Diez lecciones para después del confinamiento

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¿Qué hemos aprendido durante la pandemia? El psicólogo Eduardo Jáuregui nos muestra las lecciones aprendidas inesperadamente.

Poco a poco. Pisar la calle gradualmente. Explorar nuestro entorno hasta sentirnos seguros. Superar el efecto traumático del coronavirus y descubrir tal vez que hemos salido fortalecidos pese a todo. Más compasivos, más resilientes, mejores personas… El psicólogo Eduardo Jáuregui nos acompaña en esta primera salida, con las lecciones aprendidas inesperadamente durante el confinamiento.

1. Cambiar de piñón

Para bien o para mal, la experiencia nos ha obligado a adoptar una nueva perspectiva ante la vida. Unos sufrirán estrés postraumático (pesadillas, obsesiones), otros experimentarán un “crecimiento personal” que puede incluso traducirse en un “crecimiento colectivo”, como apunta Carmelo Vázquez, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense. Las emociones negativas y las positivas librarán un pulso durante los próximos meses, dentro y fuera de nosotros. El término medio –volver donde estábamos- es lo que ya no vale. Todos hemos tenido que cambiar de piñón y ajustarnos.

2. Desarrollar la resiliencia

Más de mil personas se apuntaron durante el confinamiento los cursos gratuitos “online” de mindfulness de www.modoser.com. Eudardo Jáuregui (autor de “Juicio a los humanos” y “El sentido del humor”) sigue en activo con otros diez voluntarios, ayudando a la gente a aplicar la “atención plena y consciente” en momentos duros como este. “Somos más resistentes de lo que creemos a todo lo que nos echa la vida”, es la conclusión que saca el psicólogo. Hemos desarrollado sin darnos cuenta esa cualidad tan apreciada que es la resiliencia: la capacidad de superar las situaciones adversas y a adaptarse a los cambios.

3. Cultivar las compasión

“La epidemia ha sido como un tsunami que se lo lleva todo”, recalca Eduardo Jáuregui. “Contra un enemigo externo, nos hemos sentido seres vulnerables que sufrimos. El virus nos ha igualado: unos perdieron a sus seres queridos, otros enfermaron, todos hemos salido “tocados”… Y eso nos ha hecho más empáticos, más capacitados para entender el dolor ajeno e intentar aliviarlo. Hemos recurrido a ritos como el aplauso colectivo. Hemos creado redes entre amigos y vecinos. Estos días han servido para cultivar la compasión y compartir humanidad”.

4. Moverse menos

Al principo nos sentimos atrapados. Pero con el pasar de los días descubrimos las ventajas impagables de moverse menos. Ese incesante ir y venir a la oficina parece de pronto como de otro siglo. Si la tecnología nos lo permite, ¿a que esperábamos? El teletrabajo, al que estaban abonados tan solo el 7% de los españoles antes del confinamiento, ha sido algo así como un descubrimiento colectivo. Habrá que hacer ajustes a la vuelta, buscar modelos más flexibles. Cualquier cosa antes de volverse a estrellar a diario con el coche en el atasco.

5. Respirar hondo

Hacía tiempo que no respirábamos a pleno pulmón en la ciudad. Ahora que “Madrid Central” se ha extendido insospechadamente hasta la periferia, todos descubrimos las ventajas. En Milán han aprovechado el impulso para ganar más epacio para las bicis y los peatones con el programa de reforma urgente de las vías públicas “Strade Aperte”. Los niveles de dióxido de nitrógeno y de partículas en suspensión han caído en torno al 50% en toda Europa, donde 470.000 personas mueren prematuramente todos los años por la contaminación. Es el momento de reclamar ciudades más vivibles y respirables. Y de reconectar con la naturaleza en plena primavera (y respetar el terreno reconquistado por los animales en nuestra ausencia).

6. Abrazar el silencio

La falta de ruido nos inquietó al principio, aunque con el tiempo se hizo reconfortante. Durante el confinamiento, hemos redescubierto tal vez el placer del silencio antes de dormirnos. Y el de despertarse con el gorjeo de los pájaros, y no con el rugido del tráfico. El Colegio de Ingenieros de Lleida constató que la presión acústica ha disminuido en la ciudad estos días hasta ocho veces, llegando a los 53,5 decibelios. El 29 de abril, por cierto, se celebró sin excesivo runrún el Día Internacional de la concienciación contra el Ruido. Ahora que hemos aprendido a abrazar el silencio, ha llegado el momento de plantar cara a la contaminación acústica.

7. Crecer con los hijos

El cierre de la escuelas durante el confinamiento dejó sin clase a más de 1.000 millones de niños en más de 100 países. En muchos de ellos, la desescolarización da lugar a situciones de marginación social y económica. Pero en los países occidentales lleva abriréndose paso desde hace tiempo el “homeschooling” (más de 1,7 millones de niños lo practican  con todas las de la ley en Estados Unidos). Muchos padres han descubierto durante la epidemia que no es tan duro ejercer de maestro o maestro. Otros se han dado cuenta de lo mucho que podemos aprender de nuestros hijos. Y crecer con ellos, sin importar la edad.

8. Hacer piña (digital)

Bendita tecnología… “Imagina que esto nos pasa hace treinta años, cuando no había teléfonos móviles”, volvemos con Eduardo Jáuregui, autor también de “Amor y humor”. “Tanto meterno con las redes y de pronto hemos descubierto su valor real. Nunca hemos estado más cerca estando tan lejos. Hemos reconectado con viejos amigos, hemos hablado por Zoom o Skype con toda la familia, hemos vencido la resistencia a la tecnología para hace piña… Y también para dar rienda suelta al sentido del humor con los memes. En situaciones estresantes como esta, el humor es básico para marcar la distancia y cambiar el estado anímico. La risa es igual de efectiva que el ejercicio físico”.

9. Valorar las cosas sencillas

En situaciones límite, aprendemos a valorar lo realmente importante… “Empezamos a apreciar las cosas más sencillas y a descubrir el valor del tiempo”, advierte Eduardo. “Hemos leído los libros pedientes, hemos oído la música que no escuchábamos hace años, hemos desempolvado un viejo “hobby” o hemos descubierto uno nuevo, como el bricolaje o la cocina. Y ahora nos aprestamos a pasear por un parque o a dar un paseo en bicicleta o a redescubrir el poder de una abrazo, con esa sensación de los placeres prohibidos y redescubiertos”.

10. Vivir dentro de unos límites

“Se nos acabaron los lujos, nos dejaron con las cosas más básicas”, recuerda Eduardo Jáuregui (salvando obviamente las diferencias ente confinarse un chalé de la sierra o en un piso de 30 metros cuadrados). Comprar en el super, asomarse por la ventana o abonarse a las series de televisión se convirtieron prácticamente en los únicos “excesos” durante estos tiempos críticos. La última lección es pues de pura economía, y ahora que nos echa la otra crisis encima: vivíamos por encima de nuestras posibilidades en un planeta finito. Con toda la experiencia acumulada en este curso intensivo de autolimitación, quizás ha llegado el momento de hacer un ajuste, en lo personal y en lo colectivo.