Café a pedales

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Amos Field Reid y Lasse Oliva han creado la Velopresso, un singular triciclo que aúna la cultura de la bicicleta y la del café.

Amos Field Reid (izquierda) y Lasse Oliva, creadores de la Velopresso. (Foto: Carlos Fresneda)

La bicicleta y el café comparten sillín desde tiempos del legendario Eddy Merckx, con su maillot amarillo del Faema. Los acelerones de Mario Cipollini bajo la línea de meta llevaban también el patrocinio de un fabricante de máquinas de “espresso”, Saeco. El Café de Colombia dio incluso nombre a todo un equipo, en el que estuvieron Luis Herrera y Fabio Parra.

Y en esto llegan el británico Amos Field Reid y el finlandés Lasse Oliva, a los lomos del Velopresso, reivindicando la estimulante alianza entre el grano molido y las dos ruedas, y clamando al mismo tiempo por unas ciudades más saludables y vivibles.

Como en el caso de las viejas glorias del ciclismo, los creadores del Velopresso han contado con la impagable colaboración de Fracino, medio siglo fabricando máquinas de “espresso” desde el corazón de Birmingham. Hasta allí llegamos a tiempo para ver juntos a los tres prototipos de Velopresso, antes de su inevitable separación (uno irá a Canadá, el otro a Francia y el tercero a las calles de Londres).

 

Después de dos años y medio de gestación, desde que coincidieron en el Royal College of Art de Londres, Amos y Lasse están ultimando los preparativos para la producción en pequeña escala de este singular triciclo que aprovecha al máximo el poder “humano” (para pedalear y moler) y no utiliza electricidad.

La máquina de “espresso” funciona de momento gracias a una bombona de gas de fibra de vidrio, acoplada en el “cargo” junto al tanque de agua (22 litros), la nevera portátil para la leche y el depósito de café en grano, en un prodigioso ingenio de mecánica, eficiencia y fontanería. El sueño compartido de Amos y Lasse es el que el Velopresso pueda despachar 300 cafés al día, alimentando la máquina de “espresso” con etanol producido con los propios subproductos del café.

“Eso sería ya cerrar totalmente el círculo”, advierte Amos. “Se está avanzando mucho en la producción de biocombustible con azúcares provenientes de los desechos del café. Pero ese es un objetivo a medio plazo, como el de darle al Velopresso otras aplicaciones, tal vez como puesto rodante de zumos o helados”.

“Nuestra idea inicial fue hermanar algo tan rabiosamente urbano como la cultura de la bicicleta y la cultura del café”, recuerda Amos, devoto de las dos ruedas, que llegó a trabajar como mensajero a pedales antes de dedicarse durante una década a la producción cinematográfica y dejarse finalmente la piel, la sesera y los ahorros en la creación del Velopresso…

“En el corazón del proyecto estuvo siempre la cuestión de la energía. El no va más sería obviamente poder generar pedaleando suficiente energía para alimentar la máquina de 'espresso', pero para eso hacen falta tres kilovatios y eso es algo impensable”.

Lo que sí han sido capaces de idear Amos y Lasse es un complejo sistema de trasmisión que permite activar con los pedales la moledora de café Mazzer Robur cuando el triciclo está parado. Entre los dos estiman que echaron más de mil horas de trabajo hasta encontrar la solución definitiva y hacerla compatible con el diseño compacto del “cargo”.

Convertido en “ciclista-barista”, Lasse Oliva nos da una lección a vehículo parado del arte de moler café a pedales. Su experiencia en el Instituto de Diseño de Finlandia, asegura, fue vital para superar los incontables retos a los que se enfrentaron hasta llegar al prototipo más o menos definitivo, con el que ya han servido más de 6.000 cafés en la fase de experimentación y rodaje.

Pocos placeres hay comparables a los de una buena charla, alimentada por el aroma del grano recién molido, como preámbulo a la primera degustación de café en un Velopresso…

El innovador triciclo ha generado ya una gran expectación a través de las webs especializadas en diseño verde, como Treehugger e Inhabitat. Frente a los clásicos carritos portátiles, sus creadores destacan la eficiencia y la ligereza de su modelo (160 kilos en plena carga), capaz de recorrer distancias mucho mayores que los triciclos de “toda la vida”, y de hacerlo además “sin electricidad”.

Amos y Lass destacan además el orgullo del “Made in England” y la calidad de sus más de 30 proveedores que han contribuido a la realización de una máquina realmente única. El precio del Velopresso aún no está fijado, aunque la idea es arrancar con la producción “customizada” (a gusto del cliente) a razón de 10 unidades al mes o en tandas de 20 triciclos simultáneamente. De momento han recibido consultas y peticiones de noventa países, y el interés crece y crece…

“Creo que en las ciudades europeas y americanas se está produciendo una auténtica revolución de la movilidad y de las soluciones de 'emisión cero', y la bicicleta está sin duda en el epicentro”, sostiene Amos. “Ojalá llegue pronto el día en que nuestras ciudades estén inundadas no sólo de Velopressos, sino de otros ingenios a pedales que marquen el camino hacia una vida más saludable y sostenible”.

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