Aprender de la solidaridad de los lobos

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Venerados por los indios americanos, estos fascinantes animales nos enseñan a superar la soledad en los momentos adversos con la solidaridad fraternal hacia el grupo.

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El lobo es un animal admirado y temido a partes iguales en las culturas donde ha compartido territorio con los humanos. Los indios norteamericanos, sin embargo, respetan tanto las virtudes espirituales de este animal que incluso le otorgan un papel protagonista en su mito de la creación. En un principio, cuenta una de las leyendas, los seres humanos vivían bajo tierra y los lobos fueron los encargados de desenterrarlos para que pudieran vivir en la superficie. Después les enseñaron a vivir en grupo y les instruyeron en el arte de la cacería. Pero cuando los humanos aprendieron, entonces expulsaron a los lobos.

Este mito es una significativa fábula sobre el modo egoísta y depredador que la humanidad ha elegido para relacionarse con sus compañeros de planeta.

Sin salir de los Estados Unidos, uno de los últimos éxitos de la literatura juvenil ha sido la novela Temblor, que narra la relación entre una chica joven y el lobo que la visita cada invierno. ¿Qué tienen estos animales que parecen convocar algo tan esencial como atávico en el corazón humano?

De los lobos nos atrae, entre muchas otras cosas, su misterioso aullido bajo la luna, la mirada profunda, su capacidad de atravesar en solitario grandes extensiones para, a continuación, regresar al clan, donde la jerarquía y el respeto a los mayores les permite convivir en una armonía perfecta.

Un niño entre lobos

Bastante más cerca de nosotros, el escritor y antropólogo Gabriel Janer Manila dedicó treinta años de su vida a estudiar el caso de Marcos, el niño-lobo de Sierra Morena. Abandonado en un entorno salvaje desde los seis años hasta los diecinueve, este niño vivió aislado en las montañas con la única compañía de un clan de lobos, que lo acogieron y le enseñaron, según el relato del propio Marcos, todo lo que necesitaba saber sobre la existencia.

En su obra He jugado con lobos, adaptada recientemente al cine, Manila novela de este modo la relación que se estableció entre el niño y la manada: “Conviví con los lobos, a pesar de que no sé si llegamos a ser amigos. A veces me habría gustado ser un lobo: andar como un lobo con la cola estirada, la mirada despierta y las orejas tensas, correr como ellos, husmear como ellos y agujerear la oscuridad con los ojos. Quizá me habría gustado formar parte de su clan, percibir que me aceptaban en su familia, saber que su espacio, dilatado y vasto, era también el mío (...) Aprendí de ellos que más vale morir que vivir sometido. Y supe lo que significa resistir”.

Un lobo en invierno simboliza nuestra capacidad para resistir, atravesar desiertos existenciales y sobreponernos a las dificultades que la vida va dejando en nuestro camino.

El falso mito del aullido

Entre las imágenes que más nos cautivan de estos animales está el aullido. Contrariamente a lo que se cree, según los biólogos no se trata necesariamente de una expresión de tristeza, ya que los lobos también aúllan en grupo, como una especie de canto para reforzar la unión entre los miembros de la manada, en un ritual parecido a los cantos tribales. Según Pepe España, conservador del Centro de Naturaleza Cañada Real, “los lobos pueden estar alegres porque ha nacido una nueva camada o porque la caza ha sido abundante”. Este biólogo desmiente el tópico de que aúllan a la luna llena: “Los lobos aúllan cuando la luna está llena, en cuarto creciente o menguante. Aúllan siempre, no tiene nada que ver con el astro. Es un falso mito”.

Volviendo a la aventura de Marcos, en este pasaje de la novela se explica cómo una fiera loba puso límites, con consideración y mesura, al humano acogido por la manada: “Un día tomé en brazos un lobezno que quizá solo tenía un mes. Me gustaba porque tenía ganas de jugar. Tenía las orejas largas y me miraba con las orejas, estoy seguro, tanto como con la vista (...) Nos revolcábamos sobre la hierba fresca y saltábamos enloquecidos (...) No era la primera vez que jugábamos juntos. Aquel día, sin embargo, le hice un poco de daño en un pie. No era nada importante. Quizá lo abracé en exceso (...) Entonces vino la loba y me dio un golpe con su pata. Me gustó que el pequeño lobezno tuviera quién lo defendiera. A pesar del episodio de aquel día, yo sabía que podía confiar en los lobos”.[pagebreak]

El perro como lobo doméstico

Las culturas indígenas norteamericanas identifican el lobo con la sabiduría por su doble capacidad de estar solo y acompañado sin perder nunca la dignidad. Robert Ghost lo explica así: “Después de seguir durante muchos inviernos el camino sagrado y buscar la experiencia, regresa con su tribu a compartir sus nuevos conocimientos. El lobo conjuga en un mismo aliento la tradición y la novedad. Cuando un lobo camina a tu lado, te enseña con su caminar todo aquello que es y sabe”.

Valores ejemplares

Ciertamente, los lobos ya no rondan cerca de los pueblos y ciudades, como sucedía antaño, pero los seres humanos nos acompañamos de perros, y tal vez buscamos en ellos parte de esa pureza ancestral que puede leerse en los ojos de la fiera.

Más allá de la fidelidad, los perros conservan parte de la esencia de sus hermanos salvajes y nos enseñan valores como la valentía, el esfuerzo, la alegría o la honestidad. Otro no menos importante es su capacidad de vivir el momento, como explicaba Dana Jennings, editora del New York Times, al referirse a su mascota: “Los seres humanos necesitamos luchar constantemente para vivir el momento. O nos anclamos al pasado o nos proyectamos al futuro. Olvidamos que la vida, la verdadera vida, se vive aquí y ahora, en este preciso momento. Y vivir el momento es algo que los perros hacen por naturaleza. Mi perra Bijou come cuando tiene hambre, bebe cuando tiene sed, duerme cuando está cansada y salta de alegría ante el primer rayo de sol que entra por la ventana”.

En su artículo, la periodista cuenta cómo un cáncer le obligó a pasar una larga recuperación en casa, lo que aumentó el tiempo que compartía con su perra, que le regaló valiosas lecciones: “Empecé a darme cuenta de que los perros nos hacen más humanos. Todos ellos son como velas caninas que brillan por un breve número de años, recordándonos nuestra finitud e iluminando nuestra vida. Bijou me enseñó que los placeres simples son nuestro tesoro. Mientras me recuperaba en casa el pasado verano después de la operación, no había sonido más dulce para mí que el de mi perra bebiendo agua de su platito. Era como si con ello estuviera recogiendo para mí las aguas de la sanación”.

Un perro es un lobo que acepta vivir en nuestro hogar bajo las normas de los humanos, pero que conserva parte de su sabiduría salvaje y ancestral.

La mujer loba

En cualquier caso, ¿de qué manera podemos incorporar esa esencia pura e indomable a nuestra alma cotidiana? Responsable de uno de los títulos new age de más influencia en las últimas décadas, la autora de Mujeres que corren con lobos creció cerca de los Grandes Lagos de Michigan en Norteamérica y desde pequeña prestó mucha atención a los relatos orales de los indios. Doctorada en psicología etnoclínica, el estudio de la conducta de las tribus, Clarissa Pinkola Estés aúna en su obra mitos, tradiciones, cuentos de hadas, poesía y psicoanálisis.Este libro de cabecera para muchas mujeres occidentales es uno de los ensayos divulgativos más particulares e inclasificables que se han escrito sobre el alma femenina.

La autora propone un viaje hacia los orígenes de la mujer, lejos del prototipo actual de fémina sofisticada que busca emular a los hombres. En lugar de eso, aconseja aprender de los lobos, acudir a las raíces para despertar la creatividad innata, respetar los ciclos de la naturaleza y pasar por las fases de gestación, vida y resurrección.

Clarissa Pinkola Estés asocia el comportamiento de los lobos a la fuerza interior y la intuición: “La loba canta con tal intensidad que el suelo del desierto se estremece y, mientras ella canta, el lobo abre los ojos, pega un brinco y escapa corriendo cañón abajo. En algún momento de su carrera, debido a la velocidad o a su chapoteo en el agua del arroyo que está cruzando, a un rayo de sol, o a un rayo de luna que le ilumina directamente el costado, el lobo se transforma de repente en una mujer que corre libremente hacia el horizonte, riéndose a carcajadas”. La idea que sirve de eje al libro es que para recobrar la vitalidad física, mental y espiritual, la mujer debe reconectar con su naturaleza salvaje y primigenia.

Dentro de cada ser humano hay un lobo que espera ser despertado. Eso es lo que, según esta psicóloga norteamericana, necesitamos para recuperar el vigor y espontaneidad perdidos: “La manera de mantener nuestra conexión con lo salvaje es preguntarnos qué es lo que de verdad queremos. Eso es lo que permite separar el grano de la paja (…) Para ser libres, tenemos que liberar nuestra vida ideal, fluir con la corriente de nuestros deseos, dejar que todo venga a nosotros, sin censurar nada de entrada. Eso es la vida creativa. (…) Es peor quedarse en un lugar al que no perteneces que vagar sola, como los lobos, buscando lo que tu mente y tu alma ansían”.[pagebreak]

Retorno al buen salvaje

El autor de novelas juveniles –muchas de ellas de inspiración claramente indígena– Gerald Hausman asegura que “los seres humanos tenemos miedo a la fiera que hay dentro del lobo porque, en realidad, no entendemos la fiera que hay en nuestro interior”. Tal vez porque muchas novelas y películas han alimentado el concepto de la ley de la selva, donde los hombres sin civilizar se cazaban los unos a los otros, confiamos en la sociedad como única manera de vivir en paz. Sin embargo, tanto los colonizadores de las Américas como los filósofos de la Ilustración ya daban una visión contraria de ese tópico.

Antes de la civilización, el hombre no estaba en guerra contra el hombre, ni era cada uno enemigo del otro en un clima de miedo, desconfianza y terror. En su polémico discurso sobre el buen salvaje, que le llevó a perder su empleo para tener que trabajar como copista de música, Jean-Jacques Rosseau asegura que el estado natural del hombre antes de surgir la vida en sociedad era bueno, feliz y libre, guiado por el sano amor a sí mismo y a los demás.

“El primer hombre al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir ‘Esto es mío’ y encontró a gentes lo bastante simples como para hacerle caso, fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil”, asegura Rosseau, que ve en ese parcelamiento el origen de la desigualdad entre los seres humanos.

Los lobos nos devuelven a ese amplio espacio original humano y animal en el que nuestras huellas eran las carreteras, la confianza nuestro compromiso con la tribu y la naturaleza el hogar de todos.
Aunque solo podamos disfrutar de su silueta contra la luna en los documentales o en los reportajes de las revistas, merece la pena beber de su filosofía para sentirnos más cerca de nuestra manada y atravesar sin miedo los invernales desiertos de la existencia.

La relación del lobo con la manada

Nueve principios inspirados en la conducta de los lobos, muy especialmente en su relación con la manada.

• Respeta a los mayores. La jerarquía es muy importante para los lobos, así como en las culturas humanas tradicionales, donde los ancianos eran venerados como depositarios de la experiencia y el saber colectivo.

• Enseña a los jóvenes. Nuestra misión más trascendente es mostrar el camino a los que vienen detrás: hijos, alumnos y, en general, toda persona que necesite de nuestra ayuda y guía.

• Coopera con el clan. Como reza un proverbio japonés, “ninguno de nosotros es tan inteligente como todos nosotros juntos”.

• Juega siempre que puedas. Las personas que mantienen un espíritu lúdico toda su vida aprenden constantemente y despliegan su creatividad en todos los ámbitos, desde el laboral al sentimental.

• Caza cuando sea necesario. El lobo nunca consume más de lo que necesita para subsistir. Su austeridad es un ejemplo contra el derroche que caracteriza al mundo humano desarrollado.

• Descansa entre medio. Las pausas nos permiten volver a la caza de objetivos, ideas, mejoras, con toda nuestra energía. Solo quien descansa afronta nuevos desafíos en plenitud de facultades.

• Comparte tu afecto. Los lazos de amor fortalecen la autoestima y nuestro sentimiento de seguridad.

• Da voz a tus sentimientos. No solo es importante dar y recibir afecto, sino también expresarlo a las personas que forman nuestro clan.

• Deja tu huella. El tradicional “plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro” admite toda clase de variaciones para que nuestro paso por el mundo sea una herencia positiva para el conjunto.

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