistado con todos los honores en "Tot es mou" de TV3.

Con Joan Carulla compartimos su vuelta a las raíces en su pueblo leridano, donde predica con el ejemplo cultivando 20 hectáreas de trigo y maíz y repartiendo abrazos por doquier, fiel a su propósito de convertirse en "generador de amor" y mantener a raya los malos pensamientos:  "Estoy muy cerca del siglo, las piernas las tengo cada vez más lentas y los ojos miran más al suelo, pero mi alma se eleva y exploto de amor al prójimo".

En uno de esos sorprendes soliloquios que sigue escribiendo a máquina y a su edad, y que periódicamente envía a quien suscribe en forma de "virutas de la memoria", Joan Carulla indaga a su manera en los secretos de su larga vida...

"Será por la alimentación "primitiva" y vegetariana desde nuestra desgraciada guerra. Será porque tenía ideas naturistas y por ello no cometí ningún vicio. Será porque siempre trabajé a gusto y con ilusión como pequeño empresario y como agricultor, en contacto diario con mis plantas. O quizás porque he procurado apartar de mi mente el odio y la envidia. O porque soy de sonrisa fácil y quizás fluye por ella un poco bonhomía. O porque ya de niño tuve la idea de ser "generador de amor", una farse que sin saber de su importancia la acabe adoptando y difundiendo toda mi vida".

O será tal vez por haber seguido la receta que extendía un "gran hombre" llamado Josep de Letamendi, médico, poeta y filósofo "que tiene una plaza en Barcelona y una plazoleta en mi corazón"...

     "Vida honesta y arreglada
      Usar de pocos remedios
      y poner todos los medios
      de no apurarse por nada.
      La comida, moderada
      Ejercicio y distracción
      No tener nunca aprensión
      Salir al campo algún rato
      Poco encierro y mucho trato
      Y continua ocupación"...
 

El doctor Letamendi, el profesor Capo, su paisano el doctor Conudella... Joan Carulla hace un repaso a "las grandes mentes y grandes personas" que dejaron huella en su vida, con mención de honor a su amigo Antoni Gallego i Calaf, compañero de fatigas en el Club de Amigos de la Unesco, con quien desbrozó los caminos del pacifismo y de la ecología en los años sesenta.

Joan Carulla ha sido teórico y práctico de lo que él mismo llama "la anticipación social", y siempre puso en primer plano al planeta y a las personas. Por eso, camino de su Juneda, quizo hacer un alto en Mollerrussa, para rendir tributo "al agua bendita" en el Espacio Cultural de los Canales de Urgell, de la mano del vecino ilustre Josep María Pujol y Gorné, "el hombre más poderoso, más querido y más sencillo de toda Lérida".

El presidente de Prefabricats Pujol (una de las mayores empresas de prefabricados de hormigón de España) le devuelve el favor al payés urbano y recuerda cómo fue acogido como uno más de la familia cuando estudiaba para aparejador en Barcelona: "Joan tenía entonces lo que me peració un gran supermercado, y me sorprendió que una familia humilde de Juneda hubiera sido capaz de montar eso. Y ya era como le conocemos ahora: todo bondad, entregado a los demás, trabajador incansable, perfeccionista".

El biólogo Jordi Miralles, que también nos acompaña en este viaje en el tiempo, recuerda a Carulla como "la encarnación de la generosidad y el amor por todo lo que rodea", plasmado en aquel huerto pionero en las azoteas de Barcelona y en "esa visión común de una humanidad ecológica y respetuosa con su entorno". Miralles, que estuvo al frente de la Fundación Tierra, recuerda los artículos proféticos de Carulla en la revista del Gremio de Alimentación que él mismo dirigió y donde hablaba de ideas entonces revolucionarias como "la nutrición racional del futuro" o "el sentido universal del bien".

Joan Carulla siempre tuvo algo de filósofo, y eso es algo que se la ha acrecentado con la edad, iluminado por el rayo de la intuición, que como él mismo dice es "la pariente pobre de la clarividencia". También habla mucho de "la fraternidad", la gran olvidada de la trilogía francesa. Y en sus peores pesadillas sigue oyendo a los aviones italianos y alemanes que de niño le obligaron a refugiarse en los campos y huir del pueblo, a diez kilómetros del frente del Segre.

"Llevo toda mi vida llorando a nuestro millón de muertos, y al medio millón que murió después de pena y miseria, como mi madre", recuerda Joan, apostado con su bastón en la calle Mayor, después de repostar en la bucólica Banqueta de Juneda, en el canal de Urgell, "donde dos amigos y yo tuvimos la idea de crear la Asociación de Antiguos Alumnos para enterrar el rencor y ver si uníamos al pueblo después de la guerra".

"Me cuesta reconocer mi pueblo después de tanto tiempo", admite el payés urbano, rememorando los paseos por las callejas con su fallecida esposa, Ramona, y su propia infancia en el número 15 de Jacint Verdaguer. "Pero me llena de orgullo verlo prosperar y ganar habitantes, unos 3.400 que tiene, ahora que tanto se habla de la España vacía. Y todo se lo debemos al canal y a esta tierra agradecida, que sería como los Monegros si no tuviéramos el milagro del agua. Y también a la valía de su gente y a la iniciativa de emprendedores como Josep Soler, que tiene aquí la mayor granja de codornices de Europa (Urgasa)".

El alcalde Antoni Villas da la bienvenida al vecino ilustre. Llevaba sin venir desde el arranque de la pandemia y ahora recorre por primera vez el parque que recrea los pequeños y grandes hitos en la historia de Juneda, y donde algún día estará sin duda él por méritos propios...

"Joan es una de esas personas que en la primera mitad del siglo tuvieron que remangarse en una España hostil y difícil", recuerda el alcalde. "Encontraron en la amistad, la familia y el amor por la tierra sus referencias y su forma de vivir futura. Joan ha cultivado cada una de estas virtudes con esmero y eficiencia. La dificultad de cultivar su tierra autóctona, por su obligada marcha a Barcelona, la suplió con su famoso huerto urbano, toda una referencia hoy por hoy en la resiliencia ante el cambio climático".

En Juneda se nos unió Manolo Vílchez, al infatigable activista e impulsor en tiempos de los balcones comestibles en Barcelona, ecoconsejero en el medio rural con Vida Sana y arraigado ahora en la cercana Balaguer. Manolo fue de los primeros en entrevistar en su día a Joan Carulla y con él hemos subido periódicamente a su azotea para alucinar con su vergel de árboles frutales.

Joan plantó de niño "un arbolito" que él mismo regaba con su bote de leche condensada La Lechera y que sigue donde estaba junto a lo que hoy es el polideportivo. Su padre no quiso que trabajara antes de tiempo en el campo, y a él le debe haber asistido lo suficiente a la escuela para despertar su insaciable curiosidad y alimentar su devoción por los libros, que hoy acumula en su azotea de Bacerlona.

Aunque emigró a la ciudad en los años cincuenta, su pensamiento estuvo siempre en el campo. "He regado con mi sudor la tierra y por eso es agradecida conmigo", sostiene. Sus primeros ahorros los invirtió en la tierra, y así ha seguido hasta ahora, "comprando finquitas que hacen pieza" hasta llegar a las 20 hectáreas. Su mano no alcanza a cubrir la extensión de los trigales, por no hablar del maíz: 280 toneladas en una buena cosecha que quedan al cargo de su sobrino Joan.

"Pero el grano lo pagan igual que hace 40 años", se lamenta Joan. "Es una miseria lo que pagan a los payeses, no es de extañar que la gente no quiera trabajar en el campo. Y luego alimentan al ganado con el pienso que viene del trigo que cultivan los agriculturores. ¿Sabes por qué se come tanta carne? Porque es artificialmente barata. Estamos hundiendo la agricultura y el exceso de carne se traduce en enfermedades".

Abonado a la "alimentación, nutritiva, curativa y preventiva" (o como diríamos hoy, "basada en plantas"), Joan Carulla cierra tal día como hoy su frugal  comida de un solo plato (pasta) con una crema catalana y dos únicas velas que forman un simbólico 99. Rodeado de grandes amigos en el restaurante Torrent de Juneda, saca su mejor sonrisa de niño casi centenario y procura olvidar por un día su preocupación por este futuro inquietante: "Nada de violencia ni de guerra ¡Viva la vida!".

"Joan sigue siendo una gran inspiración para todos los que practicamos la agrilcultura urbana", atestigua el norteamericano Robert Strauss, nueve años afincado en Barcelona, donde ha creado su propio vergel en las azoteas del barrio de Gracia. Strauss presentó a Joan Carulla en la última edición de las 48 horas de agricultura urbana, organizada por la asociación Replantem. El abuelo de los tejados verdes tuvo el honor de recibir el primer Premio Joan Carulla, por su generosa y larga contribución al cultivo en espacios urbanos. El propio Robert Strauss felicitó luego al venerado payés por sus 99 años con un cariñoso vídeo en su honor.