Día Internacional de los Bosques en rosa
Hay bosques que llaman la atención por su espesura, otros por ser primarios al permanecer intactos a la acción humana, pero aquellos ligados a la agricultura, donde los árboles se ordenan en líneas interminables siempre han pasado ajenos a nuestra vista. Hasta ahora, que el fruiturismo nos ha hecho descubrir la belleza natural domesticada de los árboles cultivados con fines agrícolas.
Poco podían imaginarse los agricultores del Baix Segre, que se afanan en los campos de melocotoneros durante todo el año y desde hace más de medio siglo, que el fruto de su trabajo iba a despertar pasiones, la de contemplar la floración de los árboles frutales que con tanto mimo cultivan.
El espectáculo comienza cuando el microclima que envuelve los campos de la localidad de Aitona hace que los árboles frutales comiencen a madurar un poco antes que el resto de localidades de la cuenca del Segre. Son apenas unas semanas entre marzo y abril las que acogen esta explosión que cada año atrae a un número creciente de visitantes deseosos de disfrutar entre campos floridos de los tonos rosáceos que visten a los frutales en flor.
La tierra se viste de tonalidades rosa que se intensifican a medida que las flores van cubriendo las ramas. Parece que se preparen para recibir a la primavera. Con su belleza humilde evocan el despertar de la vida y, al contemplarlos, es imposible no evocar el “hanami” o placer de los japoneses por disfrutar de los ciruelos y cerezos en flor.
Admirarlos o “ver flores” -lo que significa hanami- es una tradición nipona que se arraiga en códigos de guerreros samuráis. Tanto es así que a nivel nacional la Oficina de Meteorología pronostica la floración con toda la precisión posible según las zonas del país, para que, en cualquier región, puede admirarse este fenómeno que sutilmente muestra el fluir de la vida a través de la presencia efímera de la flor sobre el árbol.
En Aitona, han sido las propias flores las que han inspirado un proyecto ecoturístico con mucho gusto denominado “fruiturismo” o turismo de la fruta. Desde sus comienzos en 2011, ha logrado un reclamo turístico insospechado gracias a la riqueza frutícola del municipio.
Con visitas guiadas por el pueblo e itinerarios acompañados de agricultores y vecinos preparados para interpretar el paisaje agrícola y la vida a su alrededor o rutas senderistas por los campos en flor para disfrutar al ritmo propio e incluso visitas a alguna cooperativa, han hecho que la agricultura se convierta en la protagonista del atractivo turístico del municipio.
Aprender a distinguir entre los diferentes tipos de frutas de hueso que, además de melocotones, incluyen a la nectarina, paraguayo, cereza, albaricoque y platerina. Entender el valor de un trabajo de gran carácter manual durante todas las tareas agrícolas hasta la obtención del fruto. Y sobre todo del valor del mundo rural y los esfuerzos por vivir de una manera sostenible son algunos de los aspectos que se destacan en medio de este paisaje agrícola cubierto de tonos rosáceos.
Hasta los mismos frutales y su cultivo de una manera integrada, que evita el uso de productos químicos ante las plagas de insectos y se vale únicamente de métodos naturales para darle un carácter más valioso a la fruta de la que se puede seguir su trazabilidad de los 100 millones de kilos de fruta que cada año produce el municipio, parecen dispuestos a ser admirados incluso desde los dos o tres años de edad cuando ya, cada joven ejemplar, aparece cubierto de flores.
Los campos se nutren del paso de un caudaloso río Segre, alimentado por las nieves pirenaicas que, aparte de regar la llanura agrícola del Baix Segre en Lleida, es refugio de innumerables aves sobre todo en el Espacio de Interés Natural Utxesa, de un extraordinario valor ornitológico e incluido en la Red Natura 2000.
Desde la ladera de los ásperos cerros desérticos donde se asienta el pueblo, y en cuya cima se divisan los restos del castillo de Aitona, la vista de los campos en flor es un mosaico digno de admiración. Una contemplación sosegada que invita a disfrutar del Día Internacional de los Bosques, porque estamos ante uno fascinante sobre todo con las primeras y últimas luces de la jornada.
Este año además pueden disfrutarse por primera vez desde el aire a un ritmo placentero como es de un vuelo en globo. A merced del viento y sobre un mar en rosa una experiencia turística única en la que se pueden apreciar las notables dimensiones de los campos agrícolas, así como la belleza ordenada de los campos que se enlazan en un mosaico inabarcable incluso desde el aire.
Un mar de frutales que en estos días hacen más felices a quienes los visitan, convierten en un entorno más saludable al municipio y contribuyen a mitigar el cambio climático, refrescan el aire en los meses más calurosos y todo con una pincelada rosa ahora con la primavera entre la que celebrar de una forma única los grandes beneficios que nos aportan los árboles.