Alan Rusbridger: “No hemos sabido contar el cambio climático”

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Hablamos con Alan Rusbridger, exdirector del diario inglés The Guardian, sobre el cambio climático y cómo implicar a los lectores y a toda la sociedad en el problema global más importante.

Foto: Ione Saizar

“No hemos sabido contar el cambio climático, el problema más acuciante que tenemos ante nosotros”… El “mea culpa” por toda la profesión lo entona Alan Rusbridger, durante 20 años director de The Guardian, en el momento de su despedida y volviendo la vista hacia atrás…

“El periodismo tiende a ser como un espejo retrovisor. Preferimos tratar lo que ya ha ocurrido, en vez de mirar lo que tenemos por delante. Damos tratamiento preferente a lo que es excepcional y salta a la vista, frente a lo que es algo corriente pero está escondido".

“Keep it in the ground” (Dejadlo bajo tierra), de The Guardian, es la campaña que está marcando la pauta a todos los medios de comunicación

Para quitarse la espina, Rusbridger quiso hincarle el diente en sus últimos meses a la gran asignatura pendiente. Tras el Pulitzer por las revelaciones del caso Snowden, y en vez de recrearse en la autocomplacencia, convocó a la redacción en pleno y lanzó la aire la gran pregunta: '¿Cómo podemos contar el cambio climático?'. The Guardian se ha destacado siempre por su información sobre el medio ambiente, tenemos siete corresponsales ambientales y un equipo de más de 20 especialistas... Hemos sido buenos contando todo lo que ha pasado, pero no hemos sabido ensanchar el horizonte para abarcar el problema en toda su dimensión y hacerlo interesante y atractivo para los lectores”.

Así nació “Keep it in the ground” (“Dejadlo bajo tierra”), la campaña que está marcando la pauta a todos los medios en la cuestión más esquiva a la que nos seguimos enfrentando los periodistas. "Creo que el debate está ya claro por la parte científica”, asegura el exdirector de The Guardian. “Pero no hemos indagado lo suficiente en los dos aspectos básicos que son los que han impedido que haya una acción real hasta la fecha: la economía y la política, y todas sus ramificaciones".

Fiel a la tradición de los periódicos británicos, la campaña de The Guardian aspira no solo a informar sino a impulsar la acción social y presionar hasta lograr un compromiso que parece casi impensable: quemar tan solo una quinta parte de las reservas actuales de petróleo, carbón y gas (2.795 gigatoneladas), a sabiendas de que por encima de las 565 gigatoneladas nos arriesgamos a un aumento crítico de las temperaturas por encima de los dos grados.

Necesitamos grandes compromisos para 'desinvertir' en combustibles fósiles

"Puede parece un argumento radical, pero nos atenemos a lo que están diciendo los científicos", asegura Rusbridger. "Lo que está en juego es nuestra propia supervivencia, y lo que necesitamos son grandes compromisos para 'desinvertir' en combustibles fósiles. De ahí la presión a la Bill & Melinda Gates Foundation o al Wellcome Trust, que son dos de los grandes inversores en energías sucias. Decenas de compañías, universidades y gobiernos locales ya lo están haciendo. Pensamos que ése es el camino"...

Entre tanto, The Guardian revela cómo la compañía BP abortó la transición hacia las renovables y volvió al filón del oro negro. O cómo Exxon Mobil ha estado financiando a los negacionistas del clima. O cómo Shell ha extendido su mano negra hasta el Museo de Ciencia de Londres. O cómo Schlumberger, la compañía más poderosa e invisible, tiene un ejército de 100.000 hombres, muchos de ellos especializados en la extracción de gas y petróleo en lugares "difíciles"...

El periódico británico ha decidido sacar a la luz los trapos sucios de los combustibles fósiles como parte de una campaña que tiene -según Rusbridger- un objetivo así de simple: "Hacer visible el cambio climático, llevarlo a la portada del periódico y convertirlo en lo que es: un problema inminente".

El periódico británico ha decidido sacar a la luz los trapos sucios de los combustibles fósiles

Con el respaldo de más de 140.000 firmas -y arropada entre otros por Naomi Klein, Bill McKibben y George Monbiot- la campaña llama ahora a las puertas de París, con una petición muy directa a la alcaldesa Anne Hidalgo: que se comprometa a "desinvertir" en petróleo, gas y carbón. Todos los ojos están sobre la capital francesa, que podría convertirse en la primera gran ciudad del mundo en sumarse a "Dejadlo bajo tierra" y predicar con el ejemplo en la antesala de la conferencia mundial en diciembre.

El Guardian Media Group ha predicado además con el ejemplo y acaba de anunciar la "desinversión" de casi mil millones de euros en petróleo, carbón y gas, sumándose así a la brecha abierta por la Fundación Rockefeller o por las universidades de Stanford, Glasgow y Syracuse, entre otras. El compromiso global de "desinversión" en carbón y petróleo supera ya los 36.000 millones de euros, y el próximo objetivo es nada menos que el Vaticano, con petición expresa al Papa Francisco para que cierre el grifo de las energías sucias.

Habrá quienes acusen a The Guardian de haber cruzado la línea "sagrada" que divide la información y el activismo. Pero a veces no basta con contar la historias sin más: está claro que había que hacer algo más para agitar "la mayor historia del mundo", relegada a tercer plano por la tormenta de la austeridad y los coletazos de la crisis.

“Ni se te ocurra pensar en…”

“No le veo ninguna posibilidad de éxito a la causa del cambio climático"... La observación pesimista proviene de una de las mentes más lúdicas e influyentes de la última década, el psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman, autor de Pensar rápido, pensar despacio.
La confidencia se la hizo Kahneman a George Marshall, fundador de Climate Outreach, empeñado en buscar las razones por las que el común de los mortales da la espalda al cambio climático... "Ni se te ocurra pensar en ello" da ahora título al libro más irreverente sobre la cuestión más apremiante y casi innombrable.
"Estamos ante un problema abstracto, distante y discutido, todo lo contrario a una amenaza concreta, inmediata e irrefutable", volvemos con el razonamiento de Kahneman. "Para que la gente se movilice por una causa, ha de existir un componente emocional, y tiene que percibirse como respuesta a un asunto inminente y prominente, que sobresalga con fuerza propia sobre todos los demás".
A George Marshall, activista radical hasta la médula, aquella respuesta le dio mucho que pensar. Cuando en septiembre del 2014 se sumó a la gran marcha del clima en Nueva York, y pese a compartir su entusiasmo con 400.000 manifestantes, sintió cierta frustración al ver pancartas llenas de resentimiento y desprecio hacia los escépticos del clima. Algo le decía que ése no es el camino...
"Para que la causa del cambio climático avance, tenemos que encontrar un terreno común y un propósito común", advierte Marshall. "Estamos ante una decisión colectiva y no podemos excluir a la 'otra' mitad de la población, la que aquí llamamos 'conservadora'. Más bien al contrario, hay que tender puentes, encontrar líderes sensibles en el 'otro' lado y cambiar necesariamente de narrativa".
"Ni se te ocurra pensar en ello" traza el camino hacia este "cambio de narrativa" que de alguna manera simboliza ya el Papa Francisco, con su reciente encíclica. “Necesitamos apoyarnos en nuevos mensajeros y en un mensaje más integrador”.
"La ciencia ya se ha pronunciado mayoritariamente, pero la gente se mueve ante todo por señales sociales", advierte. "Tenemos que derribar las barreras ideológicas que han convertido el problema en un arma arrojadiza de la izquierda y en una bestia negra de la derecha. Necesitamos crear un debate robusto y avanzar hacia un movimiento inclusivo, que no deje a nadie fuera".
Entre tanto, estos son algunos de los consejos de George Marshall, que por cierto predica con el ejemplo con la Yellow House, la casa más ecológica de Oxford, toda una lección práctica de eficiencia energética y respeto al medio ambiente...
• Crear una narrativa de cambio positivo, que la adaptación al cambio climático no se limite a una manera de "protegernos" sino de oportunidad para crear un mundo más sostenible, equitativo y justo.
 No alimentar las divisiones ni caer en la trampa de la negatividad, impulsar una dinámica de cooperación (no necesariamente de unidad) y aceptar un amplio espectro de actitudes hacia el problema.
 Crear momentos simbólicos de proximidad para aumentar la conciencia de la opinión pública (como la resistencia al oleoducto entre Alberta y Texas).
 Ser honestos sobre el peligro, pero hacer al mismo tiempo la conexión entre las "soluciones" al cambio climático con las fuentes de felicidad humana, y no con la privación material.
 Mantener una mente abierta, no convertir el ecologismo en una religión (y estar dispuestos a aprender incluso de las religiones).
 Contar historias personales y reconocer el peso de nuestras decisiones individuales en el aumento de las emisiones.
 Reconocer la ansiedad y el "dolor" por lo que queda atrás: apreciar lo que aportó la era de los combustibles fósiles -pese a sus negativos efectos sobre el medio ambiente- y celebrar los "nuevos placeres" del mundo bajo en emisiones (entre los que no estará el rugido del Ford Mustang V8).

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