El “donut” de los límites planetarios

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La imagen del “donut” de la economía se le ocurrió a Kate Raworth para mostrar las fronteras ecológicas, que debieran ser las fronteras de la economía.

Imaginemos que los líderes mundiales se sentaran en una mesa con forma de “donut”. En el centro, donde antes había un inmenso vacío, estarían los once fundamentos sociales. En los bordes de la mesa, apremiantes, tendríamos los nueve límites planetarios. Y en el medio, la parte más dulce y jugosa: el espacio seguro y justo para la humanidad (eso que también llamamos desarrollo sostenible).

Levantemos ahora a los líderes de sus poltronas y hagamos fuerza entre todos para levantar la mesa redonda y hacer más visible el “donut”, por si no ha quedado clara la idea: el espacio verde es el que podemos comernos sin poner en peligro nuestro propio futuro.

La idea del “donut” de la economía se le ocurrió a Kate Raworth hace veinte años intentando ir más allá del clásico diagrama que siguen enseñando como el santo grial de la macroeconomía: “No podremos vislumbrar un futuro mejor si antes no visualizamos bien el presente, para comprender mejor en dónde estamos y hacia dónde nos movemos”.

Kate Raworth trabajó durante una larga década para Oxfam y ahora es investigadora para el Instituto Ambiental de Oxford (ECI), donde le sigue dando vueltas y más vueltas al “donut”. Con esa poderosa imagen bajo el brazo se vino hasta la conferencia de Rethinking Economicsen Londres, para mostrar a los estudiantes ese círculo hasta ahora ignorado en los programas de Económicas.

“El punto de partida son los nueve límites planetarios”, advierte Kate Raworth, que nos remite al famoso estudio de Johan Rockström y otros 28 científicos publicado por la revista Nature. “Tenemos que reconocer que vivimos en un planeta finito e identificar las fronteras que no pueden ser sobrepasadas, si no queremos causar un daño ambiental irreversible”.

Los nueve límites rodean el “donut”, como si fueran el borde de la mesa que recuerdan perpetuamente a los líderes: ahí empieza y se acaba el mundo. Tres de los límites están siendo ya transgredidos: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el ciclo del nitrógeno. Otros cuatro avanzan rápidamente por ese camino: uso del agua dulce, conversión de bosques en cultivos, acidificación de los océanos y ciclo del fósforo. Los otros dos son la contaminación química y la carga de aerosoles en la atmósfera.

Delimitadas pues las fronteras ecológicas en las que nos movemos, Kate Raworth reserva el centro de “donut” a los fundamentos sociales. Y para confeccionar su lista de once recurre a las prioridades identificadas por los gobiernos en la cumbre Rio +20: agua, alimentos, salud, igualdad de género, igualdad social, energía, trabajo, voz (democracia), resiliencia, educación e ingresos económicos.

“Gran parte de la humanidad aún no tiene los fundamentos para una vida digna, y eso es algo que tienen que reconocer tanto los ecologistas como los economistas”, advierte Kate Raworth. “No podemos olvidar que el 21% de la población vive con menos 1,25 dólares al día, que el 19% no tiene acceso a la electricidad y que el 13% sufre el azote del hambre”.

“El gran reto de la economía en el siglo XXI es conciliar los aspectos sociales y ecológicos y garantizar lo mejor para la población dentro de los límites en los que nos movemos”, asegura Raworth. “Tenemos que asegurar una vida digna para toda la humanidad. Pero no podemos seguir alimentando la cultura del consumismo sin fin, o hablar de “externalidades” para ocultar el impacto en el medio ambiente, o medir el desarrollo económico con una visión tan estrecha como la del Producto Interior Bruto”.

La investigadora de Oxford nos invita a asomarnos a la economía con “una nueva luz” y a tener siempre muy en cuenta cuál es el propósito de la vida en común, como si fuéramos los líderes de nuestro pequeño mundo, sentados en los límites de esa suculenta mesa con forma de donut…

¿Nos comemos el planeta?

“Pluralismo” en las aulas de Económicas

Cientos de universitarios de una veintena de países han unido fuerzas en la Iniciativa Estudiantil Internacional por el Pluralismo en la Economía (ISIPE) y han reclamado un cambio profundo en los planes de enseñanza. Espoleados por economistas como Ha-Joon Chang (autor de 23 cosas que no te cuentan del capitalismo) o Adain Turner (Económicas para después de la crisis), los estudiantes han unido fuerzas en dos conferencias en Londres y en Nueva York, bajo el lema “Rethinking Economics”.
“No hay una sola verdad absoluta admitida por todos los economistas, ni una teoría económica que haya demostrado ser superior a todas las demás”, advirtió Ha-Joon Chang en el cierre de la conferencia londinense. “La economía nunca puede ser una ciencia exacta como la física. Por eso es tan necesario el pluralismo. Lo que se enseña actualmente en las universidades es una versión muy estrecha, sesgada y reduccionista. Y la evolución ha sido mínima a pesar de la crisis”.
"Hay que dejar que el mundo real vuelva a entrar en las aulas y con él vuelvan el debate y el pluralismo de teorías y métodos", escriben los estudiantes en una carta remitida recientemente a los grandes medios. "Esto ayudaría a renovar la disciplina y permitiría crear un espacio donde se puedan generar soluciones a los problemas de la sociedad".
“No es sólo la economía mundial la que está en crisis, la enseñanza de Económicas está también en crisis y sus consecuencias van más allá de las aulas”, advierten los universitarios. “Lo que se enseña en la Universidad moldea la mentalidad de las próximas generaciones de políticos, y por tanto da forma a la sociedad en la que vivimos".
La carta abierta está respaldada por 42 asociaciones de estudiantes de más de veinte países. La chispa de la “rebelión” surgió hace dos años en Manchester, con la creación del grupo Post-Crash Economics Society. La mecha se ha propagado ya por Europa, Asia y América, aunque los grupos más influyentes están en Francia (PEPS-Economie) y en Alemania (Netzwerk Plurale Oekonomik).
Los estudiantes afirman contar también con el apoyo de varios profesores de universidades españolas como Carlos Berzosa, Fernando Luengo y Antoni Domènech. El objetivo es crear una red a escala mundial que impulse "procesos reales de cambios en los planes de estudio" como que el que está ocurriendo ya en el Universidad de Chile, uno de los centros más activos en Suramérica.