David Attenborough: "Nuestro futuro no cambiará si no cambiamos nuestra relación con los animales"

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El naturalista británico, con 94 años, presenta “A life in our planet” (Una vida en nuestro planeta) en forma de libro y de documental para Netflix. 

A sus 94 años, David Attenborough lo ha visto casi todo en este planeta. Hasta la pasada década, con series como “Planeta Tierra” y “Planeta Azul”, contagió su asombro por el mundo natural a grandes y pequeños. Ultimamente, su voz telúrica se ha vuelto sombría, en el momento de ahondar en los “hechos” del cambio climático y de la sexta extinción masiva para la BBC.

El verenado naturalista británico presenta ahora en forma de libro y de documental para Netflix su definitivo “testamento”: “A life in our planet” (“Una vida en nuestro planeta”). A lo largo de su vida profesional de 60 años, ha sido testigo de la “retirada del mundo natural y del avance implacable de la especie humana”, y ha llegado el momento de contarlo ante un tribunal imaginario.

Su misión consistió durante mucho tiempo en “documentar el paraíso en la Tierra que ha sido el período que conocemos como el Holoceno”. Pero estamos ya en lo que un grupo de geólogos ha rebautizado como el Antropoceno, y Attenborough abraza ese concepto: “Todos los animales modifican en mayor o menor medida su entorno. Pero ninguna especie ha hecho nunca lo que estamos haciendo nosotros. No solo estamos alterando el planeta, lo estamos destruyendo”.

Sostiene el naturalista británico que la cuestión “no es ya salvar el planeta, sino salvarnos nosotros”. Y el gran problema no es solo la crisis climática, también la pérdida de biodiversidad causada por la destrucción de los econsistemas, que a su entender está en los orígenes de la pandemia: “Nuestro futuro no cambiará si no cambiamos nuestra relación con los animales”.

“Los periódicos solo hablan del virus, y está bien porque todos queremos saber”, se lamenta entre dientes Attenborough. “El problema es que el cambio climático ha desaparecido de los titulares porque se percibe como un futuro distante… La temperatura de la Tierra ha aumentado un grado desde que yo nací, y puede aumentar entre tres y cuatro grados este siglo si no cambiamos de rumbo. El cambio climático está ya aquí: los jóvenes hacen bien en recordárnoslo”.

El éxito de Attenborough entre la muchachada lo atestigua el hecho de haberse convertido, esta misma semana, en la persona que más rápidamente ha superado el millón de seguidores en Instagram en el momento de su estreno… “El mensaje que quiero dar me preocupa tanto que voy a aprovechar todos los medios a mi alcance. Creo en esta joven generación que se está implicando ante el cambio climático. Es su mundo y es su mañana, no podemos desperdiciar más tiempo”.

En “Una vida en nuestro planeta”, Attenborough viaja su juventud en la campiña inglesa, como incipiente coleccionista de fósiles. Poco sospechaba entonces que con el tiempo, y gracias a su reconocimiento mundial, acabaría prestando su apellido a un pariente prehistórico del león que vivió hace 18 millones de años y cuyo fósil fue hallado hace unos años en Australia: el Microleo Attenboroughi.

La película recuerda sus primeras expecidiciones a lugares como el parque del Serengueti o la isla de Borneo, con la mirada insondable de los orangutanes como testigos de la tala del bosque tropical y de la irrupción de las plantaciones de palmeras. Attenborough recorre el mundo a lo largo de cinco décadas, y en paralelo vamos asistiendo al “boom” de la población (de 2.500 a más de 7.000 millones), al aumento de las partículas por millón de CO2 (de 300 a más de 400) y al declive de las áreas intactas de la naturaleza (de más de un 60% de la superficie terrestre a apenas un tercio).

El naturalista recrea sus primeros viajes al Artico y recalca cómo en el 2030 podemos vivir los primeros veranos sin hielo en el polo norte y una década después sufrir los verdaderos efectos del deshielo del “pemafrost”, con la liberación de cantidades ingentes de metano que pueden acelerar el calentamiento. Pese a las críticas recibidas en su momento, Attenborough no duda en rescatar las imágenes de las morsas lanzándose por los acantalidados en las islas al norte de Rusia por la desaparición del hielo y la falta de espacio vital en las playas.

El documental arranca y termina en Prípiat, la ciudad “atómica” evacuada durante el accidente de Chernóbil en 1986, como metáfora de “los errores de cálculo y las acciones incontroladas”. En el paisaje del fin del mundo se han abierto sin embargo paso los anmales en estado salvaje y la desbordante naturaleza, como en las viejas ciudades de los mayas…

“La humanidad está en una encrucijada, el mundo natural está seriamente amenazado y las consecuencias pueden ser apocalíticas”, advierte Attenborough, que dedica sin embargo la última media hora de proyección a las soluciones que ya están aquí: de la agricultura urbana a las energías renovables, de las zonas de exclusión de pesca en los océanos a la drástica reducción del consumo de carne, de los proyectos de renaturalización al reaprovechamiento total de los recursos.

“La palabra residuo es inmoral”, atestigua. “El imperativo en el siglo XXI debe ser trabajar con la naturaleza, y no contra la naturaleza, que es lo que llevamos haciendo desde hace  demasiado tiempo”.

 

Como epílogo a la proyección, David Attenborough nos invita a una conversación con el ex Monty Python Michael Palin, haciendo repaso a todo lo ocurrido en este año vivido peligrosamente. Palin le pregunta por las lecciones del Coronavirus, y Attenborough responde sin titubeos: “Una cosa que hemos aprendido es que estamos todos en la misma barca, y si queremos sobrevivir tenemos que cooperar. Se acabó el tiempo para los la nacionalismos. Es el momento para un nuevo internacionalismo y para una mayor igualdad entre las naciones del mundo. Occidente se ha llevado ya demasiado; quizás ha llegado el momento de dar”.

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