COP 27: la cumbre de las bajas expectativas

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Arranca la COP27 en Sharm El Sheikh, una nueva cumbre del clima, esta vez en plena crisis energética y con una guerra de fondo.

El actual secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, pide más unión entre Norte y Sur, y una mayor ambición ante la mayor amenaza para la humanidad.

Una cumbre del clima en plena crisis energética, con una sangrante guerra de fondo y en medio de un espejismo en el desierto. Las expectativas son más bien bajas para la COP27 que arranca el domingo en Sharm El Sheikh, con la polémica añadida de la represión en un país con 60.000 presos políticos que persigue  a los activistas. Pero todo es posible en Egipto, incluido un nuevo "milagro" como el de Moisés en el Mar Rojo...

     El reto, esta vez, es sin embargo unir en vez de dividir. Y ahí tenemos a António Guterres, que llega a la península del Sinaí con su versión particular de la tablas de la ley, presto a leer la cartilla a los líderes mundiales en medio de la marejada geopolítica: "Necesitamos movernos del punto de ruptura al punto inflexión. Eso significa, urgentemente, una mayor ambición y confianza entre el Norte y el Sur. Es el momento de un pacto histórico entre las economías desarrolladas y las emergentes".

    Guterres viene de mojarse los pies y no precisamente en el mar, sino en las indundaciones que han dejado bajo el agua a una tercera parte de Pakistán. Criticado tantas veces por su tono, entre mesiánico y apocalíptico, el ex primer ministro portugués ha advertido que la COP27 será definitivamente la última tabla de salvación, que el mundo avanza hacia un aumento de las temperaturas de 2,8 grados y que el objetivo de 1,5 grados está "en cuidados intensivos y con las máquinas temblando".

    "Desafortunadamente, hay una sensación cada vez mayor de que el objetivo de la tempetatura del acuerdo de París se nos está escapando", reconoce desde Egipto el secretario de Exteriores Sameh Shoukry, como rebajadno de antemano las expectativas o limitándose simplemente a certificar la realidad de los últimos meses.

    "Muchas cosas han ido en la dirección equivocada y hemos asisitido a una nueva fiebre del oro de los combustibles fósiles", advierte esta vez desde Alemania el físico Niklas Höhne, fundador del NewClimate Institute. El desmantelamiento de las turbinas eólicas en Keyenberg para hacer sitio a la expansión de una mina de carbón ilustra a la perfección la paradoja europea.

    En la COP26 se acordó la "reducción progesiva" del carbón, pero países como Alemania o Reino Unido han tenido que dar marcha atrás y prolongar la vida de sus viejas centrales térmicas. La repentina vuelta al carbón -como respuesta al "cerrojazo" del gas ruso- ha supuesto un aumento de la emisiones del 2% en los primeros meses del 2022 en los países de la UE, según Climate Action Tracker. 

   La directora de la Oficina Española del Cambio Climático, Valvanera Ulargui, recalca sin embargo que a finales de año no habrá un aumento de emisiones en la UE y asegura que la guerra de Ucrania ha servido en todo caso como revulsivo para reforzar los compromisos climáticos.

    "Se ha dado un nuevo impulso a las renovables, se han acordado medidas de eficiencia y ahorro energético, las ventas de coches eléctricos siguen aumentando", rcalca Ulargui. "Llegamos a Egipto en un contexto de multricrisis. Pero creo que el reajuste al que nos hemos visto obligados todos los países es también una gran oportunidad para recuperar el multilateralismo".

     Los titulares de estos días recuerdan sin embargo cómo vivimos en pleno maná de los combustibles fósiles. Las seis mayores petroleras del mundo (Aramco, ExxonMobil, Chevron, TotalEnergies, Shell y BP) han logrado en el último trimestre un récord histórico con ingresos cercanos a 100.000 milones de dólares, el mismo dinero que reclaman infructuosamente en concepto de "daños y pérdidas" los países más afectados por el cambio climático (un tema que será prioritario en la "COP africana" tras la promesa incumplida en Glasgow).

    Lejos de rumiar un repliegue, los gigantes del gas y del petróleo planean hasta 195 megaproyectos en la próxima década, con inversiones de 370 millones de euros diarios. Según una investigación de The Guardian, las así llamadas "bombas de carbono" amenazan con liberar 73.000 millones de toneladas métricas de CO2 y con dar al traste con los objetivos climáticos. Y sin embargo el petróleo volverá previsiblemente a ser el elefante en la habitación en la cumbre de Egipto, un país exportador de gas y de oro negro.

   Los analistas están divididos ante la compleja situación creada por la guerra de Ucrania, la crisis energética y la inflación que nos remite a los años setenta. "Conviene recordar que el "shock" del petróleo hace medio siglo se tradujo en grandes progresos eneficiencia energética, en energía nuclear y en los primeros pasos de la solar y la eólica", recalca Fatih Birol, director de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). "La crisis de hoy en día puede tener una impacto similar y acelerar la transición a un futuro más limpio y seguro".

   La AIE advierte de hecho en su último informe que la crisis acentuada por la guerra de Ucrania puede marcar el punto de inflexión y que las emisiones de CO2 provenientes de la generación de energía podrían alcanzar su pico mundial en el 2025, gracias las inversiones masivas en solar, eólica y nuclear impulsadas en Europa, Estados Unidos y China (con un aumento global de 50% con respecto a las cifras actuales, que deberían sin embargo duplicarse a finales de la década).

    "Después del invierno, llegará la primavera", vaticina el optimista Birol en un artículo publicado en el Financial Times, en el que se empeña en desmonar el mito de que la actual crisis es un enorme paso atrás en la lucha contra el cambio climático: "Yo no lo veo así... Esta crisis está sirviendo para demostrar lo insostenible que es el actual sistema energético, dominado por los combustibles fósiles. Lo que tenemos es una oportunidad histórica para convertir este momento en el punto de inflexión".

Egipto. El país anfitrión de la cumbre no ha predicado ni mucho menos en el desierto. Según Climate Action Tracker, Egipto aumentará sus emisiones sobre un 50% en el 2030 con sus contribuciones puestas al día y consideradas por los analistas como "altamente insuficientes". Sus exportaciones de gas licuado se han multiplicado por 13 en una década, con más de un centenar de proyectos de extracción de gas y petróleo por valor de 20.000 millones en el mismo período. Las COPs suelen apoyarse en el liderazgo del pais afitrión, pero el régimen autoritario de El-Sisi ha actuado de antemano como elemento disuasorio. Numerosas ONGs y asociaciones ecologistas han boicoteado la COP27 por las violaciones de los derechos humanos y por la falta de espacio para el activismo.

Africa. De la sequía en Etiopía, Kenia y Somalia que ha puesto en situación límite a 17 millones de personas a las inundaciones que han desplazado a más de un millón de habitantes en Nigeria. Africa es el continente más vulnerable al cambio climático, que tiene ya un impacto del 15% en el PIB. La "cumbre africana" pondrá el énfasis en la resiliencia y en la adaptación, como la iniciativa del Gran Muro Verde (para frenar el avance de la desertificación), la restauración de habitats, la introducción de cosechas resistentes a las sequías o la construcción de infraestructuras para proteger a la población. Senegal despunta como el país "puente" con el norte global, con acuerdos con España, Francia y Países Bajos y a través de su programa Just Energy Transition.

Estados Unidos. Joe Biden llegará a Sharm El Sheikh con un órdago sobre la mesa: la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), firmada el verano pasado y catalogada como la mayor apuesta de inversión pública en el sector energético en la reciente historia de EEUU. La IRA contempla el destino de casi 400.000 millones de euros al impulso de las energías limpias para reducir en un 40% las emisiones en el 2030 (con la instalación de 950 millones de paneles solares y 120.000 aerogeneradores y 2.300 plantas de baterías). Biden prometió también poner fin a las inversiones norteamericanas en "proyectos intensivos de combustibles fósiles a escala global", pero ahí le duele: Washington ha invertido más de 9.000 millones de euros en proyectos de gas y petróleo en Africa en los últimos siete años, frente apenas 700 millones en energía eólica y solar en el continente.

Unión Europea. La UE ha pasado serios apuros para mantener vivo el "Objetivo 55" (reducción de emisiones del 55% en el 2030) por el impacto directo de la guerra de Ucrania y el "cerrojazo" del gas ruso.  Pese al compromiso de acelerar la transición a las energías limpias -con el plan REPower EU- la patronal WindEurope ha alertado de la caída en un 36% de la venta de aerogeneradores en el tercer trimestre de este año. La "taxonomía verde" europea -con la polémica inclusión del gas y la nuclear como tecnologías de transición- es otro elemento que ha creado serias discrepancias entre los 27. 

China. La declaración conjunta de cooperación ante el cambio climático de Estados Unidos y China fue uno de los grandes logros de la COP26 de Glasgow. El acuerdo saltó por los aires el pasado verano, en medio de la crisis de Taiwan. Xi Jinping se comprometió sin embargo en su día en lograr la neutralidad de carbono en el 2060, aunque China mantiene su doble condición: el país más contaminante y donde más crecen al mismo tiempo las energías renovables. Una quinta parte del país está expuesto al impacto directo del cambio climático, que podría costar pérdidas del PIB del 0,5% al 2,3% en el 2030.

Reino Unido. El país organizador de la COP26 se fijó hace un año el objetivo más ambicioso (68% de reducción de emisiones en el 2030), pero el clima de permanente inestabilidad política y económica han puesto en duda sus progresos. La quinta economía mundial cede el testigo con la credibilidad bajo mínimos, tras la fulminante "marcha atrás" de Liz Truss (que dio temporalmente luz verde al "fracking") y el relevo tambaleante de Rishi Sunak, que anunció que no iría a la COP27 y finalmente cedió ante las presiones internas (incluida la del propio Boris Johnson, que acudirá por su cuenta).

Brasil y Australia. Los dos "malos" de Glasgow llegan redimidos a la COP27 tras el relevo de sus líderes. Lula da Silva será uno de los grandes protagonistas en Sharm el Sheik con su compromos de "retomar el liderazgo en la lucha contra el cambio climático" (pese al aumento de un 48% en la deforestación de la Amazonas bajo el mandato de Bolsonaro). En Australia, el laborista Anthony Albanese ha intentado borrar la imagen de Scott Morrison con una ambiciosa revisión a la baja de las emisiones del que sigue siendo quinto exportador mundial de carbón

Daños y Pérdidas. Mia Mottley, primera ministra de Barbados, aspira a marcar un hito en Egipto en el nombre del G77 (que agrupa a los países en desarrollo). Mottley impulsará la así llamada "Agenda de Bridgetown", urgiendo a la reforma del sistema financiero mundial del Bretton Woods para adaptarlo al siglo XXI, empezando la creación de un fondo para "Pérdidas y Daños" del cambio climático. Los países vulnerables reclaman la creación de nuevos mecanismos multilaterales que permitan agilizar la financiación de la mitigación y adaptación del cambio climático. Ellos fueron los que más presionaron en París por introducir el límite de 1,5 grados, frente a los complacientes dos grados de los países occidentales. Para las naciones-isla era y sigue siendo una cuestión de supervivencia.

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